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A, ayuujk winmaany/ las lenguas Sansón Jiménez Domínguez Ayuujk (Mixe) de Santa María Tepantlali, Oaxaca. Jefe de Zonas de Supervisión de Matías Romero, Oaxaca. Región Istmo. Dirección de Educación Indígena
Las lenguas que se practican en los pueblos originarios han sido y siguen siendo un acto de resistencia y de reivindicación de lucha, de identidad y reconocimiento. Claro que no es la única manifestación; considero importante partir de esta reflexión ya que la política del lenguaje en nuestro país es de discriminación y ha sido etnocida, sobre todo en los estados donde existe un número importante de hablantes de lenguas originarias, o lenguas maternas, como se les ha denominado también. Como sabemos, históricamente las lenguas se han transmitido de manera oral de generación en generación, por lo que han pervivido hasta la actualidad; hoy se debe pensar en otras formas de seguir manteniendo el uso de nuestra lenguas originarias vivas, así que debemos pensar en escribirlas y darles mayor difusión vía las nuevas tecnologías, esto es que debemos pasar al lenguaje escrito. Las instituciones gubernamentales buscan seguir incorporándonos al Estado por medio de diferentes estrategias con las que se pretende desplazar nuestras lenguas, y algo que en ese sentido trabaja eficientemente y de manera alarmante son los medios de comunicación, sobre todo el poder del duopolio televisivo que ya está presente en todos los rincones de nuestros pueblos, originando que los niños y las niñas desplacen rápidamente el uso de su lengua materna y se castellanicen.
Por otro lado, el sistema educativo nacional hasta ahora no tiene un interés real en el rescate, fortalecimiento y uso de las lenguas originarias, ya que no existen planes ni programas acordes para resolver esas necesidades, aunque demagógicamente se maneje lo contrario. Algunos estados ya están planteando propuestas de planes y programas propios, con un currículum acorde a sus necesidades, mismos que no son avalados ni aceptados por la Secretaría de Educación Pública. Se debe reconocer también que la política de sometimiento aplicada a lo largo de la historia sobre nuestros pueblos ha sido brutal, obligándonos a desvalorar y discriminar nuestras lenguas, a tal grado que muchas de ellas han caído en el desprestigio y en su desuso, lo cual las conduce a la desaparición. Ahora más que nunca los mismos pueblos originarios deben buscar estrategias de fortalecimiento y rescate para generar proyectos y programas de sistematización y socialización de las lenguas originarias que aún se hablan. Los mecanismos pueden ser implementar talleres de alfabetización, capacitación y fomento del uso y enseñanza de las lenguas originarias; construir alfabetos prácticos legitimados por los propios hablantes, y etiquetar recursos económicos específicos para la elaboración de materiales didácticos y demás necesidades para la enseñanza bilingüe. Esto ayudará de manera importante para que los mismos interesados puedan elaborar proyectos con objetivos claros, y que esto asegure una continuidad de nuestras lenguas para que todavía estén vivas un tiempo más. Reverdecer la raíz: artes Genner Llanes Ortiz Antropólogo maya e investigador posdoctoral del CIESAS DF
No son pocos los críticos y académicos que históricamente se han opuesto a denominar “arte” a las creaciones estéticas de talladores, pintores, bordadoras, tejedoras, bailarinas, cantores, músicos y narradores de comunidades rurales hablantes de lenguas mexicanas. Sus argumentos descansan sobre definiciones históricamente específicas del arte, para las que una práctica, pieza o intervención sólo es artística cuando atiende a una lógica ajena a toda función religiosa, civil o económica. Disciplinas como el teatro clásico griego y la música barroca carecieron de esa autonomía y aun así son consideradas arte. También se afirma que sólo puede ser arte lo que resulta del talento individual que rompe con la tradición y la repetición. Sin embargo, el arte pop, el conceptual y el hip hop también han relativizado estas ideas. Para abarcar los múltiples valores estéticos que el mundo posee, la noción de arte debe incluir, como el crítico paraguayo Ticio Escobar propone, a todos los “objetos y prácticas que realzan sus formas para generar una interferencia en la significación inmediata de las cosas e intensificar, así, la experiencia del mundo”. Las artes indígenas poseen la profundidad conceptual suficiente para avivar, sintetizar y transformar la realidad por medio de los sentidos. Sus formas estéticas invitan a dislocar la percepción cotidiana y convocan memorias y pensamientos sobre el origen, el devenir y el porvenir. Estas artes (en plural) son resultado de historias múltiples y en ellas se expresan comunidades y acervos diversos. A las artes indígenas llamadas “tradicionales”, se suman hoy nuevas prácticas que dialogan con sensibilidades globales. Desde Sonora hasta Yucatán, una generación de creadores indígenas en literatura, pintura, teatro, música, cine y arte conceptual ha dado lugar a paisajes estéticos de radical contemporaneidad. La rearticulación de técnicas, sustratos y narrativas originarias así promovida actualiza las raíces estéticas y políticas de los pueblos originarios. También plantea una crítica a la apropiación indigenista y folclorista que el Estado y las elites artísticas nacionales ejercen sobre las creaciones indígenas. Los y las creadoras reclaman así el derecho indígena de ser quienes decidan cómo actualizar los lenguajes estéticos ancestrales mantenidos por sus comunidades pese a la colonización nacionalista.
Su radicalismo contemporáneo reside en que se trata de excursiones experimentales hacia la raíz, así como en su frontal cuestionamiento a los estereotipos racistas que prevalecen sobre los mundos indígenas. De esta manera podemos interpretar los andantes y luminosos colores en la plástica del artista wixárika Santos de la Torre; la poética tejida en huipiles diseñados por la escritora zapoteca Natalia Toledo; los hilos teatrales que destejen las mujeres tzotziles y tseltales del colectivo FOMMA; el agudo compás lírico en la prosa y el canto del nahua Mardonio Carballo; las interrogantes que desvisten el cuerpo escénico del tehuano Lukas Avendaño; la recombinación de imagen y sonido con la que los colectivos mayas Turix y Tzaykin exploran identidades y diásporas; las instalaciones artísticas que redibujan los orígenes de la artista huasteca Guillermina Ortega, así como el cine de ficción de los mixtecos Ángeles Cruz, Nicolás Rojas, Itandehui Jansen y Armando Bautista y del yucateco Miguel Ventura, urgentes exploraciones y recreaciones de los mundos indígenas míticos, históricos y presentes. Sin mencionar a muchos otros músicos y artistas que utilizan el rock, el reggae, el hip hop, la ópera, y el teatro y el video comunitarios para reflexionar y comunicar lo que significa ser ayuujk, hñahñu, purhépecha, yoreme o rarámuri en el siglo XXI. Las artes indígenas reclaman un reconocimiento más amplio así como espacios para converger, enriquecerse y dialogar con otras prácticas artísticas con respeto y autonomía. En sus experimentos con la raíz, los creadores y creadoras indígenas enfrentan el desafío de reconstruir estéticas ancestrales a fin de remontar los prejuicios del consumidor de arte occidental. Su trabajo sirve a la renovación del patrimonio artístico mundial, al tiempo que actualiza los recursos para contar el mundo con y desde sus idiomas originarios, tanto estéticos como lingüísticos. Las artes indígenas nos enriquecen y nos ofrecen nuevas formas de entender aquello que nos hace diversamente humanos. En busca de la justicia Organización de Traductores, Intérpretes Interculturales y Gestores en Lenguas Indígenas, AC (OTIGLI) De acuerdo con Oxfam, existen seis mil lenguas vivas en el mundo y se reconocen 370 millones de personas que pertenecen a pueblos indígenas, distribuidos en 90 países, quienes custodian un gran acervo de lenguas y culturas diversas, sin contar los que se auto adscriben, los que niegan su identidad o aquellos que no alcanzan a ser contados por los encuestadores. En México, existen 18 millones de indígenas distribuidos en cerca de 20 mil localidades, quienes conservan sus idiomas (68 lenguas, agrupadas en 11 familias lingüísticas). De ellos, 122 mil nativos que conservan y practican su lengua viven el Distrito Federal. De los 18 millones de mexicanos que pertenecen a alguno de los pueblos originarios, existen ocho mil 334 personas que enfrentan un proceso (327 son mujeres y ocho mil siete son varones); siete mil 632 son del fuero común y 702 del fuero federal. Sin embargo, 82 de cada cien procesados no contaron con intérpretes-traductores que los pudieran asistir en su propia lengua vernácula. A pesar de que nuestro país es plurilingüístico y multicultural, durante siglos no se había valorado ni se respetaban los derechos de estos pueblos. A finales de la década de los 70’s y a principios de los 80’s, los intelectuales indígenas y la sociedad nacional se preocuparon por cubrir este vacío legal. Ante esta exigencia y la situación internacional, en 1989 el gobierno federal suscribió el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes (OIT); fue ratificado por el Senado de la República en 1990 y su vigencia comenzó a partir de 1991. Un año después se realizó la primera reforma constitucional relativa a esta materia y en 1994 la rebelión zapatista puso en la agenda nacional e internacional el rezago sobre los derechos de los pueblos originarios. Como resultado surgieron los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena. En esos momentos, el sistema de procuración y administración de justicia a niveles nacional y local era inexistente en la ley, debido a que la mayoría de los indígenas enfrentaban procesos irregulares: en las averiguaciones previas se les hacía declarar en un idioma distinto al suyo, sin el auxilio de intérpretes-traductores que conocieran su lengua y variante dialectal; además, se dictaban sentencias sin considerar su diferencia cultural con respecto a la cultura nacional, por lo que no se cumplían las formalidades esenciales del procedimiento. Previo diagnóstico sobre la situación de los derechos indígenas en las grandes ciudades, hombres y mujeres provenientes de diferentes pueblos indígenas de México, caracterizados por tener una lengua originaria además del idioma castellano, decidieron conformar una asociación civil denominada Organización de Traductores, Intérpretes Interculturales y Gestores en Lenguas Indígenas (OTIGLI) en el año 2000. El objetivo de esta sociedad es contribuir en la solución de los problemas que afligen a los indígenas, principalmente como peritos intérpretes-traductores en materia penal y civil, así como promover y difundir las diferentes expresiones culturales, lingüísticas y comunitarias de nuestros pueblos. Desde que se conformó esta asociación, sus integrantes han promovido los derechos de los pueblos indígenas de México, por medio del conocimiento y desarrollo de la lengua y de la cultura, así como de sus sistemas normativos internos; han contribuido en la formación, capacitación, profesionalización y actualización de intérpretes-traductores en las diferentes lenguas originarias, así como de los peritos culturales por medio de cursos, talleres, seminarios y diplomados; y sobre todo, han coadyuvado a que todo indígena que se encuentre en un proceso judicial o administrativo cuente con un intérprete-traductor de su lengua y variante para hacerse entender en todas las diligencias ante las autoridades encargadas de procurar y administrar justicia, tanto a nivel local como nacional. La actividad de los asociados de OTIGLI se fundamenta constitucionalmente en la fracción VIII, del artículo 2 de la Ley fundamental, que indica: “Los indígenas tienen en todo tiempo el derecho a ser asistidos por intérpretes y defensores que tengan conocimiento de su lengua y cultura”. Además del Convenio 169 de la OIT, la Ley General de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas reconoce a los idiomas indígenas como lenguas nacionales, en la misma categoría que el español, aunque en la práctica su uso oficial está muy limitado: se reduce a la educación bilingüe en zonas marginales; la publicación de materiales de divulgación, y esporádicamente, algunas estaciones radiodifusoras y algunos sitios de internet cuentan con contenidos parciales o totales en lengua indígena. También, en momentos coyunturales, se da la publicación de algunas leyes en lenguas indígenas, pero sólo en las que tienen mayor número de hablantes Actualmente existen leyes reglamentarias, tanto federales como locales, que indican que los tribunales asignarán de manera gratuita “a los indígenas un defensor y un traductor que conozca su cultura, hable su lengua y el idioma español, para que se le explique, en su lengua, el alcance y consecuencias del proceso que se le sigue”. Ante la exigencia de nuestros tiempos, los peritos intérpretes-traductores, así como los peritos culturales, aportamos con el conocimiento de nuestras lenguas y cultura en la procuración y administración de justicia, tanto a nivel local como a nivel nacional, de tal manera que durante el año 2013 participamos con más de cuatro mil 500 horas, y hasta el 30 de noviembre de 2014, hemos rebasado esta cifra.
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