l viernes pasado se cumplieron 15 días de que los mercados –terribles, tremendos y traicioneros– continúan dándole un ligero respiro al descenso de precios del petróleo, gas natural y carbón. El crudo Brent de referencia en Europa y determinante del precio del gas natural licuado que se entrega en Asia –Japón y Corea, primordialmente– alcanzó el pasado viernes 30 de enero una cotización de 52.99 dólares por barril. El estadunidense West Texas Intermediate (WTI) cerró en 48.24 dólares. Y nuestra mezcla mexicana de exportación en 40.40 dólares por barril. Para inundar más esta nota de números es útil señalar que el precio del residual de referencia para el combustóleo mexicano para generar electricidad y combustible prácticamente se ha detenido: 38 dólares por barril. Y el carbón de referencia internacional –entregado en Rotterdam con referencias de origen en Australia, Colombia y Sudáfrica– también se ha detenido: 58 a 59 dólares por tonelada métrica. He dejado al final las cotizaciones del gas natural, porque en este caso el piso
que señalan los movimientos de mercado de estos últimos días se ubica alrededor de 3 dólares por millón de unidad térmica británica (MMBTU).
Esto muestra que la baja –también experimentada desde junio– le ha dado un cambio drástico a la estructura de consumo de los combustibles de uso industrial. Deja vu parece decirme una estudiante de la Facultad de Economía de la UNAM, cuando me pregunta si voy a escribir en La Jornada lo mismo de hace 15 días. Pues sí, le contesto. Diré que parece que se está frenando la caída. Tenemos casi tres semanas con comportamientos oscilantes. Búsqueda de nuevos pisos
, dicen especialistas que debaten en todo el mundo. Un debate agudizado en noviembre, una vez que los miembros de la OPEP –pero primordialmente Arabia Saudita– descartaron recortar su producción. Y de atajar la existencia relativamente excesiva de petróleo en un mercado con demanda que experimenta desde hace un par de años un crecimiento mucho más lento. Un mercado con una oferta cercana a 95 millones de barriles, de los cuales –a diferencia del verano de 2008 cuando en cinco meses hubo un desplome más severo que el actual (de 145 a 40 dólares por barril)– Estados Unidos duplicó su producción de crudo.
Sí, justamente de 5 a cerca de 10 millones de barriles al día en estos momentos. Dato fundamental del momento. No tanto si Arabia Saudita u otros miembros de la OPEP producen mucho, incluso un poco más que en 2008. No. Sí el que nuestros vecinos producen 5 millones de barriles al día más que en el verano de 2008. Incluso que el invierno de enero de 2009. Y que –como se podrá colegir– no limitarán su producción. Sólo lo harían si –durante un periodo importante– los precios no les permitieran la recuperación de costos. ¿Qué significa importante periodo? Y ¿qué costos? No es fácil señalarlo, como con prudencia le comentara hace unos días Pedro Haas a Ricardo Raphael en interesante conversación para Espiral del Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional. Tiene razón Pedro, el mercado busca un nuevo precio de equilibrio. Un nuevo referente del llamado costo marginal de largo plazo. Nuevo porque la sorpresa del petróleo shale –el del controvertido fracking, de la impresionante perforación horizontal, pero también de la acelerada declinación de yacimientos– permite alimentar con excesiva solvencia una demanda mundial que hoy crece más lentamente. Sí. En China y en la India –responsables de la mitad del incremento de la demanda desde 2000– crece cada vez menos su consumo. Por menor economía. Por mayor eficiencia. Y, sin embargo, aún crece. De 2000 a 2014 duplicaron su consumo de petróleo.
Desarrollo extensivo más que intensivo, dicen algunos. Intensivo porque crece menos que la economía. Extensivo cuando lo hace a tasas mayores que aquélla. Hoy parecieran saturar o estacionar sus ritmos de crecimiento, elementos clave en la evolución mundial del consumo. Lo cierto es que hoy consumen casi 15 millones de barriles al día, 16 por ciento del consumo mundial. Por su parte nuestros vecinos consumen 21 por ciento, de un total mundial hoy cercano a 93 millones de barriles. Dramática situación para quienes sustentan su fiscalidad en petróleo. Menos para los que tienen importantes ahorros en los llamados fondos soberanos.
Emiratos Árabes y Arabia Saudita con más de 750 mil millones de dólares. Y Noruega con más de 850 mil. ¿Y México? México compra coberturas petroleras. En 2014 tuvo ingresos por derechos de extracción de petróleo –renta petrolera y otros excedentes petroleros– del orden de 59 mil millones de dólares, 26 por ciento de los ingresos gubernamentales. En 2008, por cierto, poco más de 81 mil millones de dólares pesaron 44 por ciento en esos ingresos, incluso con casi 20 mil millones de dólares menos por IEPS negativo. Es muy probable que en 2015 no supere 16 por ciento de esos ingresos. Acaso un poquito más con esas coberturas que apenas cubren el 26 por ciento de la producción (229 millones de barriles producidos) y con algo –muy poquito– del raquítico Fondo de Estabilización Petrolera. El boquete presupuestal puede ser ligeramente superior a los 200 mil millones de pesos. Por ello el corte señalado este viernes por la Secretaría de Hacienda es, apenas, de la mitad de lo que –en mi opinión– puede ser el tal boquete, con una estimación severamente prudente. Ojalá y me equivoque. Pero creo que esa es la consecuencia de precios del orden de 50 dólares por barril para 2015. Me encantaría equivocarme. De veras.
NB. Un abrazo a Costa Lapavitsas, del equipo económico de Tsipras. Lo conocí en la UNAM por Carlos Morera. Con apoyo del Instituto de Investigaciones Económicas y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Lapavitsas y Morera editaron en 2011 un texto de gran actualidad: Crisis de la financiarización. Colaboraron Gary A. Dymsky, Makoto Itho, Paulo L. dos Santos, Demophanes Papadatos, Juan Pablo Painceira y Nuray Ergünes. Tuve el privilegio de apoyar a Carlos Morera en un texto que discutimos con Lapavitsas. Se editó en ese libro. ¡Suerte Costas! ¡Mis mejores deseos a la Grecia de hoy¡ ¡Lo merece!