Aunque nos llamemos igual
uatro meses después de la desaparición, en Iguala, de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Ángel Aguirre Herrera, hijo del gobernador con licencia Ángel Aguirre Rivero –caído precisamente a raíz de esos acontecimientos–, hizo una declaración un tanto extraña cuando reporteros le preguntaron por el peso de su progenitor en su propia campaña: No tendríamos por qué ser cuestionados: independientemente de que nos llamemos igual, cada quien tiene su trabajo, cada quien tiene su historia
. Luego dijo: Hay que llegar a fondo de lo que sucedió en Iguala, independientemente de que se tuviera que llamar a Ángel Aguirre Rivero
.
Más tarde aclaró: ¿Que si quiero deslindarme del nombre de Ángel Aguirre Rivero? De ninguna manera, nunca lo voy a hacer: es mi padre, es mi orgullo; él trae su camino, yo traigo el mío
. Remató: Hagamos a un lado en el tema político y, en el tema de las carreras, lo que ha sido Ángel Aguirre Rivero y lo que ha venido haciendo Ángel Aguirre Herrera
.
La precisión no es menor, si se toma en cuenta que padre e hijo provienen de un grupo político de larga data en Guerrero, cuyo principal exponente ha sido el ex gobernador. Este grupo fue el principal contrapeso de otro cacicazgo, el de los Figueroa. José Francisco Ruiz Massieu, quien intentó crear una nueva clase política
, no pudo desbancar a ninguno de los dos.
El grupo Ometepec, llamado así por la ciudad natal de sus principales exponentes, aunque no limitado a este municipio, ha tenido al menos dos gobernadores (Raúl Caballero Aburto y Ángel Aguirre Rivero), alcaldes no sólo en la Costa Chica, sino también en Acapulco (entre ellos Manuel Añorve) y otras regiones, diputaciones federales y locales, y senadurías (por ejemplo, Sofío Ramírez).
La postulación de Aguirre Herrera no es precisamente el capricho de un padre por heredar a su hijo una ínsula, sino una correa de transmisión del poder de un poderoso grupo político. En ese contexto hay que leer su declaración: un toque de deslinde para amarrar la herencia.