l entorno del poder en la Unión Europea siente, en su costillar estructural, agudas punzadas de un cambio no previsto. Las cuentas de sus balances generales no han sido, a lo largo de estos recientes años, nada halagüeñas. El conjunto de medidas adoptadas por sus líderes políticos y burócratas centrales no han modificado, menos aún depurado, los problemas formados a raíz de la crisis de 2008. Aun las grandes economías avanzadas acusan serias dificultades para retomar la senda del crecimiento y se alejan, con inaudita velocidad, de los repartos de riqueza antes acostumbrados. En los países periféricos, España y Grecia en especial, se han generado, inesperadamente, movimientos político-sociales que llevan, en su interior, energías que pueden trastocar el panorama hasta ahora conocido por sus sociedades.
Las trompetas de alarma suenan por doquier y alientan a conjurar el peligro. Se lanzan señales de incomprensión, tensión y enojo. Las amenazas mismas hacen su aparición por boca de Angela Merkel quien, al dirigirse a Grecia, advierte que elegir a Syriza, una formación de izquierda con ímpetus renovadores, implicaría, según ella, la inmediata salida de los griegos del área común. Sus palabras fueron, sin embargo, matizadas tanto por dirigentes alemanes como por comisionados en Bruselas. La gobernadora del Ática, Rena Dourou, de 40 años y elegida por 51 por ciento de sus conciudadanos –que representan 40 por ciento de los griegos– rechaza de manera inteligente cualquier intento injerencista del exterior. No se trata, dice, de estar en favor o en contra de Europa, sino de saber cómo se llegó al punto actual y la manera de funcionar de la Unión. Ella hace pareja, en Zyriza, con el más aventajado (según varios sondeos) de los aspirantes (Alexis Tsipras) a la presidencia en la cita electoral de enero.
El temor a la disidencia de las políticas neoliberales dominantes plaga, de manera autoritaria, a los poderes establecidos en todos y cada uno de los países comunitarios. Saben que, aunque la economía griega es pequeña (sólo 2 por ciento del PIB común) sus poderes disruptivos, en caso de modificaciones no deseadas por el resto, son bastante mayores. En el centro de las urgencias oficiales se encuentran, claro está, las borrosas cuentas sobre la deuda soberana, tanto de Grecia como lo será después la española. En ambos países se han desarrollado de manera espectacular sendas formaciones políticas fuera del orden establecido. Han avisado que, en caso de llegar al poder nacional, revisarán con detalle y auditorías al calce, tan voluminosos compromisos adquiridos e impuestos por la famosa Troika (el trípode formado por el Fondo Monetario, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea).
Otra de las cuestiones no menos trascendentes toca al reparto que ahí se viene haciendo de la riqueza generada. En ambas naciones la concentración del ingreso cabalga a ritmo alarmante. Los salarios y las prestaciones sociales caen sin tapujos, pero las utilidades de los grandes conglomerados, en especial los bancarios, suben. Los dos países muestran los más elevados índices de pérdida de empleo de la comunidad, en especial entre las juventudes. El daño colectivo por la aplicación de las medidas de austeridad ya es intolerable para muy vastos grupos sociales. Estos forman, precisamente, el grueso de los apoyadores tanto de Zyriza como de Podemos, el recién formado partido español que lidera Pablo Iglesias.
En España la reacción al crecimiento de Podemos ha detonado toda una andanada de ataques mediáticos en contra de los recién electos dirigentes de esa agrupación. Las acusaciones son hasta infantiles, pero continuas, intensamente difundidas por la mayoría de los medios, casi todos ellos bajo control de los grupos bancarios. Se trata de ligar a Podemos y sus dirigentes con los temores, ya bien interiorizados por las audiencias y los electores, de diablos actuales: el chavismo, el castrismo y el populismo irresponsable. Han escarbado, con ahínco ejemplar, en la vida personal de todos y cada uno de los que integran la cúpula de Podemos. A falta de materia de escándalo, las baterías se dirigen hacia el programa económico y de proyectos sociales que aún no publica el partido, pero que, en esencia, seguirá lineamientos de la propuesta elaborada por un conjunto de intelectuales de izquierda liderados por Vincenç Navarro, un académico catalán que requiere, por su sólida trayectoria y fama bien ganada, todo un análisis posterior. Los argumentos usados por la contraparte, todos ellos intelectuales orgánicos del sistema ( opinócratas que en España se les llama a muchos de ellos, tertulianos por ser habitués de la televisión y la radio) son similares a los otrora empleados para desacreditar las posturas de Andrés Manuel López Obrador tanto en su oferta renovadora de la estructura burocrática del gobierno (ahorros y austeridad) como en sus postulados fiscales o de inversiones energéticas.
La congruencia y capacidad mostrada por Podemos ha ganado el fervor de una creciente masa de simpatizantes, afectados por la austeridad los más, desengañados por la corrupción del oficialismo otros y el resto por la búsqueda de una vida democrática más cercana a sus creencias y deseos. Lo cierto es que Podemos ya es un contrincante capaz de dislocar el dócil reparto de prebendas, posiciones y negocios que los dos grandes partidos (el Popular y el Socialista Obrero Español) hacían sin recato alguno. En México todavía hace falta buena parte de camino por recorrer para llegar a la capacidad de succionar el actual descontento pero, con algo de suerte adicional, hacia allá puede otearse algún horizonte factible. La incapacidad de la dirigencia europea para captar los motivos de sus desarreglos es similar a la mostrada por la élite local para absorber, procesar y dar alguna salida aceptable al fenómeno de enojo y reclamo que domina el panorama nacional.