l caminar por la calle de República del Salvador, en el Centro Histórico, en el número 41 se levanta una hermosa casona pintada de alegre color azul, con un pequeño patio jardinado. El ingreso es a través de una hermosa reja escultórica de bronce: el Portón de la Hermandad, que representa la unión de la cultura judía y la mexicana. Están representadas por el calendario azteca en la parte superior y las tablas de la ley, en los dos paneles de las puertas. Las diseñó el arquitecto Wiener para simbolizar la unión entre ambos pueblos y el carácter cultural de la institución que alberga. Se trata del Instituto Cultural México Israel, que desde su inauguración en 1993 ha sido sede de numerosos actos.
Un lustro más tarde abrió un museo que cuenta con cinco salas de exposición permanente, las cuales nos permiten acercarnos a la cultura del pueblo judío. La Sala I está dedicada a las Tradiciones y costumbres. Éstas se muestran con los objetos más utilizados en las ceremonias y festividades.
La Sala II: Israel de hoy, muestra el desarrollo del país y un video explicativo. La Sala III se dedica a Jerusalem, con la réplica de un pequeño rincón de la ciudad santa, que resume su historia milenaria, cuna de las tres religiones monoteístas. La Sala IV se dedica a La presencia judía en México, que data de la época de la Conquista. Se ejemplifica por medio de objetos, documentos originales y fotografías históricas.
La Sala V expone Folklore de Israel y del pueblo judío. Aquí se advierte la manera en que los judíos, en todos los países donde han vivido, conservaron sus creencias, asimilando ciertas costumbres de esos lugares a su cultura, por lo cual ya forman parte de su folclor. También cuenta con una biblioteca decorada con vitrales del arquitecto Baruj Salinas. En un luminoso salón se imparten clases de hebreo.
El predio donde se levanta la casa perteneció al convento y templo de San Felipe Neri, que se edificó a fines del siglo XVII. En el año de mil 768 un terremoto dañó severamente las edificaciones felipenses, por lo que tuvieron que abandonarlas. Al paso de los años la vasta propiedad se fue fraccionando y vendiendo a particulares. La casona que se construyó a fines del siglo XVIII acabó en vecindad en el XX. En 1980 estaba ocupada por algunas familias de escasos recursos y se encontraba en estado deplorable.
En 1985, luego de los terremotos, fue expropiada y desalojada por el gobierno de la ciudad de México, ya que presentaba graves daños. Debido a la calidad arquitectónica de la casa y el alto costo de su restauración, el edificio permaneció desocupado hasta 1991. Ese año el Instituto Cultural México Israel AC se comprometió a rescatar la finca para ubicar su sede.
Se llevó a cabo una profunda restauración que intentó recuperar en lo posible la integridad de la construcción original del siglo XVIII. Se retiraron los agregados de otras épocas que degradaban el edificio, adecuando la antigua mansión a las necesidades actuales, sin afectar la calidad histórica de la casona.
Esto se advierte en muchos elementos originales, como arcos, vigas y columnas que se rescataron del deterioro, para devolver al inmueble su dignidad y belleza. Los patios originales del edificio se cubrieron con cristal, lo cual permite su aprovechamiento permanente, sin importar el clima o la hora. Al paso de los años la institución ha logrado uno sus objetivos principales: ser un punto de unión de la comunidad judía con sus hermanos mexicanos en torno a la cultura y el arte.
Los judíos sefaradís trajeron como parte de la cultura su gastronomía, que se hermanaba con la de los libaneses que llegaron en la misma época. En el rumbo de La Merced, que fue donde la mayoría se establecieron, hasta la fecha hay excelentes restaurantes de esa comida de Medio Oriente. Mi favorito: Al Andalus, situado en Mesones 171. Vale la pena pedir la Mesa Libanesa, que tiene un poco de todo. Acuérdese de dejar lugar para los pastelillos árabes acompañados de su fuerte y aromático café.