Hostilidad
a hostilidad de Estados Unidos y sus aliados europeos hacia Rusia –la exclusión de la delegación rusa de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa se suma a lo que el Kremlin considera ya una larga lista de agravios– provoca creciente tensión en Europa.
Las presiones contra Rusia, lejos de propiciar un arreglo del conflicto en Ucrania, agravado este enero al reanudarse los combates y el uso de la artillería pesada, aumenta el riesgo de convertir el actual distanciamiento de Moscú con Washington y Bruselas en ruptura definitiva. Y tras la ruptura, huelga decirlo, el más mínimo incidente podría ser el detonante de una guerra de consecuencias catastróficas para todos.
La sensación de que Occidente quiere acorralar el país –sin ir más lejos, este viernes la Organización del Tratado del Atlántico Norte anunció su intención de abrir seis nuevas bases militares en países limítrofes con Rusia–, obliga al Kremlin a rearmar su ejército.
Por ello, en medio de la severa recesión que se avecina –causada por la caída de los precios internacionales del petróleo y, en menor medida, por las sanciones económicas foráneas–, el gobierno ruso decidió mantener intacto el gasto militar, dejando la fabricación de armamento, como única excepción, al margen de los ajustes presupuestarios que afectan a los demás sectores de la economía.
El programa de modernización de armas sufrirá modificaciones, debido a que habrá que sustituir los componentes que antes suministraba la industria de Ucrania o que ya no se pueden importar de los países que impusieron sanciones, pero se tiene previsto gastar en los próximos cinco años 20 billones (millones de millones) de rublos, equivalente al tipo de cambio de hoy a poco más de 290 mil millones de dólares.
Este año la mitad del presupuesto del Ministerio de Defensa se destinará a la adquisición de armamento, lo cual presupone 20 por ciento más que el año anterior, con la idea de que, hacia 2020, se dedique hasta 70 por ciento del gasto militar a la compra de armas.
Tan sólo en materia de armamento convencional, dentro de cinco años, el ejército ruso planea incorporar 100 embarcaciones de guerra, 600 aviones nuevos y 400 modernizados, cerca de mil helicópteros, 56 divisiones de sistemas de misiles antiaéreos S-400 y 10 de S-500, y gran cantidad de tanques y vehículos blindados de nueva generación.
Por supuesto, continuará la renovación del arsenal nuclear, con nuevos misiles de largo alcance –50 intercontinentales ya este 2015–, submarinos y bombarderos estratégicos, la llamada triada de la contención desde los tiempos soviéticos.
No deja de ser lamentable que, a sólo poco más de tres meses del 70 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, los antiguos aliados no sepan sacar las debidas lecciones y, en lugar de favorecer el diálogo para superar sus diferencias y celebrar juntos el triunfo común sobre el nazismo, se preparen para una nueva guerra… ahora entre ellos.