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Oaxaca Enredada entre los sueños y las palabras Guadalupe Martínez Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México
La mayor parte de mujeres indígenas migrantes que llegan a trabajar a Villa Juárez, Sinaloa, traen consigo la esperanza de mejorar su calidad de vida. Este es el caso de Zoila Almaraz Martínez, zapoteca de 31 años de edad, originaria de San Agustín Loxicha, Oaxaca; sus manos sirven en uno de los 70 campos jornaleros que se encuentran en Navolato. Zoila, de andar tambaleante, revela un embarazo más allá de los siete meses. Sorprende su fortaleza y determinación para llegar de sur a norte, hablando muy poco castellano, siendo viuda y madre de dos pequeños. Ella piensa que la vida es mejor en este lugar; está enganchada, como muchas jornaleras, con historias de prosperidad. El miércoles 20 de noviembre, Zoila corrió al hospital donde fue atendida. Dio a luz a una niña hermosa que tuvo el gusto de ver y tocar. La atendieron médicos y enfermeras cuya lengua única es el español. Después firmó lo que Zoila pensó eran papeles de alta y salida del nosocomio, sin saber que estaba rubricando documentos de adopción. Sin más explicación, le dijeron: “ya se puede ir, señora”. Salió del hospital desconsolada; a menos de una semana de su llegada a Sinaloa, ya tenía un problema más. Pidió apoyo en una iglesia y la remitieron con doña Amalia, fundadora de la Comisión de Derechos Humanos de Villa Juárez, AC. Ahí buscaron apoyo entre instituciones para que la niña sea regresada a su madre.
Muchas mujeres jornaleras indígenas migrantes que se encuentran en los campos de Villa Juárez no saben leer ni escribir en sus lenguas maternas, por consiguiente tampoco en español. Las que han podido estudiar hasta la secundaria lo han conseguido porque nacieron allí y sus padres migrantes fundaron colonias en asentamientos irregulares. Actualmente el trabajo de organización realizado por las mujeres jornaleras en esta comunidad abarca platicar sobre sus derechos y cómo apoyarse mutuamente. Dialogan en medio del terregal y a la sombra de los árboles con la temperatura mayor a 30 grados. El trabajo colaborativo lo realizan las jóvenes, traduciéndoles a las señoras de edad avanzada en diferentes lenguas, como ñuu savi, zapoteco o náhuatl. Sus intereses parten de sus necesidades inmediatas, pues en el día con día sus derechos lingüísticos, laborales, sexuales y a una vida digna son vulnerados. El caso de Zoila es emblemático pues ejemplifica cómo más de un centenar de mujeres son perjudicadas cuando existe una predisposición de que lo indígena es inferior al contemplar al español como lengua dominante en México. Por lo anterior, es indispensable socializar e implementar entre los servidores públicos en todos los niveles de gobierno y en todos los campos de su acción, leyes como la Ley General de Derechos Lingüísticos –que menciona: “Las lenguas indígenas serán válidas, al igual que el español, para cualquier asunto o trámite de carácter público, así como para acceder plenamente a la gestión, servicios e información pública”- y documentos internacionales que ha firmado y ratificado nuestro país en materia de derechos humanos. En la práctica, como es evidente entre las jornaleras de Sinaloa, las instituciones públicas aún no se han transformado y día con día persisten la exclusión racista, discriminación y violencia a mujeres y hombres indígenas. Actualmente, el caso de Zoila ha movilizado a mujeres jornaleras indígenas y migrantes y a instituciones y organizaciones de mujeres. Cabe mencionar que el caso se presentó en la reunión del Tribunal de Conciencia de Mujeres Indígenas en Oaxaca, donde se reflexionó sobre la figura del Estado por violar los derechos de Zoila y su hija. Por fin el domingo 24 de noviembre el esfuerzo colectivo de las mujeres indígenas, que en este caso encabezaba Zoila, dio fruto: la pequeña regresó con su madre. Ahora Zoila y su hija Amalia tienen la esperanza de hacer un nuevo camino en Sinaloa. Las preguntas son ¿Por qué hasta el momento no existe en materia penal un caso reportado sobre el tema de derechos lingüísticos ante el Sistema Judicial Mexicano? ¿Hay desconocimiento de parte de los funcionarios públicos de la reforma de derechos humanos e ignoran los derechos de las mujeres indígenas o hay falta de voluntad política? Los pueblos indígenas requieren herramientas que les permitan denunciar y litigar casos sobre los derechos lingüísticos. Hay mucho camino que recorrer.
Oaxaca, Puebla y Guerrero El pueblo ñuu savi Celerina Patricia Sánchez Santiago Poeta ñuu savi. Becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte
Hablar del ñuu savi (pueblo de la lluvia) es hablar de otra historia, la no contada, la no escrita, pero que se encuentra en la sangre; es tan antigua que se tatuó en las piedras y en los códices, con los pinceles de los primeros escritores de este hermoso y antiguo pueblo. Esta historia se niega a desaparecer; permanece en lo profundo de la memoria; se encuentra en el camino hacia la milpa, en la grandiosidad de las montañas que nos hablan de nuestros ancestros. Esa historia ni los propios de la cultura la saben. Aprendimos a reconocernos como si fuéramos los otros, ya que en nuestra lengua y en sus variantes no hay una definición para la palabra mixteco; con esta consigna hemos caminado muchos y muchas, en todas direcciones. Hoy en día nos cuesta trabajo nombrarnos ñuu savi o que hablamos tu’un savi o tu’un ñuu savi (palabra de la lluvia o palabra del pueblo de la lluvia), pareciera ser que es una palabra extraña, lejana o que no nos pertenece, pero escribirla y analizarla nos puede dar respuestas, nos puede privilegiar a la reflexión. De aquí la importancia y el intento de plasmar nuestras ideas y pensamientos. Porque vaciarla en un recipiente para mirarla y contemplarla es saber sus características, sus sonidos, su musicalidad; sentir ese olor, sabor y color en sus matices; hablarle es escuchar la respuesta en los diferentes tonos de su canto. Es descifrar algo que nos pertenece o que ha despertado y nos reclama entenderla. Emprender este viaje es muy interesante; la escritura es una posibilidad, es el juego difícil y constante por el cual podemos acceder a entender nuestro mundo, pero también nos permite entender otros mundos en su justa dimensión. Este ejercicio parece muy sencillo, pero cuando por muchos años esa voz no se ha escuchado con plenitud y análisis es como si la hubiéramos olvidado para siempre, pero no es cierto porque permanece, aunque su historia fue cortada de tajo y ni siquiera sabemos que es una lengua milenaria que data de más o menos ocho mil años; que pertenece a las lenguas conocidas como otomangue, que comparten rasgos comunes con el zapoteco, mazateco, triqui, chinanteco y otras más. Pensar en ñuu savi nos abre otras ventanas al mundo, es mirarnos y mirar al otro, es reconocerse en el otro, es aprender a cuestionar y a cuestionarse sobre la palabra mixteco. ¿Por qué y para qué nos llamaron así?, porque no es sinónimo de ñuu savi, tu’un ñuu savi o tu’un savi. ¿Por qué tanta negación a aceptar y a reapropiarnos de lo nuestro? Es cierto, hay hechos históricos que permanecen como la discriminación y exclusión de nuestras lenguas y culturas mexicanas. Muchos la llamaron lengua “pobre”, “pueblo pobre” y nos lo creímos; nos dio vergüenza hablarla, saber de nosotros y nosotras, pero a pesar de toda esa devastación que han hecho con nuestros pueblos, queda siempre la raíz, un puñado de esperanza que anima a la lucha por la reivindicación. Hay algo que une al ser humano por más que se intente separarlo. Por eso escribir es un acto de resistencia y permanencia en un espacio negado, colonizado; tal vez nosotros estamos abriendo las posibilidades de crear para entrar en otros campos como la poesía, el cuento, la novela, la dramaturgia, el radio, la música, el cine, el teatro, la pintura, la escultura, la danza, etcétera. Desde estos dos mundos que compartimos, tenemos que trabajar porque esos somos ni más ni menos: trabajadores de pensamientos y culturas. Reencontrarnos con nuestra historia no es una tarea fácil, en el caso del ñuu savi, como sabemos, nuestro territorio ancestral quedó dividido en tres estados: Oaxaca, Puebla y Guerrero, pero nos unen las características comunes que tiene nuestra lengua y los rasgos que se conservan en las palabras más antiguas. Hay cambios con el tiempo, toda lengua los tiene, pero creo que podemos leernos y entendernos. Hoy sigue doliendo, pero tenemos que levantarnos, alzar la cabeza y sentir la lluvia. Tenemos que hablar desde el ser ñuu savi; no es poca cosa hablar desde el ser na savi; es reencontrarnos con nosotras y nosotros, con nuestra historia; quizá hay cosas que no nos gusten, pero tenemos todo para cambiarlas y decidir cómo queremos vivir con nuestra lengua y cultura porque, finalmente, todos somos viajeros de este tiempo y tenemos que empezar a contar nosotros y nosotras nuestras historias, retomar nuestros caminos y construir otros.
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