El libro era una fiesta
Atsajtsilistle: Una petición de lluvia
Anna Gatica. Acatlán,
Guerrero.
Diciembre de 2014.
“Puede ser que tú no sepas que significa ATSAJTSILISTLE, y yo te lo voy a contar”.Así comienza Atsajtsilistle, libro escrito completamente en náhuatl que, mediante una literatura sucinta acompañada de ilustraciones, nos narra un ritual de lluvias precolombino que año con año sucede en la comunidad nahua de Acatlán.
El “Atsajtsilistle”, que literalmente puede traducirse como clamor de agua, es un ritual que tiene como función el aseguramiento de las lluvias y la fertilidad de la tierra y es considerado la culminación de las ceremonias agrícolas que se practican en la comunidad nahua de Acatlán.
Yeyime itotke ban tlalfikixcha:
Tlakololmej, kotlatlastin niman
tetekuantin. Amantsin tikimixmatis.
Son tres personajes los que festejan;
Los tlacololeros que son los hombres
que siembran en las laderas (tlacolol),
los hombres del viento y los hombres
jaguar.
Ahora los vas a conocer.
Se describen no sólo los personajes, sino también los espacios de ceremonia durante cuatro días del ritual. Con 65 ejemplares impresos con técnica serigráfica sobre papel mina-gris, pastas de caobilla y empastado de concertín el libro termina invitándonos a indagar más sobre el ritual:
Aman yo ti kitak. Yo timits totomijle
kenike yatok jin atsajtsilistle. Tla itla
okse tneke timatis iban xmotlajtole
aka nantle noso tajtle, yame no
kualtsin mits tomilise jin tlamachilistle.
Ahora ya viste, ya te he contado como
sucede este ritual de petición de lluvias.
Si quieres saber más busca conversar
con alguna señora o señor del pueblo,
ellos te narrarán más de éste ritual.
Cada ejemplar cuenta con 19 páginas, 12 de las cuales están ilustradas y firmadas por sus autores. Sandra Silva Bello, comerciante y artesana, fue la encargada de inyectarle música y cadencia al proceso del libro, la primera en llegar y a la que nunca le faltaron sonrisas. Sandra Matías Lima, de oficio panadera, pese a que fue la última en agregarse, le fue muy fácil tomar el ritmo de trabajo y la dinámica del grupo. Dulce Yazmín Linas, maestra de preescolar, la más dedicada del grupo, pese a que durante el proceso enfermó dos veces, estuvo siempre atenta a cada indicación y era de las últimas en irse. Miguel Hilario Moreno, artesano, con varias complicaciones derivadas de su trabajo, no estuvo en la última fase del libro pero estuvo siempre atento del proceso. Ricardo López, agrónomo de profesión, llegaba casi siempre a prisa, agitado y con sed, después nos compartiría que esos meses fueron bastante pesados y apenas tenía tiempo de pisar su casa para dormitar e iniciar nuevamente sus jornadas de trabajo. Francisco Villares, estudiante de derecho, cantante y grafitero, viajaba durante una hora para poder acompañarnos los fines de semana, en éste tiempo grabó su primer disco. Francisco Villa Vargas, artista plástico veracruzano, llegó a inyectarle fuerza al trabajo, detallista y obsesivo nos tuvo a todas y todos hasta altas horas de la noche. Israel Torres, artista gráfico duranguense y responsable del proyecto, privilegió siempre la convivencia por sobre los resultados. Entre una pila de bondades nos hizo cómplice de su adicción por el café. Víctor Wences Javier Xóchitl, estudiante de preparatoria, el más distraído de todos y también —que contraste— de los más perceptivos, permaneció hasta muy noche corrigiendo detalles y adelantando trabajo. Por ultimo, el más pequeño del grupo, José Antonio Aguilar, estudiante de secundaria y ayudante en el negocio de las velas, nos hizo hacer rabietas. Éramos diversos en edad, profesión, creencias religiosas, gustos musicales, perspectivas y capacidades, condiciones empero que nos acercaron a ejercer plenamente la escucha, el diálogo y la construcción de acuerdos colectivos.
Álvarez Tres, en la comunidad de Acatlán, es donde se ubica la sede del Laboratorio de Arte TETL (“piedra” en náhuatl), una iniciativa de descentralización de la práctica profesional artística. Uno de sus objetivos es la generación de espacios públicos-comunitarios que fomenten y coadyuven al empoderamiento identitario. En éste han colaborado creadores de Durango, Michoacán, Veracruz, Guanajuato, Estado de México y Guerrero; entre ellos Israel Torres, Luis Antonio Ávila Martínez, Francisco Villa Vargas, Luisa Angélica Meza Porras, Naín Rodríguez y Salvador Porfirio. Si bien su sede se encuentra en Acatlán, también realiza actividades en comunidades de Durango y Michoacán.
Las razones para realizar un libro fueron por una parte la preservación del ritual de petición de lluvias desde la perspectiva de jóvenes de la comunidad de Acatlán, y por otra la valoración del trabajo comunitario mediante una creación colectiva. Consideramos que una de las funciones más importantes de los libros es servir como soporte de la memoria, preservando su presencia.
Al igual que el ritual de petición de lluvias, nuestro libro es una gran fiesta, una creación colectiva desde su germen más remoto. Un encuentro que requirió prescindir de la autoría individual para reconocernos en lo común, un guiño del que nos abrazamos para generar acción, curiosidad permanente que nos mantuvo atentos del otro tres horas diarias, durante los dos meses que nos dimos cita para compartir, conversar, dibujar y tomar café de la sierra guerrerense. Fiesta que pretendemos siga creciendo.