e las múltiples lecturas que ofrece el arrollador triunfo de Syriza destaco en primer término la derrota de la campaña de miedo y calumnia a la que se impuso. Infelizmente, como se sabe, este tipo de campañas negativas, y en ocasiones difamatorias, han tenido éxito desde Escocia hasta México, y en ellas se especializa un tipo muy cotizado de promotores electorales. Al votar a favor de la esperanza y en contra del miedo, el electorado griego ha ofrecido una lección de amplio alcance y es de esperarse que, rodeado de un clima de cooperación, sobre todo en Europa, el nuevo gobierno sea visto y tratado con el respeto que merece la opción libremente elegida por los ciudadanos griegos.
Uno de los aspectos más disfrutables de la victoria de Syriza fue la determinación de los votantes griegos de ignorar las exhortaciones, con sabor de amenaza, que decidieron emitir diversos líderes europeos, entre ellos algunos de los menos prestigiados: desde Mariano Rajoy –envuelto en una sucesión de escándalos de financiamiento ilegal de su partido–, que viajó a Atenas durante la campaña para entonar loas a la estabilidad estéril, hasta Jean-Claude Juncker –presidente de la Comisión Europea y propiciador, como primer ministro de Luxemburgo, de la elusión fiscal de las trasnacionales–, que recordó a los griegos su particular noción de responsabilidad. Si personajes como estos hubiesen guardado silencio, quizá habrían sido menos los votos por Syriza.
También se ha alimentado una confusión deliberada al empañar las propuestas de Syriza –opuestas a la austeridad y favorables a estimular el crecimiento, el empleo y el bienestar– con referencias vagas e indefinidas al populismo
. Es claro que las propuestas de los vencedores griegos tienen un profundo contenido popular, en el sentido de que colocan los intereses de la población por encima de las exigencias de los mercados, sobre todo los financieros. Se ha querido dañar a Syriza colocándolo al lado de algunos partidos y movimientos europeos de extrema derecha, desde el Frente Nacional de Francia hasta el Partido de la Independencia del Reino Unido. Algunas de estas formaciones han rechazado las medidas convencionales de ajuste, con mucho menos rigor y coherencia que Syriza, partido que no comparte ninguno de los rasgos xenófobos y antinmigrantes de la derecha europea.
A diferencia de otros regímenes parlamentarios, en los que las conversaciones para integrar coaliciones de gobierno se extienden por semanas, en Grecia se concluyeron en menos de 24 horas. El Partido Griegos Independientes, orientado a la derecha, será el socio menor, con 13 curules, de Syriza, que alcanzó 149, dos menos de la mayoría. El centroizquierdista To Potami (El Río), con 17 curules, apoyará a la coalición sin integrarse formalmente a ella. El acuerdo de dos partidos tan dispares muestra la amplitud del apoyo político a la plataforma básica de Syriza y aporta un elemento de estabilidad.
El quinquenio de humillación y miseria al que aludió el nuevo primer ministro ha sido resumido por Martin Wolf en los siguientes términos: “En medio de una ‘recuperación’, el desempleo afecta a 26 por ciento de la fuerza de trabajo y entre los jóvenes supera 50 por ciento. El producto interno bruto se encuentra también 26 por ciento por debajo de la cota anterior a la crisis […] El déficit en cuenta corriente, que llegó a 15 puntos del PIB en el tercer trimestre de 2008, se ha convertido en superávit desde el segundo semestre de 2013. El gasto de los griegos en bienes y servicios ha caído en realidad en 40 por ciento por lo menos” ( Financial Times, 27/1/15).
Paul Krugman ha presentado otro aspecto del panorama: Grecia ha atravesado una pesadilla económica y humana. Lejos de concluir en 2011 [tras el primer rescate], la recesión se agudizó. Grecia no tocó fondo sino hasta 2014 y para entonces había sufrido una depresión profunda, la desocupación alcanzó 28 por ciento y entre los jóvenes casi 60 por ciento. Tal como va, la actual recuperación, casi invisible, no ofrece perspectiva de restablecer los niveles de vida previos a la crisis en el futuro previsible
( The New York Times, 27/1/15). Grecia ha pagado costos indecibles al practicar una devaluación interna
por medio de la reducción de salarios (experiencia vivida por México y no sólo durante los periodos de ajuste presupuestal y externo). Los costos unitarios del trabajo se redujeron en Grecia en más de 15 por ciento entre el primer trimestre de 2010 y el tercero de 2014. No todos sufrieron igual: antes de la crisis el 10 por ciento más rico de la población griega detentaba 40 por ciento de la riqueza, ahora controla 50 por ciento de un total algo disminuido.
Es usual escuchar el argumento de que la irresponsabilidad fiscal de Grecia provocó la debacle. Tan importantes como los factores internos –exceso de gasto corriente, ineficacia recaudatoria, colusión gobierno-oligarquía, corrupción y dispendio– fueron los externos, en especial el sobrendeudamiento inducido por los propios acreedores. En los últimos años, una proporción creciente del nuevo endeudamiento, del orden de dos tercios del total, se destinó a cubrir las obligaciones con los bancos, evitándoles pérdidas, y 16 por ciento más se destinó al pago de intereses. Sólo el 11 por ciento, anota Wolf, financió actividades del gobierno griego. Además, con el nuevo endeudamiento de hecho detenido, la relación deuda/PIB continuó aumentando, hasta el 175 por ciento actual, no por el alza de la deuda sino por la caída del producto.
Con el gabinete integrado y el gobierno en pleno funcionamiento antes de transcurrida una semana desde la elección, Grecia inicia una tarea formidable, no intentada hasta ahora en muchos aspectos. Tsipras participará en la cumbre europea del 12 de febrero, para encontrar a sus pares de la UE. Se ha sugerido que podría ser buena ocasión para anunciar la extensión de la operación del paquete de rescate, que vence al fin de ese mes, quizá por un semestre, para crear espacio de negociación. Es claro que el resultado debe incluir una restructuración del calendario de pagos y una reducción importante, quizás de alrededor de la mitad, de la deuda acumulada. Lo que se buscó para América Latina –vincular los rembolsos a la recuperación efectiva y duradera del crecimiento, el empleo y el bienestar– puede conseguirse, décadas después, para Grecia y otros países. De hecho, eso consiguió para Alemania la Conferencia de Londres en 1953, que canceló la mitad de su deuda externa, abriendo la puerta al milagro.
El 25 de enero fue, para los griegos y muchos otros, un día de victoria y de esperanza… con música de Mikis Theodorakis.
Grecia ha volteado una página. Ha dejado atrás cinco años de humillación y miseria.
Alexis Tsipras, Atenas, 25 de enero de 2015