Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Houellebecq, polemista provocador
E

n Francia, el libro que realiza las ventas más importantes es el de Valérie Trierweiller, Merci pour ce moment. Se trata, en efecto, de un best-seller, edición en francés y traducciones, el libro se dirige hacia el millón de ejemplares vendidos. Es cuestión, ahora, de llevarlo al cine. La antigua compañera de François Hollande, actual presidente de Francia, relata su relación y su tormentosa ruptura con quien le permitió ser, durante un breve periodo, la primera dama. La narración, en detalle, de escenas desastrosas, es juzgada por algunos como la venganza de una persona vulgar e indiscreta; otros, prefieren admirar el valor de una mujer humillada y sincera. La polémica ha amplificado la curiosidad y… la cifra de ventas.

Otro libro que aparece estos días parece prometido a un destino similar, aunque se trate de una obra por completo diferente. Es la novela Sumisión, de Michel Houellebecq. El libro aún no estaba en librerías cuando ya todos los medios hablaban de él. Debe reconocerse que el tema es sulfuroso: bajo la forma de política ficción, el autor imagina nada menos que el argumento de un evento histórico: en 2022, el presidente de Francia será musulmán. Elegido por el efecto del número creciente de ciudadanos franceses musulmanes y por la alianza de los partidos políticos tradicionales, unidos contra el único adversario que queda frente al candidato representante del islam: Marine Le Pen, del Front National. Nueva polémica. Unos afirman que el libro es islamófobo, como su autor, y que se trata de una operación comercial basada en una provocación. Otros toman la hipótesis en serio y sostienen que los musulmanes están a punto de tomar el poder en Francia y, así, de imponer la ley musulmana, la sharia. Los editores se frotan las manos: tal debate vale más que cualquier campaña publicitaria.

Seis millones de franceses musulmanes representan una fuerza electoral considerable. Los sondeos indican que Hollande fue electo presidente gracias a sus votos. Así, el panfleto novelesco de Houellebecq embaraza a la izquierda por su lado provocador islamófobo, a contracorriente de lo políticamente correcto.

Acaso el verdadero debate sería aquél donde se plantearía la cuestión siguientes: ¿un libro debe explotar los sentimientos más irracionales de los lectores, exhibicionismo para voyeurs de Trierweiller, miedos en Houellebecq, para asegurar su posición a la cabeza de las ventas, o bien debería ayudar a pensar el mundo que vivimos? Pero, pensar no es quizás el objetivo de los libros publicados en la actualidad. Más vale buscar el escándalo, es decir, el éxito. Los altercados y escenas conyugales no interesarían a nadie si no fuera porque se trata de la pareja presidencial y donde el jefe de Estado se ve reducido al personaje de un patán.

La cuestión de culturas y religiones diferentes, de comunidades heterogéneas, tratada superficialmente en un guión simplista de política ficción, deja de lado la verdadera tragedia de la historia en beneficio de una comedia rocambolesca. En los dos casos, Trierweiller y Houellebecq, se logra el triunfo: las ventas se ven lanzadas en forma segura por el escándalo y la provocación. Conformarse al principio según el cual los libros son productos como cualquier otro, fabricados para venderse. El lenguaje, en vez de ser transmisor de sentido, se vuelve una simple materia, un objeto utilizable en vista del mejor resultado comercial posible.

Las leyes del comercio son universales. Un producto remplaza otro, es necesario cambiar los escaparates. Destino de libros convertidos en mercancías. Se inventa, así, incluso la expresión libro kleenex, objeto desechable.

¿Qué sucede hoy con eso que se llamaba literatura?

Escribía las líneas precedentes cuando oí la noticia del asesinato de 12 personas, 10 de ellas periodistas de Charlie Hebdo. El horror de los hechos reales es a veces peor que lo imaginado por escritores. Hablaré de esto otra vez.