n el estado de Veracruz llueve cada año más que suficiente para alimentar el caudal de sus numerosos ríos y recargar los mantos acuíferos que sirven para abastecer de agua a la población y las actividades económicas. Sin embargo, falta el agua en muchas partes. Por ejemplo, en la ciudad de Coatzacoalcos, que hoy cuenta con 600 mil habitantes. Por décadas ha recibido el líquido de la presa Yuribia, ubicada en la Sierra de Santa Marta. Siempre se creyó que ese caudal sería eterno y suficiente para satisfacer la demanda local y la de municipios vecinos (Minatitlán, Cosoleacaque, Cangrejera) que conforman el principal corredor industrial costero del país.
Pero los últimos años se han multiplicado las protestas de los pobladores (muchos indígenas) que viven en la Sierra de Santa Marta, donde nace y se capta el agua para abastecer los citados centros urbanos. Alegan que las autoridades no han cumplido las promesas que les hicieron a cambio de las obras para enviarla a otra parte. Esas protestas incluyen el cierre de carreteras, instalaciones eléctricas o hidráulicas. Hace tres décadas condicionaron la construcción en sus tierras de la planta potabilizadora Yuribia, que abastece a Coatzacoalcos y al complejo petroquímico de Cosoleacaque, a cambio de mejoras en caminos, escuelas, centros de salud y otras obras de infaestructura que elevarían la calidad de vida de la población serrana, la cual registra alta incidencia de tuberculosis, casos de lepra y cáncer.
Sin embargo, no les cumplieron todo lo prometido, mientras el líquido escasea cada vez más. Como documentan varios investigadores veracruzanos, sucede que, por un lado, las áreas boscosas de la Sierra de Santa Marta han sufrido una enorme deforestación que se manifiesta en la disminución del agua en 50 por ciento. Y, por el otro, el vital elemento no se administra bajo esquemas de justicia para los pobladores serranos ni con la visión de abastecer en forma sustentable a la población y las actividades industriales, comerciales y los servicios localizados en la franja costera del sur de la entidad.
Mal utilizada, disminuida por la deforestación de las áreas que son la fábricas de agua por excelencia, ésta no es ahora suficiente para los pueblos de la sierra y tampoco para las ciudades que ayer creían tener asegurado el vital elemento en el largo plazo. En mayo del año pasado, los ejidatarios serranos de Tatahuicapan tomaron durante casi un mes la presa Yuribia para exigir del gobierno estatal la solución de sus añejos problemas y el cumplimiento de promesas igualmente antiguas. A la vez le sugirieron a los funcionarios buscar otras fuentes de abastecimiento para Coatzacoalcos. La respuesta oficial fue proponer la perforación de 15 pozos profundos en diversos puntos de dicho municipio para paliar la escasez. La ciudad requiere de mil 200 litros por segundo. Apenas cuenta con 750. El faltante se obtendría de los citados pozos, que todavía no se perforan.
Pero, además, el agua que se inyecta a la red de distribución de Coatzacoalcos es de mala calidad. Y como tampoco basta para cubrir toda la demanda, las familias la compran en garrafones, engordando así las utilidades de las empresas que la embotellan. La escasez se agudiza en las colonias pobres. Una protesta exigiendo un servicio eficiente la reprimieron porros al servicio del ayuntamiento.
El biólogo Lorenzo Manuel Bozadas, activo defensor del medio ambiente en Veracruz, afirma que lo hoy ocurre en esa parte de la entidad demuestra la carencia de una política integral de las instancias gubernatemtales que lleven a garantizar la producción de agua en las zonas montañosas. Para lograrlo es indispensable conservar y acrecentar los bosques y elevar la calidad de vida de quienes allí viven. Y en paralelo, poner en marcha medidas eficaces con el propósito de dotar a las poblaciones costeras de agua de buena calidad y bien administrada; que eviten el desperdicio y alienten su tratamiento. De lo contrario, sostiene Bozadas, los problemas en las regiones de abastecimiento y en las de consumo se agravarán todavía más los próximos años.