as dos principales fuentes de divisas de México han sido tradicionalmente los petrodólares y los migradólares. En 2013, con un valor promedio de casi 100 dólares el barril, México recibió 31.7 mil millones de dólares. En ese mismo año, los migrantes ingresaron 21.6 mil millones de dólares. Pero en 2014 los ingresos petroleros bajaron un 3 por ciento hasta noviembre, luego caerían en picada, mientras las remesas crecieron ligeramente y llegaron a los 22 mil millones de dólares.
No obstante, en el plano económico, hay mucha diferencia entre lo que implica producir petróleo para exportación y lo que significa exportar mano de obra. De lo recabado por Petróleos Mexicanos (Pemex) en 2014 es necesario tomar en cuenta lo que costó producir los barriles de exportación, los salarios –nada malos– de la aristocracia obrera, lo que se lleva el sindicato, lo que cuestan los negociados, lo que tendrá que pagar el país para fondear las jubilaciones de los trabajadores, los moches y la corrupción imperante, el robo sistemático de gasolina con protección policial y los contratos con Oceanografía, por mencionar algunas cosas.
El costo para el país de generar mano de obra para exportación se podría resumir en los 11 años de educación promedio que tienen los migrantes y algunos costos derivados del sistema de salud, para atención en la infancia y luego cuando regresan de viejos. Todo lo demás lo financian los propios migrantes con sus magros ingresos. Ellos también asumen los costos sociales, personales y familiares.
En el año que se inicia los migradólares muy posiblemente aumentarán dada la recuperación de la economía estadunidense; sin embargo, los petrodólares van en picada. En enero ya perdieron 60 por ciento, al estimarse el precio del barril en 40 dólares.
Con este panorama habría que preguntar al gobierno y al Banco de México qué harán y cómo manejarán su principal fuente de divisas. En 2012 cerca de un millón y medio de hogares recibieron remesas y se sabe con exactitud en qué las usan: cerca de 80 por ciento se va al consumo diario (alimentación, vestido, educación, transporte); 8 por ciento, a la inversión en bienes muebles o inmuebles, especialmente la construcción, reparación o ampliación de viviendas, y 12 por ciento se invierte en algún de tipo de negocio, inversión productiva o ahorro.
Pero de los migradólares –22 mil millones de dólares– que llegan al país poco o nada sabemos. El Banco de México da cifras de remesas familiares
, lo que resulta un eufemismo o una metáfora; las remesas son de 200 dólares, se reciben en pesos y se gastan en el país. Los migradólares los recibe el Banco de México en moneda extranjera o divisas, que alcanzan los 22 mil millones de dólares y que se manejan por los bancos, las grandes empresas y el gobierno.
Dado que las remesas de los migrantes constituyen la principal fuente de divisas del país sería conveniente pensar en políticas adecuadas para favorecer su ingreso y premiar a los que meten dólares y no a quienes los sacan.
El costo de la transferencia de divisas se divide en dos partes: la comisión y el tipo de cambio. En el caso de México la comisión que se cobra es de las más bajas a escala mundial: 4.5 por ciento. Y esto fue resultado de una demanda que interpusieron algunos migrantes de Chicago, Los Ángeles y San Antonio en contra de las remeseras más importantes: Western Union, Money Grant y Orlandi Valuta. En aquellos tiempos enviar mil dólares costaba aproximadamente el 10 por ciento; en la actualidad cuesta uno por ciento, sólo 10 dólares.
La demanda particular, por decisión del juez, se convirtió en una demanda colectiva ( Class Action) y en el 2000 se ganó el juicio. Muy acorde con el funcionamiento del sistema capitalista, el juez determinó que cada compañía podía fijar el precio que quisiera, pero lo que no informaban era el tipo de cambio, asunto que fue penalizado y donde radicaba el porcentaje principal de la ganancia y del que se aprovechaban las compañías remeseras y los bancos mexicanos.
Hoy día, 97.5 por ciento de las transferencias son electrónicas y por lo general se fija un tipo de cambio del día y hay menos posibilidades de especulación. No obstante, de acuerdo con el reciente reporte de Bancomer, el costo por el diferencial por tipo de cambio representa aproximadamente entre 25 y 27 por ciento del costo de la transacción. Mientras en los países del norte de África, que tienen políticas específicas de captación de divisas y favorecer a los migrantes, este costo representa 17 por ciento.
Es obvio que el ahorro sería mínimo en lo que representa enviar 200 o 500 dólares de remesas, pero resulta gigantesco si se proyecta al monto total de migradólares.
En México los principales estados que reciben remesas siguen siendo los de siempre: Michoacán, Guanajuato y Jalisco, el corazón de la región histórica de la migración. Pero le siguen cuatro de la zona centro, que se incorporó mucho más tarde a la migración masiva y que pertenecen al área que rodea al Distrito Federal: Puebla, estado de México, Veracruz y Oaxaca.
Según el mismo reporte, las zonas rurales reciben 41.2 por ciento de las remesas; las intermedias, 21.4 por ciento, y las urbanas, 37.5 por ciento. Sigue siendo muy relevante la migración rural de pequeñas poblaciones con menos de 2 mil 500 habitantes y la de los pueblos de menos de 15 mil habitantes. Allí se concentran aproximadamente tres cuartas partes del flujo migratorio, que ha dejado a sus parientes en el lugar de origen y que dependen de los dólares que les mandan.
Para dar una idea de la magnitud del monto que suponen las remesas, analicemos un detalle. El diferencial en el tipo de cambio entre compra y venta en México es de un peso y centavos. Esto significa que el Banco de México o los bancos se quedan con más de 22 mil millones de pesos anuales por la transacción.