a lucha por apropiarse de un duelo político tiene una larga historia, sobre todo cuando el luto se origina en un crimen. Plutarco narra en sus Vidas paralelas cómo después del asesinato de César en el Senado romano las distintas facciones pugnan por adueñarse del vacío que engendra el desconsuelo público para consolidarse en el poder. Casio y Bruto se disputan la aflicción popular con Antonio, pero éste logra con su elegía fúnebre poner al pueblo de Roma contra los asesinos del César y desencadenar la guerra civil.
Un paralelismo puede trazarse con los esfuerzos por recuperar espacios políticos a raíz del ataque contra Charlie Hebdo. Ésta siempre fue una revista irreverente con el poder, militar o económico, iconoclasta con todos los símbolos de jerarquías, laicas o religiosas. Es y ha sido enemigo del racismo y la discriminación en todas sus manifestaciones. Siempre luchó contra las dictaduras y la arbitrariedad, el poderío militar y el intervencionismo neo-colonial. Pero ahora, en pleno duelo público los representantes del poder militar y económico, los verdaderos arquitectos del terrorismo social, buscan por todos los medios apropiarse de los símbolos y banderas que acompañaron a Charlie en su lucha. Se busca instrumentalizar la tragedia para promover el terrorismo de Estado. Hoy se corre el riesgo de convertir todo esto en un episodio más de la lucha contra el terror
y del supuesto choque entre civilizaciones
.
La concentración en París el domingo pasado tuvo dos contingentes. En el primero, el del pueblo y sus organizaciones, sindicatos y asociaciones civiles, manifestaron repudio al cobarde asesinato de los redactores de Charlie Hebdo y de los rehenes en la Porte de Vincennes. Muchos habían seguido de cerca la épica lucha del semanario y su predecesor, Hebdo HaraKiri, desde 1969. Lucha desde la izquierda en contra del despotismo, la explotación, el engaño y la intimidación.
Pero ese día también desfilaron en París jefes de Estado y líderes políticos de partidos y organizaciones que siempre han abierto las puertas a la guerra, al comercio de armas y a la desvergüenza del capital financiero. Marcharon codo con codo Merkel, Rajoy y Renzi, jefes de la austeridad neoliberal que hoy destruye Europa. No faltaron Netanyahu y otros amigos del militarismo. También se asomaron algunos notables de todo tipo, guardianes del orden moral burgués y de la obesa hipocresía de las buenas costumbres, amigos del racismo y la discriminación. Sólo faltó que se incrustaran Marine Le Pen y sus huestes neo-nazis para completar el cuadro.
Otros ni siquiera tuvieron que viajar a París para explotar el momento. En Atenas el primer ministro aprovechó la oportunidad para lanzar invectivas en contra de Syriza por su postura sobre inmigración. Desde México, el gobierno manifestó su pésame: debe saber que eso no cancela su grave responsabilidad en asesinatos (Tlatlaya) y desapariciones (Ayotzinapa).
La ironía es brutal: luchando por adueñarse del duelo están los enemigos de Charlie Hebdo, los que promueven la guerra contra el terror
y los que han sembrado esta plaga por todos los rincones del mundo.
Se ha criticado la imprudencia de los caricaturistas de Charlie Hebdo. Pero hay que responder con una reflexión política, porque de eso estamos hablando, de política, no de buenas costumbres o de etiqueta. ¿Por qué es tan importante la liberad de expresión? La respuesta es clara: la libertad de expresión es hermana gemela de la libertad de conciencia y las demás libertades carecen de sentido sin ellas. En particular, sin libertad de expresión la libertad de asociación política carece de sentido.
No es exagerado afirmar que la libertad de conciencia y la libertad de expresión son las más importantes del catálogo de libertades republicanas. Por eso los límites a la libertad de expresión solamente son tres: la no incitación a la violencia o a la comisión de un delito, y la difamación. La blasfemia no es una de las restricciones, como lo deja claro la Declaración universal de derechos del hombre y el ciudadano de 1789.
En la prensa internacional, sobre todo en el mundo anglo-sajón, Charlie Hebdo ha sido presentado como un órgano empecinado en ridiculizar el fundamentalismo islámico, como si esa hubiera sido su única veta de trabajo. Nada más alejado de la verdad. Los primeros enemigos de Charlie fueron el fascismo, el racismo, el neocolonialismo, el militarismo y la pena de muerte. El fanatismo religioso y su apoyo hipócrita a estructuras de explotación estuvo siempre en su catálogo de enemigos a vencer, pero no es lo único en la lista.
El lamento público es la partera de un análisis político débil porque el dolor y el ánimo de venganza oscurecen la inteligencia y hacen difícil el razonamiento. Por eso el oportunismo encuentra en el lamento un terreno fértil para sus estratagemas. Hoy más que nunca se requiere un análisis político cuidadoso. La tragedia en Charlie Hebdo no es parte de esa farsa llamada guerra contra el terror
, ni de un pretendido choque de civilizaciones.
Twitter: @anadaloficial