
Juan Domingo Argüelles
Un poema coral para el México de hoy.
De Nezahualcóyotl a Javier Sicilia
Nezahualcóyotl:
La amargura predice el destino
aquí, al lado de la gente.
Axayácatl:
Por ello la tristeza invade mi corazón.
Manuel José Othón:
¡Qué andar por entre ruinas
y entre fosas!
Manuel Gutiérrez Nájera:
¡Inmenso abismo es el dolor humano!
Luis G. Urbina:
Vi un árbol a la orilla del camino
y me senté a llorar mi desventura.
Enrique González Martínez:
Nos visitó la muerte y se ha quedado
entre las azucenas escondida...
Ramón López Velarde:
Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.
Carlos Pellicer:
A sangre y flor el pueblo mexicano
ha vivido.
Vive de sangre y flor su recuerdo
y su olvido.
Concha Urquiza:
¡Qué horrenda sangre salpicó
mis frondas!
Efraín Huerta:
Todo parece morir, agonizar,
todo parece polvo mil veces pisado.
Octavio Paz:
Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.
Alí Chumacero:
Levanto el rostro, miro los naufragios
y mis hermanos muertos en olvido...
Dolores Castro:
Todo se vuelve fondo.
Aun el guijarro que tira la muerte
se vuelve fondo.
Miguel Guardia:
¿Cantar por la libertad?
¿Por la justicia?
¿Por el honor del hombre?
¿Por su integridad física y moral?
¿Cantar?
¡Por Dios: hay que llorar!
Rosario Castellanos:
No busques lo que no hay: huellas,
cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda
a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
Jaime Sabines:
Tenemos Secretarios de Estado
capaces
de transformar la mierda
en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera
gallardamente.
Juan Bañuelos:
¡detengan a los bárbaros!
Hugo Gutiérrez Vega:
A veces pienso en el siglo y
en nuestro momento.
Me gusta la vida y me aterra
la posibilidad de que la destruyan.
Oscar Oliva:
Ahora voy a escribir en lo hondo
del papel
con el muñón que surge desde
lo oculto de mí mismo.
Hoy me calzo de cólera.
José Emilio Pacheco:
Vamos a ciegas en la oscuridad,
caminamos sin rumbo por el fuego.
Javier Sicilia:
Ya no hay más que decir.
El mundo ya no es digno de la Palabra

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