Opinión
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El despertar

Don Julio y el sistema

E

l final de los días terrenales de don Julio S.G. han puesto de relieve su significado en la historia contemporánea: un espíritu indomable frente al poder. Él y unos cuantos, nunca muchos si los comparamos con las élites y las masas sumisas y oportunistas, han desafiado al sistema. Grupos, movimientos, líderes políticos, agrarios, sindicales, candidatos, intelectuales, periodistas, todos han sido vencidos, sin una excepción hasta hoy. El sistema ha demostrado tener recursos para destruir, anular, aislar a sus adversarios peligrosos, empleando siempre los medios necesarios sin ningún escrúpulo y sin más propósito que mantenerse en el poder. Es cierto que al fin de cuentas, al menos en la memoria histórica, muchas de las víctimas son los triunfadores. Por ejemplo: Scherer, víctima, es hoy un héroe. Encarna la quinta esencia de las virtudes que una época estima de un hombre. Y Luis Echeverría, su victimario, será recordado, si es que se le llega a recordar, como “el autócrata que destruyó Excélsior”.

El sistema surgió en 1929 de un acuerdo entre los jefes supervivientes de la guerra civil, y ha perdido cada oportunidad que se le presentó para un cambio impulsado desde fuera. A cada resistencia importante respondió con un ataque eficaz. Recordemos en la línea electoral, la coacción, corrupción o fraude contra Vasconcelos en el mismo 1929, Almazán (1940), Henríquez Guzmán (1952), Cuauhtémoc Cárdenas (1988), AMLO (2006 y 2012). Las iniciativas de estos contradictores pudieron haber sido utilizados para una restructuración oportuna. El sistema debe su extrema rigidez a que es un instrumento de una oligarquía que no puede tolerar la reducción de sus privilegios. Misma historia del final del Porfiriato y la revolución de 1910. Algún ingenuo podría pensar que el régimen fue derrotado en 2000, cuando se produjo la alternancia y se abrió la puerta de la oportunidad para la democracia, pero la traición de Fox y la mediocridad del PAN la cerraron. El partido conservador, respetable hasta la época de Salinas, se dejó engullir por el sistema y se volvió una pieza más. Se contagió de su corrupción y respetó su regla de oro: la impunidad. ¿Es invencible este aparato? No creo. Sería muy raro que fuera eterno (Zaid). Hoy pareciera estar en la etapa extrema de su decadencia. Podría ser derrotado en el futuro próximo si se dan, al menos, dos condiciones: 1) Que surja una organización política capaz de articular una oposición moderada en su oferta política, y radical en su congruencia. Con capacidad no sólo de triunfar en las elecciones, sino de defender su victoria. 2) Un quebranto financiero-económico de tal magnitud que le quite el respaldo estadunidense y que, al menos, divida a los grupos de interés que han sido su soporte y sus principales beneficiarios.