n general, sólo mediante cita previa es posible visitar la nutrida colección de pintura que alberga el Banco Nacional de México en el Palacio de Iturbide, con la coordinación del Fomento Cultural Banamex, que dirige Cándida Fernández de Calderón, autora de la selección de las piezas que ahora se muestran en varios rubros: desde el virreinato, con los famosos biombos y cuadros de castas, uno de los cuales, anónimo, tiene como fuente de inspiración el panel central de El jardín de las delicias, de Hyeronimus Bosch, hasta la actualidad, pasando por uno de los apartados más interesantes y nutridos, el del siglo XIX.
Para el paseante actual, aficionado al arte, aunque no sea especialista o coleccionista, ver la exposición ¡Puro mexicano!, exhibida en el Museo Nacional de Arte (Munal), y de allí dar unos pasos para ingresar al Palacio de Iturbide, ahora denominado Palacio de Cultura Banamex, es un agasajo que permite cotejar desde piezas de un mismo autor, hasta la relevancia que pueden tener ciertas obras anónimas, como la mencionada líneas atrás. Son 130 obras que conmemoran los 130 años de existencia del banco, y siempre ha sido posible examinarlas, pero en el contexto que les es habitual: las diversas dependencias y oficinas del propio banco. A nadie debe extrañarle eso; dicha estrategia permite que las obras siempre sean visibles, aunque para grupos reducidos de veedores; esa es la razón por la que a modo de efeméride, tanto esta institución como la red de museos INBA-Conaculta, ofrece actualmente exposiciones, teniendo como base las propias obras de acervo, ese es el caso no sólo del Munal y del Museo de Arte Moderno, sino igualmente del Museo Nacional de San Carlos.
La exposición de Banamex ocupa la planta baja y la mayor parte de las salas en el primer piso. Diré que estos espacios compartimentados, que no hay que perderse de visitar, permiten en mayor medida apreciar las obras por rubros, géneros o regiones; desde mi punto de vista, una de las salas mayormente disfrutables es la que aloja a varios artistas oaxaqueños junto con otros de las mismas generaciones. Están Francisco Toledo con la Bicicleta de los arquitectos, que anteriormente se titulaba Bicicleta de los arquitos o simplemente Bicicleta oaxaqueña; el gran cuadro de Sergio Hernández, que es como un insectario, y muy particularmente La familia del circo, de Guillermo Holguín, el de mayor tamaño que en la sala mencionada se exhibe. Aclaro: no es un cuadro grandote
, es una composición muy bien urdida, incluso desde la idiosincrasia con la que el autor supo captar una temática de tanta vigencia pictórica en la historia del arte moderno y contemporáneo, como es el mundo circense. Sus freaks lo son realmente. Son dignos de Tim Burton, por ejemplo.
Siempre he dicho que cualquier pieza puede producir impresión de monumentalidad, independientemente de sus dimensiones, como ocurre v. gr. con Las músicas dormidas, de Tamayo, que pertenece al acervo del Museo de Arte Moderno, donde puede verse hoy día en la exposición conmemorativa de los 50 años que han transcurrido desde su inauguración. Igual el Día de San Juan, de Julio Castellanos, cuyas dimensiones son mínimas (aunque no es una miniatura
, eso es cosa distinta), es una pintura que posee monumentalidad. Ésta se exhibe en el salón de la planta baja del edificio.
Hace algunos meses, Verónica Aguilar en equipo con otros especialistas, incluídos videastas, de Fomento Cultural Banamex, orquestaron un operativo por medio del cual determinadas obras fueron analizadas en discos interactivos mediante procedimientos digitales y unas más comentadas en vivo por especialistas, cuyas voces y presencias se grabaron. Es una manera muy actual de interactuar con el público. Como parte final, en el postrer periodo de exhibición, ese material se encontrará disponible para el público asistente (la entrada es libre) durante el tiempo de vigencia que mantiene la muestra, o sea, enero.