uegos de masacre. ¿Existe algo más perturbador que el caso de un supuesto triunfador nato súbitamente transformado en un fracasado irredimible, cuya frustración lo conduce a cometer un acto de violencia irracional? Foxcatcher, del realizador estadunidense Bennett Miller (Capote, 2005), elabora, a partir de una historia verídica, el crudo retrato de John du Pont (Steve Carrelll, irreconocible), un hombre multimillonario que, en un afán de protagonismo megalómano, contrata a dos hermanos ex campeones olímpicos de lucha libre para entrenarlos en su enorme finca Foxcatcher con la ambición de hacer triunfar a uno de ellos en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988.
Luego de obtener sus medallas de oro en las Olimpiadas de Los Ángeles, cuatro años antes, los hermanos Frank (Channing Tatum) y Dave Schultz (Mark Ruffalo) se refugian, el primero en una menesterosa vida bohemia, y el segundo en un confort doméstico de clase media, al tiempo que se preparan para refrendar sus triunfos en futuras competiciones olímpicas. El mecenas y deportista amateur, filántropo, ornitólogo, filatelista y coleccionista de trofeos y medallas John du Pont, descendiente de una dinastía de fabricantes de químicos, pólvora y material bélico, rescata a Frank de su posible y temprano ocaso como un joven has-been deportivo, a la sombra de su hermano mayor, y le brinda la oportunidad de una vida y un entrenamiento especial rodeados de lujos.
A partir de esta estrategia de seducción irresistible, el caso de Frank Schultz se asemeja, en el terreno de los deportes, a lo que en el ámbito de la farándula significó la dependencia material y afectiva del ambicioso joven Scott Thorson (Matt Damon) en su relación con el carismático músico Liberace (Michael Douglas) en Behind the candelabra (Steven Soderbergh, 2013). Con una diferencia esencial. Lejos de ser un triunfador profesional, el acaudalado John du Pont es un ser profundamente mediocre, anímicamente desequilibrado, al filo de la mezquindad moral, y ansioso de un reconocimiento público por el que es capaz de pagar cualquier precio. De poco le sirven sus privilegios de clase. Advirtiendo las limitaciones tempranas de su hijo, su madre (Vanessa Redgrave) llegó a financiarle de niño la amistad de su compañero más cercano. Desde entonces, él acostumbra comprar afectos y lealtades, siempre temeroso y dolorosamente consciente de una inflexible, aunque compasiva, desaprobación materna.
Foxcatcher rebasa así muy pronto la primera impresión de ser una película sobre temas deportivos, para hacer de los enfrentamientos corporales de lucha libre una prolongación de conflictos de poder mucho más agudos y violentos. La rivalidad de los hermanos Schultz, en definitiva cálida y solidaria, tiene como contrapunto dramático el patético vampirismo afectivo de John du Pont (autonombrado Águila dorada), un quincuagenario deportista de carnes y ánimos vencidos que procura alcanzar una improbable gloria como entrenador profesional del joven Mark. Las consecuencias sólo pueden ser tan nefastas como las de aquella cinta de Stephen Frears, Ábrete de orejas (Prick up your ears, 1987), otro relato de frustraciones y envidias profesionales, donde ya aparecía Vanessa Redgrave en un significativo papel secundario.
Bennett Miller conduce su relato con gran solvencia dramática, buenas dosis de suspenso, y una sutileza tal vez excesiva en su alusión a una relación con tintes homoeróticos entre el mecenas y su campeón predilecto. Cuándo Dave le pregunta con insistencia a su hermano menor, ¿Qué sucede en realidad entre tú y John?
, el terreno de entrenamiento parece más amplio que el de un mero cuadrilátero de lucha libre. El personaje de John es enigmático y complejo: depende en exceso del escrutinio de la madre, su única compañía afectiva; procura nerviosamente el afecto y la aprobación de los demás, controla en lo posible la prepotencia del acaudalado, y disimula afanosamente una fragilidad emocional a flor de piel. Su patriotismo vociferante sólo pone en evidencia su propio depósito de frustraciones íntimas, al parecer inagotable. Los hermanos Schultz asisten, en el pasmo y la confusión, al espectáculo del desmoronamiento moral de este hombre y a su insólito combate contra sus represiones y fantasmas. Las actuaciones de Mark Ruffalo y Channing Tatum son notables, pero la caracterización que hace el cómico Steve Carrell de un millonario pobre diablo es soberbia, con su intensa mirada extraviada y su enorme prótesis nasal. Foxcatcher, muy lejos del rutinario filme de lucha libre.
Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.
Twitter: @Carlos.Bonfil1