na vez más, las masas privilegiadas e ilustradas de Europa se quedan en la epidermis de la realidad, y con ellas buena parte del mundo moderno, todos manipulados por los medios dominantes de la comunicación global. El deleznable e irracional acto que ha dejado sin vida a los caricaturistas franceses ha sido masivamente repudiado. Sin embargo, esos actos se han quedado anclados en el derecho a la libertad de expresión, sin preguntarse cómo, cuándo y de dónde surge el terrorismo que busca suprimirlo. Se ha soslayado que el terrorismo musulmán, que crece poderoso e inexorable, es tolerado, aupado, consentido e incluso alimentado y promovido por Occidente y especialmente por Estados Unidos. Veamos.
Imagine el lector un país del tamaño de México o de toda la Unión Europea, habitado por unos 30 millones, donde un solo individuo, el rey, es al mismo tiempo el poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, donde los partidos políticos están prohibidos y donde jamás se han realizado elecciones. Imagine que los ministros y los gobernadores son nombrados también por el rey, entre los príncipes de su propia familia, y que la Constitución que rige es el Corán, texto religioso escrito en el año 632. Suponga que, por tanto, la mayor parte de las libertades fundamentales, comunes a toda sociedad moderna están prohibidas o seriamente limitadas: hay una sola religión y existen la pena de muerte, la opresión de las mujeres, el odio a la diversidad sexual y la policía religiosa. Compruebe la existencia de fuerzas armadas con 600 mil soldados y un formidable aparato de espionaje e inteligencia. Si usted, lector(a), piensa que esto es ficción, está completamente equivocado(a). Esa sociedad existe y subsiste y es paradójicamente una creación de la civilización occidental. Se llama Arabia Saudita (o Saudiarabia) y no sólo es el centro geopolítico y la cúspide del mundo musulmán, sino que es el país con los mayores yacimientos de petróleo, la nación más rica del orbe, y según numerosos estudiosos, estrategas y políticos, el núcleo procreador, impulsor y sostenedor de los principales movimientos terroristas islámicos, desde Al Qaeda hasta el ISIS.
Las noticias que proceden de esa teocracia islámica, son de doble índole: o informan de los nuevos excesos, glamorosos, extravagantes y obscenos de las élites siempre masculinas que nadan en petróleo, oprimen a sus mujeres y adoran a Alá, o dan fe de las largas cadenas de atropellos a los derechos ciudadanos. Cada semana las organizaciones Human Rigths Watch y Amnistía Internacional revelan nuevos casos. Durante 2014, fueron decapitadas 83 personas por homicidio, violación, tráfico de drogas o brujería. Allá la homosexualidad se paga con la muerte, y la movilidad de las mujeres depende de maridos, padres o hermanos. Destaca el caso del bloguero Raif Badawi, azotado públicamente cada viernes (hasta llegar a mil azotes) y sentenciado a 10 años de prisión y una multa de 250 mil dólares por exigir en las redes sociales su derecho a la libre expresión (ver denuncia del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos). Sobresalen también: la mujer detenida por asistir disfrazada de hombre a un partido de futbol, el joven expulsado del país por ser demasiado bello y el encarcelamiento de dos jóvenes mujeres por manejar un auto. La sharia, o ley religiosa, prohíbe que las mujeres conduzcan autos, exhiban sus cuerpos o lancen miradas sensuales. La opresión sexual alcanza en el país más rico del mundo su mayor tiranía.
Es desde esta sociedad enferma, ideológicamente congelada en el tiempo, pero rica y poderosa en términos económicos, tecnológicos y militares desde donde se procrean redes de terror contra todas las naciones con valores diferentes a ella. Este mundo aberrante y demencial, levanta ya una muralla alrededor de sus fronteras, un muro de 3 mil kilómetros con torres de vigilancia, cámaras de radar y visión nocturna… para evitar el terrorismo. Arabia Saudita es, finalmente, el principal aliado de Europa, Japón, Canadá y Estados Unidos, la nación consentida adonde viajan el rey de España con empresarios en busca de negocios, con quien Angela Merkel arma proyectos, y el segundo consumidor de la industria militar canadiense. Es el país que las gigantescas corporaciones de Occidente equipan en todo. El cinismo de Occidente ante esta dictadura petrolera es directamente proporcional a los miles de millones de dólares que obtienen sus corporaciones haciendo negocios.
¿Veremos a los caricaturistas de Charlie Hebdo publicando algún cartón sobre el rey y el régimen saudí y sus aliados de Occidente? ¿Habrá manifestaciones europeas exigiendo a sus gobiernos la aplicación estricta de los derechos humanos en Arabia Saudita? Como ha señalado De Sousa Santos, la libertad de expresión
tiene diferentes interpretaciones, y cada una decide qué decir y qué callar. Mientras, el nuevo número de Charlie Hebdo, elaborado a la velocidad de la luz, ha pasado de 45 mil a más de 3 millones de copias, sin incluir sus traducciones a varios idiomas. Mientras, cuando busco ese nombre en la web, aparecen decenas de ofertas comerciales, y pronto habrá camisetas, plumas, vasos, banderas, calendarios, ropa interior, campañas, agendas, fotos y servicios sexuales en nombre de Charlie Hebdo. Todo a precios accesibles y en apoyo a la revista. Mientras tanto.