La diva cubana
ocos bailarines en el mundo y en la historia de la danza han logrado el estrellato total durante su carrera como la diva cubana Alicia Alonso, considerando la cantidad de años invertidos en el trabajo de entrenamiento académico que se requieren en la barra del ballet para llegar a ser una estrella, una prima ballerina assoluta reconocida internacionalmente, y cómo lo ha logrado esta excepcional artista. Alicia Alonso, con sus 90 años recientemente cumplidos, continúa trabajando en el Ballet Nacional de Cuba.
No deja de sorprender y conmover ese tesón, esa fuerza arrolladora que la hace vivir para celebrar 50 años de lucha durante el bloqueo estadunidense a la isla, la reconciliación –si se puede llamar así– de Cuba y el poderoso imperio de Estados Unidos.
El Ballet Nacional de Cuba nació en una hermosa casa del Vedado en La Habana hace más de medio siglo, gracias al impulso y la bravura de la pareja de los Alonso, Fernando y Alicia, maravillosamente dotados y talentosos, al nivel del American Ballet Theatre, donde bailaron tantas veces para después, una vez obtenido el apoyo generoso que la revolución cubana otorgó al ballet, como nunca lo hizo el régimen derrocado de Fulgencio Batista, lograr la consolidación oficial del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Tras una visita con la Compañía Mexicana de Danza Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes, a la que yo pertenecía –la cual fue invitada oficialmente para una corta temporada en el Teatro Nacional y el Mella– logré quedarme un tiempo en La Habana para tomar clases con el maestro Fernando Alonso, quien me aceptó en la escuela adjunta a la sede del BNC.
La experiencia de las clases con el maestro Alonso en la sede del BNC me abrieron el mundo. Nunca había experimentado mi cuerpo tan extraordinaria metodología: la colocación, ritmo, energía y tensión de cada movimiento reflejaban definitivamente el sistema desglosado en su lógica perfecta de cada secuencia, el uso de la fuerza o suavidad, que paso a paso abrían un nuevo camino a la inteligencia muscular y corporal. Sin embargo, por todo en su conjunto, una serie de ideas y nuevas rutas empezaban a abrirse para mí.
Esto, sin duda alguna, fue definitivo. Comprendí que había que empezar desde el principio
, pero a los 20 o 22 años más o menos, ya no lograría lo deseado, aunque sí lo suficiente para nuevos proyectos. Lo maravilloso de aquellas clases y la experiencia fue el observar cómo en aquella casa, en los salones y su pequeño teatro experimental, donde me permitieron montar dos coreografías, Alicia y su gente maravillosa habían logrado crear una nueva escuela de ballet: un estilo cubano, calidad técnica, pedagogía específica y todo lo que comprende los procesos de enseñanza-aprendizaje al mejor nivel en la propia compañía.
Ya no era el ballet ruso, el francés, el italiano o el estadunidense lo único que valía la pena ver; ahora, el nivel, el arte del ballet cubano, en América Latina y el mundo, era una realidad sorprendente, casi milagrosa.
Alicia Alonso continuó sola, afinando y delineando la escuela cubana de ballet. Asimismo, formó primas ballerinas reconocidas como grandes figuras en el mundo, impulsó a nuevos coreógrafos, estructuró un repertorio con personalidad nacional, y montó grandes obras del ballet tradicional, todo con la visión de la diva y su gran experiencia.
La escuela de ballet cubano es tan importante como cualquier método europeo o estadunidense, pues lograron un estilo y una metodología sólidas, bien definidas; una calidad propia excepcional, distinguida y reconocida, cuya escuela se imparte en numerosos países, incluido México. Desgraciadamente, el convenio de la escuela cubana impartiéndose en México, al ballet clásico, no duró mucho. Prejuicios y limitaciones personales echaron por la borda un importantísimo proyecto cultural y artístico, más allá de ideologías o fanatismos inoperantes, la metodología cubana ya no es tan extraña en las escuelas oficiales de ballet, tanto como en las privadas.
Alicia Alonso y su gente supieron en su momento no sólo ir a bailar a la montaña, rancherías, pueblos encaramados en la selva, fábricas de tabaco, etcétera. También los bailarines cubanos aprendieron lo que es cortar caña y colaborar en el trabajo voluntario, con singular entusiasmo.
Cortar caña y arrancar papas o yuca, que quiebra la espalda, fue algo que se conoció entre los bailarines, con sudor y sentido de unidad de un pueblo, mientras los buques de la armada estadunidense, estacionados frente al malecón de La Habana, vigilando cualquier posibilidad de ser atacados. Era de risa loca la amenaza y agresión: los cubanos la tomaron muertos de la risa.
Así la dimensión de esta diva, peculiar y única en la danza, quien junto con otros artistas, de increíble valor, serenidad y unidad, encabezados por ella, crearon una epopeya inolvidable en la historia de dicho grupo y el país entero.
Ahora, con los nuevos tiempos y el bloqueo levantado a Cuba –no todo será de dulce– la danza cubana, con las sólidas bases que posee, sabrá desarrollar aún más sus valores y resguardar lo logrado hasta el presente.