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Cuba y la Letra del año
E

ntre los vaticinios y recomendaciones de la Asociación Cultura Yoruba (Letra del año 2014), el consejo mayor de sacerdotes cubanos Ifá dijo: Debemos ser muy organizados en todos los aspectos de la vida, para garantizar una mejor forma de vida.

Profecía cumplida: el 17 de diciembre pasado, en un mundo intoxicado de noticias que son flor de un día, Washington y La Habana anunciaron, simultáneamente, la reanudación de relaciones bilaterales, rotas el 3 de enero de 1961 por el gobierno de Dwight D. Eisenhower.

Gran victoria de la revolución cubana. Gran derrota de la industria anticastrista de Miami.

Rebobinemos aquel año en el que América Latina dejó de ser un pie de página, y cuando en vísperas de los renovados planes de invasión a la isla –diseñados por el agente Richard M. Bissell y aprobados por el todopoderoso director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Allen Dulles–, Fidel pronosticó que el sucesor de Eisenhower, John F. Kennedy, vería primero una revolución victoriosa en Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba.

Tres meses después, con respaldo político de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el apoyo aéreo y naval camuflado del Pentágono, la CIA lanzó la invasión militar, integrada por más de mil 500 mercenarios, que en 72 horas mordieron el polvo de la derrota en Playa Girón.

Fidel proclamó entonces el carácter socialista de la revolución. Y, a partir de ahí, 10 presidentes y 17 administraciones del imperio se estrellaron contra un pueblo situado a 90 millas de distancia y armado de una conciencia nacional, patriótica, antimperialista y martiana, en un territorio con una población 84 veces menor y 350 veces inferior a la de Estados Unidos.

Con el bloqueo y los sabotajes permanentes, la revolución tuvo que aplicar, obligadamente, el socialismo de guerra y, por consiguiente, inmerso en una praxis distinta a la pregonada por los malhumorados teóricos del marxismo vulgar.

La revolución fue impulsada por tres generaciones de militantes heroicos, internacionalistas, solidarios y generosos que, en sendas etapas, superando sufrimientos y carencias sin cuento, caminaron sobre un sendero de brasas:

a) La que en 1959 pegó el golpe de timón y, en pocos años, pasó de la revolución en la revolución de un francés advenedizo al cuento de si Galileo inventó o no la mecánica clásica, porque era la que correspondía ideológicamente al capitalismo mercantil;

b) La que en el decenio de 1980, mientras Pablo Milanés cantaba “No vivo en una sociedad perfecta…”, se puso a revisar ciertas premisas ideológicas, causando la desesperación de una porfiada señora chilena que, con cuadros y flechitas confundía althusserianamente las cosas diciendo que la estructura de una formación económica social era una articulación de partes y no una totalidad.

c) La que hoy, con el apoyo de América Latina y un Papa peronista, se apresta a luchar contra las nuevas formas del imperialismo depredador, que en los cuatro puntos de la tierra concentra y a un tiempo disemina el gran capital.

Ahora, y según el politólogo Esteban Morales (director de Temas, importante revista de ciencias sociales), el mayor desafío para el gobierno cubano es encontrarse en una situación estratégica y táctica inédita. No se trata de otra ronda de cartas, sino de un juego nuevo.

Agrega: “El gobierno de Estados Unidos no ha renunciado a formular su interés nacional en nombre de la democracia y la libertad, como tampoco los cubanos han relegado los suyos sobre independencia, desarrollo equitativo y democracia popular…

“Confundir los réditos de la pipa de la paz con los de un acto de contrición ideológica no ayuda a apreciar la trascendencia histórica y el valor político de este cambio. Como botón de muestra, veáse la avalancha de neocubanología que ha acompañado la noticia (…) anunciando el fin (ahora sí) del socialismo cubano.”

En la VII Cumbre de las Américas, que se llevará a cabo en Panamá del 10 al 11 de abril, coincidirán por primera vez un presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el máximo dirigente cubano, Raúl Castro.

Para el canciller uruguayo, Luis Almagro, la cumbre de las Américas en Panamá puede ser el inicio de ese nuevo proceso de consolidación de confianza mutua, donde todos los países sientan que pueden ganar un poco, porque su agenda nacional de progreso se verá reforzada por la cooperación. Será histórica, porque esta vez no habrá exclusiones. Las recientes buenas noticias en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y la confirmación de la asistencia cubana a la cumbre así lo auguran.

De mi propia letra para 2015, cierro con la opinión requerida por un amigo cubano que, a quemarropa, preguntó de qué debía cuidarse la revolución en el futuro mediato. Respondí: En primer lugar, de ciertos profesores del proletariado, a los que Cuba continúa dando cuerda. Y luego, de ustedes mismos.