Problema Jesús Valencia
Me rebelo a formular una biografía y me concreto a un relato de hechos
efinitivamente, el problema Jesús Valencia, no se inició la madrugada del miércoles 17 de diciembre del año pasado, cuando manejando el Jeep placas 588-ZVH, el todavía jefe delegacional en Iztapalapa se permitió disputar el espacio a una camioneta estacionada en el bulevar de La Luz, en Jardines del Pedregal. No tengo datos suficientes para documentar la afición al bullying del niño Chucho Valencia, pero sí una foto de éste, ya crecidito, ejerciendo labores represivas contra un reportero (dicen que de Milenio), que pretendía cubrir algunas actividades perredistas, el 6 de agosto de 2006. También su destacada actuación mapacheril en Acapulco, a donde su jefe Marcelo Ebrard lo envió para apoyar la candidatura del ameritado pacifista don Ángel Aguirre Rivero a la gubernatura de Guerrero: meritocracia en todo su apogeo. Entiendo que para una persona sin mayores sustentos intelectuales, ideológicos, políticos, profesionales, llegar a gobernar la delegación más poblada de la ciudad (y dotada del mayor presupuesto), debe ser un impacto emocional de graves consecuencias.
El incidente mencionado exhibió al rico –que no pobre– diablo que es. (¿Qué no afirma tener tres casas: Iztapalapa, Tlalpan y Pedregal? De 9 millones de pesos, la última). Cada capítulo de esta ¿tragicomedia?, no, que va, ridículo vodevil, nos muestra la catadura moral del protagonista. Me rebelo a formular una biografía y me concreto a un relato de hechos, con mínimos comentarios. El delgado Valencia, migrante de Iztapalapa, sale de una fiesta navideña en el Pedregal de San Ángel la madrugada del miércoles mencionado. Una de las versiones dice que la posada era con sus colaboradores de la delegación y otra que con compañeritos de tribu y de partido (en el PRI se decía de sector y de partido; supongo que en el PAN de congregación y de partido, en el Verde, de bussines y francachela). Hay dudas sobre si inicialmente iba con la familia, a la que dejó en algún lado, o si todo el tiempo viajó solo. La primera hipótesis agravaría, de ser esto posible, su bien ganada fama de irresponsable. Otras pequeñas contradicciones: según versión policiaca, el señor delegado viajaba solo (entonces, nada de que andaba con mi familia, pero la fui a dejar).
Uno de los primeros vecinos que ayudó al señor Valencia está convencido que tenía fuerte aliento alcohólico, pero éste afirma que únicamente tomó jugo de naranja (a menos que haya sido una botella de Grand Marnier, o sea campechana de coñac y naranja amarga). Luis Rosales, subsecretario de Seguridad, no se compromete con información alguna y le echa la pelota a los cuerpos de emergencia que fueron los primeros en atender al delegado. De todas maneras, él puede ordenar que se hagan públicas las pruebas que le fueron aplicadas, en esas circunstancias tan ligeramente sospechosas, al señor Valencia, como a todo ciudadano común y muy corriente o, ¿los delegados no lo son? Que se durmió por el enorme cansancio del trabajo de estos días (trabajo tan abrumador que lo obligó a irse de fiesta en lugar de a la camita). Que no iba tomado, sino cumpliendo su obligación de informar de sus desvelos a la gente: envió 20 mensajes de texto por cuadra. Que andaba agripado (perdón, ¿cómo dijo?), por eso se había tomado su buena dosis de Ativán.
Breviario de interés general: Ativán es un ansiolítico indicado contra la ansiedad excesiva pero, contraindicado si hay consumo de bebidas alcohólicas (así sea el jugo de naranjas agrias arriba citado, ideado por Alexandre Marnier en 1880). Sus reacciones adversas son: somnolencia, letargia, visión borrosa, irritabilidad, deterioro de la memoria, confusión mental (estos síntomas, sin contar los prexistentes). ¿Quién sería el médico que le extendió el récipe que le permitió la adquisición de este medicamento? ¿Acaso el doctor Simi? Ya dentro de los oscuros recovecos del sospechosismo surgen toda clase de hipótesis: debió haber sido una asechanza de los hermanitos Círigo/Arce, que no dejan de acecharlo. ¿Y una venganza de Juanito, que no concede ni perdón ni olvido?
Cada quien piense lo que más acertado le parezca, pero que alguien explique: ¿cuál es la razón por la que un funcionario puede asumir tan irracional comportamiento?: segundo día de posadas y, en las circunstancias que él mismo describe, se atreve a cruzar la ciudad manejando un vehículo ajeno, con valor aproximado al millón de pesos y propiedad de un proveedor favorecido por contratos de 50 millones en la administración que encabeza? A su sola solicitud de transporte todos sus subalternos: directores, asesores, secretarias, ujieres, bedeles hubieran peleado la oportunidad de servirle, permaneciendo todo el fin de semana a su entera disposición. ¿En toda Iztapalapa no hay un sitio de taxis al cual pedir (y con cargo a la delegación, por supuesto) un vehículo deportivo, paramilitar o de lujo? Entonces su costumbre de expoliar proveedores es una rutina: Israel Ortega, del periódico Reforma, nos informa: Valencia usa igualmente la camioneta Grand Cherokee blanca, con placas 621 ZFK propiedad de la empresa Protexer, la cual también, ¡quién lo creyera! es proveedora de la delegación. ¿Descentradito, no?
Les dejo algunas otras declaraciones finales, tan torpes como cínicas: dice Valencia: nosotros (ahora ya habla como el Papa, en primera persona del plural) tenemos un círculo cercano con políticos, empresarios, vecinos con quienes nos movemos (en Iztapalapa como en Éfeso, Heráclito como Valencia: el movimiento es lo único que permanece), y hacemos amistad
. Círculo por demás excitante: a la amistad por el movimiento.
Sigue Valencia: El caso de Luis Molleda (el proveedor de la camioneta tripulada por el delegado Valencia) es porque somos muy buenos amigos, lo aprecio mucho y ni siquiera es de los proveedores más beneficiados. No tiene ni 5 por ciento de lo que se da en contratos en la delegación. (cuando llegue a 25 por ciento le pide prestado el yate y vacaciona en Aruba). Lo conozco desde hace muchos años.
(¿Qué fue primero, el amigo o el proveedor?) Valencia aclara al dirigente perredista Flores García: “fue un préstamo circunstancial…” Yo delegado, él proveedor. ¿Qué mejor circunstancia? Flores insta al delegado a dar ya, una versión creíble
de los acontecimientos. Fíjense bien: no veraz, cierta, sino creíble, o séase una mentira bien dicha. Y le aconseja: ofrecer a los ciudadanos una disculpa, pero con una dosis de humildad. ¡Carajo! Dijo la madre superiora interrumpiendo bruscamente sus rezos. Así que ahora los líderes izquierdosos se han tornado místicos: los delitos se convierten en pecados que no ameritan ceses, multas o cárcel (aunque sea El Torito), sino actos de contrición y dolor de los pecados que, con una penitencia, la salvan: contra el pecado de soberbia, humildad. Con toda razón el soberbio delegado Valencia declaró ufano: “Si la contraloría me comprueba alguna falta, renunciaré. Se equivoca, señor virrey de Iztapalapa: si la Contraloría no se presta al alcahueteo y cumple con sus funciones, usted no tiene que molestarse en renunciar. Usted será, muy justificadamente, cesado. Lo reconozco. Este es uno de mis frecuentes sueños opiáceos: Jesús Valencia Guzmán renunciará, pero para ser candidato a diputado. Lo apoyará el justiciero PRD local y lo apapachará el jefe de Gobierno. Por lo pronto, la semana pasada repartió (según la gacetilla que mandó publicar y pagar, obviamente), obsequios a 70 mil niños. 70x4 electores = 280 mil votos. Si considero que vale la pena y Mancera cede a las tribus y lo hace candidato, agregaré algunas opiniones de vecinos de Iztapalapa y la foto de Valencia en su rol de guarura.
Gran revuelo provocó la publicación del detallito (blanco, alas de gaviota), expresión del amor filial que me manifestaron mis dos hijas. Nunca había recibido tantos correos. Algunos eruditos (Venancio Múzquiz). Igual tenía uno Pedro Infante.
Otros muy amistosos: Sergio López duda que los aguinaldos de mis hijas alcancen ni para el enganche, pero me aconseja la contratación de guaruras para prevenir actos delictivos en mi contra. Musacchio me dice que, con hijas así no puede haber mal padre. Recibí otras muchas comunicaciones en las me preguntan por el estado civil de las donantes, sin importar siquiera edad o peso. Les platico, sin embargo, que me llegaron cuatro que, aunque respetuosas y hasta afectivas, no aceptaron el gracejo que pensé cargado de sarcasmo y pasado de maldad, en relación con el funcionario del Infonavit, Santaclaus oaxaqueño, que le regaló a su hijo un prohibitivo automóvil. Comentaré esos correos no por cuestión personal, sino por lo que socialmente expresan, la próxima semana.
Estoy seguro de que les interesará conocer algunos pincelazos de esa obra monumental del periodismo mexicano que, en los momentos más inoportunos, pasó a retirarse: Julio Scherer. Los compartiré con una emoción que desborda. Denme un tiempecito.
Twitter: @ortiztejeda