as adicciones generan problemas con violencia. Un empujón, hasta un atropellamiento, o incluso el impacto de un proyectil que ni siquiera fue disparado, apuntando el arma que la disparó hacia donde fue a causar un daño, que pudo ser ligero, o bien de los que ponen en peliro la vida, o simplemente la quitan no únicamente a un ser humano, mujer, hombre joven o viejo y por supuesto que también a los niños que caminan por la banqueta, pueden hacerlos víctimas fatales.
Todo esto debiera ser motivo de preocupación de la sociedad. De hecho, no se puede negar que exista y que provoque angustia en la gente, en toda la sociedad humana, y esta angustia provoque otra, que lleva implícita la determinación de tomar venganza, quizás con más violencia que la que recibió la persona afectada, y de esta manera se irá piramidando, aunque en una pirámide inversa. ¿Por qué inversa? Por una sencilla razón: una víctima genera muchos vengadores dispuestos a hacer justicia
, que en realidad no es otra cosa que un canal para desahogar de ese modo, con mayor o menor furia, una rabia tan contenida, según como a cada uno le es posible moderar la reacción, ante hechos de esa naturaleza.
Corremos el riesgo de convertirnos en un personaje como el señor K, de la novela de Franz Kafka El proceso, o del mismo autor, El castillo, unas de las obras cuyo personaje principal, también otro señor K, busca donde él imagina que puede haber un castillo donde todo sea belleza y bienestar, donde haya armonía y todo fuera para bien de sus habitantes, a lo largo del camino. El señor K y sus acompañantes eran engañados por malas personas que tomaban a la ligera las pretensiones de K, que nada de banales tenían, sino que salían de muy adentro de los personajes, que este enorme, desproporcionado esfuerzo habría de costarles padecimientos que agregaban a medida que se desplazaban por el tortuoso caminito aquel, más adecuado para las bestias de carga que para ellos. De cualquier manera, no habrían de llegar al castillo que solamente el ansia, el terror y las insanas ambiciones los animaban para seguir adelante. No había nada real ni verdadero, nada sano ni tampoco, mucho menos, prometedor para quienes sí miraban la verdadera situación que los rodeaba, y peor todavía la que les esperaba más adelante. En verdad empeoraban cada obstáculo, que les era posible superar.
Así, hay dispersos en los caminos que no por ser angostos y por ser imprevisibles, juzgados por todo lo razonable que se puede, gentilmente, poner en juego para saber por dónde van los cientos de miles de millones que hay dispersos por todo el mundo. Y sobre todo, ¡adónde van! Y que nunca llegan a ninguna parte. Pero son igualmente seres humanos.
Pero quienes se dediquen a dar amor a los niños que nunca antes supieron lo que eso es, o era, eso sí lo hay, afortunadamente, también en todo el mundo.
Hay asociaciones, por ejemplo, que luchan contra lo que más de cerca nos quema la piel y nos golpea en todos los puntos sensibles del cuerpo humano. La propia Organización de Naciones Unidas (ONU), que tanto tiempo y tanto dinero ha gastado entre causas perdidas, o que simple lisa y llanamente no valen la pena y que son incapaces de acabar con la violencia, desde Medio Oriente hasta América Latina, pasando por México y por toda la región africana. Fortaleciendo, por el contrario, a los narcotraficantes.