Sábado 31 de enero de 2015, p. a16
El nuevo capítulo de la persistencia del disco compacto como el mejor soporte para escuchar música se titula insp!ration.
Así se llama una extensa serie, ideada por el sello discográfico Warner Classics, con el tradicional concepto de recopilación
, pero con variantes tan exquisitas como el ejemplar con el que se topó el Disquero en una tienda de discos: Frate, Best of Arvo Pärt: 16 obras del compositor estoniano, casi 80 minutos de música sublime que en la caja registradora equivalió a 57 pesos, cuando en promedio un disco de Arvo Pärt cuesta casi 400.
El recurso de bajar costos en beneficio del público ha funcionado a las grandes disqueras. Bajan los precios, pero sin bajar la calidad.
Esa es una de las razones por las cuales el disco compacto goza de cabal salud, pese a los signos evidentes de crisis.
Cierto, las ventas han disminuido frente a las compras en iTunes, online y sobre todo la piratería, esa nueva forma de la democracia melómana. Pero es más cierto que ninguna manera de reproducción musical supera a la calidad de sonido que se obtiene mediante un disco compacto, que se ha perfeccionado en niveles asombrosos, por ejemplo en la modalidad de blue-ray.
La serie insp!ration lleva buen camino desde hace tiempo y sigue en aumento sin cesar. Nuevos títulos se suman día con día a los tesoros existentes.
La serie que circula en estos días en México mantiene esos niveles elevados de repertorio y calidad de interpretaciones, con la apariencia de baladí, que tanto éxito rinde siempre en el mercado.
Otro ejemplo: el volumen Relaxing Mozart pareciera uno de esos discos de new age cuando se trata de una joya con abalorios de alto valor como el Klarinettenquitett, el Quinteto con Clarinete, la Sinfonía 39, o la Sinfonía Concertante K. 297 b y los intérpretes, de primera: Sabine Meyer, Yehudi Menuhin, Jukka-Pekka Saraste...
O bien: Die Vier Jahres Zeiten: Las cuatro estaciones, de Vivaldi, con la Filarmonica della Scala (Milán), dirigida por Riccardo Muti.
O el majestuso Ode an die Freude (Oda a la felicidad, traducida generalmente como Oda a la alegría), con pasajes insospechados de la literatura escrita por Ludwig van Beethoven; exquisiteces como el Septeto Opus 20, con el Melos Ensemble; la Sonata Apassionata, con Claudio Arrau; Para Elisa con una leyenda: Dame Moura Lympany; el Trío Archiduque, con David Oistrach, Sviatoslav Knushevitysky y Lev Oborin; un episodio de la ópera Fidelio, con la Filarmónica de Berlín de la era Karajan; y el pasaje de la Novena Sinfonía, que da título al disco, con la Philadelphia Orchestra y Muti.
Hay números monográficos, dedicados a grandes instrumentistas, como Mstislav Rostropovich, entre otras leyendas y en el caso de la violinista alemana Anne-Sophie Mutter, el festín se completa con su padrino, Herbert von Karajan, y La primavera, de Las cuatro estaciones de Vivaldi y la Filarmónica de Berlín; el Concierto para violín Número 1, de Mozart, acompañada de la Academy of St. Martin in the Fields, de la era sir Neville Marriner.
Prácticamente no hay número prescindible en la colección: Eine Kleine Nacht Musik también aparenta ser un disco del montón, pero en cuanto uno lo escucha no sale de su asombro: Nikolaus Harnoncourt, la máxima autoridad musicológica y una batuta polémica/rigurosa/impactante/demoledora, nos pone a Volfi Mozart tal cual es: hilarante, atrevido, disonante, audaz, contemporáneo
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Y qué decir de El lago de los cisnes, a cargo de la Orquesta Filadelfia con la magia de Wolfgang Sawallisch...
insp!ration, o del placer interminable...