os falsificadores de la historia están al servicio del poder. Lo mostramos hace un año, cuando respaldaron unánimemente la reforma energética de EPN y su mentira histórica volvimos a hacerlo el 30 de diciembre en este espacio, cuando Mitófago hizo suya en todas sus partes la versión oficial de la tragedia de Aytotzinapa (presentada por Murillo Karam el 7 de noviembre); y fue más allá incluso, al calumniar a los normalistas. Ya supérenlo
, dicen, como Peña Nieto. No manipulen el hecho, piden, como el secretario de Marina.
La plana mayor de los falsificadores recorre la misma senda: el 8 de octubre en un programa de radio Macario Schettino aseguró que en las normales rurales nada bueno se enseña y agregó que no fue una matanza originada por la barbarie del Estado, sino por la ausencia de Estado de la que fue responsable Ángel Aguirre… y nadie más. Sería terrible –dice– vincular al gobierno federal con los hechos. El 20 de octubre, en El Financiero, reitera la idea y concluye con un adjetivo que lo pinta:
“Hay regiones enteras en México en las que no hay Estado […] Es un problema derivado del viejo régimen y del proceso de transformación de las últimas décadas. Hay quien confunde y habla de represión o rebelión, e incluso hay quien promueve mezclar otras dinámicas sociales. Antes inventaron no más sangre, ahora demando tu renuncia. Suelen sentirse moralmente superiores. Basura”.
Más mesurado, Armando Fuentes Aguirre, Catón, el mismo 20 de octubre, pidió que se hiciera justicia (lo que para él significaba la aprehensión del alcalde de Iguala y su jefe de seguridad). Mientras no ocurra, continuarán “los desmanes que cometan quienes protestan contra las desapariciones y masacres, pues la falta de aplicación recta de la ley da origen a la instauración de la anarquía […] un peligroso germen de agitación social seguirá vivo”. Parece preocuparle mucho más la gente que en la calle exige justicia, que el mismo crimen.
Luis Pazos va más allá: con idéntica ligereza con la que acusó a los líderes del movimiento de 1968 de provocar la masacre del 2 de octubre (nos ocupamos del tema), ahora adjudica a los propios normalistas la responsabilidad del crimen: “Es indispensable investigar por qué los líderes radicales de esa institución, teóricamente educativa, decidieron secuestrar camiones y enviar en la tarde noche del 26 de septiembre a un grupo de jóvenes hacia un municipio a 260 kilómetros de distancia y tres horas y media en camión […] La interrogante es por qué el comité directivo de esa normal mandó a los estudiantes al matadero”. Y es que, dice:
“Mientras no den una explicación creíble y fundamentada de para qué enviaron a Iguala a esos jóvenes en camiones secuestrados, sabiendo el peligro que corrían, que culminó con su muerte, cabe la hipótesis que fue para darle vida a su movimiento radical, para hacerlos útiles después de muertos”.
Sin embargo, es uno de esos ex dirigentes de 68 acusados de asesinos por Luis Pazos, el que presenta las mejores perlas del pensamiento de los falsificadores de la historia. Este antiguo militante, que hace décadas ya está al servicio del poder y que es uno de los iniciadores de la desmitificación de la historia
llena de hiel, ha dedicado varios artículos al tema (en un periódico que es, también, vocero del régimen priísta). En el primero (10/11/14) respalda la versión de Murillo Karam, dice que se ha hecho justicia y calumnia a los normalistas, sugiriendo que varios de ellos pertenecían al cártel Los Rojos (no pediré pruebas, porque se cura en salud añadiendo no se ha confirmado ese dato
).
El primero de diciembre insistió: nuestro buen gobierno ha resuelto el caso, salvo por el primer eslabón, el de los dirigentes estudiantiles… (mismo argumento que el de Luis Pazos, repetido por otros articulistas). Y a partir de ahí y de la denuncia
de los crímenes violentos cometidos por los normalistas, sus especulaciones crecen: uno de los camiones secuestrados iba a Reynosa, “¿llevaba opio oculto, enviado por Guerreros Unidos, y no lo supieron los normalistas? Para ese cártel, ¿fue evidente que a robar opio habían ido los normalistas y de ahí la orden de matarlos?”, (puesto que para él, varios normalistas eran narcotraficantes). El gobierno ha hecho justicia, pero faltan los dirigentes que enviaron a los estudiantes al matadero; pero si los encarcelaran vendría el clamor: ¡Peña Nieto criminaliza a las víctimas! Los aullidos llegan hasta la Patagonia
. Para hacer justicia, nuestro excelente gobierno debe afrontar el diluvio de quejicas y los aullidos de La Llorona día y noche.
¿Queda claro a quién sirven y qué intereses defienden los falsificadores de nuestra historia?
Twitter: @salme_villista