Por los caminos del sur...
sí comienza una de las canciones más bonitas de todas las que existen: “Por los caminos del sur/ vámonos para Guerrero…”
Una inmensa mayoría de mexicanos la conocen, sin embargo, por lo que se refiere al estado libre y soberano de Guerrero, son muy pocos quienes realmente se han interiorizado en él y, menos aún, quienes se han preocupado seriamente por lo que ahí sucede y han levantado al menos un dedo en su favor.
Permítaseme hacer por lo menos dos atentos recordatorios.
Hace 200 años un cura hasta 1810 en verdad insignificante partió de Indaparapeo con la encomienda del padre Hidalgo de insurreccionar la Tierra Caliente de Michoacán y lo que hoy es la costa del estado de Guerrero. ¡Vaya que lo hizo! En poco tiempo se convirtió en el principal dolor de cabeza de la Corona española en esta América mexicana y la mata siguió dando aun después de su fusilamiento.
Don Vicente se parapetó en el dicho sur, atosigando a más no poder la ruta de rico comercio de Acapulco a México y, para ponerlo en paz y realizar la encomienda de los grandes capitales del centro de México, Iturbide no tuvo más remedio que pactar con él, precisamente en Iguala.
El acuerdo resultó benéfico para Iturbide y, a la postre, también para todo México, mas para el sur no representó mayor beneficio.
Con el paso del tiempo, en Ayutla, el sur volvió a levantar el brazo, pero con el puño cerrado. Entiéndase aquí por sur desde el actual Guerrero hasta el sur de Jalisco por toda Tierra Caliente. Gordiano Guzmán, desde Aguililla, Michoacán, hasta Tamazula y Zapotlán el Grande, en Jalisco (hoy Tamazula de Gordiano y Ciudad Guzmán, respectivamente), representó a los surianos y ofrendó su vida cuando comenzó la guerra contra el centralismo descarnado que impuso López de Santa Anna.
La paz no sobrevino hasta que la Revolución de Ayutla logró la caída del dictador, pero el Sur siguió abandonado. Tal parecía que cuidar el camino de Acapulco era lo único que importaba e importa al gobierno central.
Ya no cuento con Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, campeadores en el mismo territorio, y cientos de personajes de los que nunca tuvimos noticia, esparcidos por toda la zona que llegó a responder a las órdenes de Guerrero y Álvarez.
Al parecer es muy poco lo que han hecho los gobiernos nacionales en favor de esas tierras sumergidas en el oprobio, que ahora pasan unas facturas de muchos lustros, fuertemente incrementada por los recientes gobiernos de Fox y Calderón, a la cual se suman otras menores de otras entidades republicanas.
El gobierno de la República, pues a todo el país atañe lo que sucede en Guerrero y Michoacán, está obligado a una acción muchísimo mayor que la realizada en Chiapas para contrarrestar a los zapatistas
de aquella zona que, comparado con los insumisos e inconformes del sur, representan una parte pequeña.
No se trata de menospreciar a los rebeldes chiapanecos, por supuesto, sino de insistir en que la problemática de los Caminos del Sur es infinitamente mayor y reclama de un verdadero concierto general de todas las fuerzas pudientes de este país que en verdad resuelva y no se concrete nada más a someter.