Opinión
Ver día anteriorMiércoles 24 de diciembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Globocolonización
A

l religioso brasileño conocido como Frei Betto debemos el término que mejor describe lo que es la globalización: una colonización potenciada, cuya base es el lucro y la explotación inherentes al capital y el poder mundializado de los monopolios.

De la estirpe de los frailes Antonio Montesino, Bartolomé de las Casas y Servando Teresa de Mier, todos ellos dominicos y defensores de las causas de los marginados y oprimidos, Frei Betto es una de las voces más reconocidas de la teología de la liberación. Con todo, las implicaciones de la globocolonización son más amplias y crueles de lo que Frei Betto ha explicado.

La globocolonización es unilateral, pero su eficacia reside en la colaboración de los Estados nacionales. De aquí la estratagema de estar todos en la misma situación geométrica respecto del mercado internacional aparentemente unánime y nivelador.

Es unilateral el proceso, porque no son los países colonizados o neocolonizados los que se benefician de la actividad económica desplegada por los bancos y empresas con sede en los países metropolitanos. De la colaboración se encargan aquellos nucléolos sociales que también se benefician de una parte de la riqueza apropiada por los capitales de mayor capacidad. Desde su condición subordinada contribuyen al cumplimiento de las políticas que dicta el capitalismo organizado en instituciones de alcances planetarios.

Hace ya tiempo, muy diversas voces han llegado a una conclusión que explotó en hechos nefandos: crímenes de lesa humanidad, despojo encarnizado de los recursos naturales de ciertas regiones, corrupción desaforada, impunidad e infamia, sobre los que se miente todos los días y a todas horas. La forma de gobernar en nuestro país consiste en mentir, dice Sara Sefchovich en su libro País de mentiras. Esa conclusión es la de que hay un nexo de causa a efecto entre la globocolonización y la violencia del Estado hacia los sectores más vulnerables. Tal realidad es comprobable, salvo para los que mienten, los interesados y/o despistados que los siguen y hasta para algún escritor premiado con la mitad de aquello que con sus palabras se ha podido granjear.

Las potencias de la globocolonización –Estados Unidos, de manera específica para América Latina– han visto en México un verdadero botín. Y es por medio de un entendimiento con sus gobernantes que establecen las condiciones para venir a invertir. No son más sofisticadas que las del coloniaje decimonónico: privilegios, seguridad militarizada, vasallaje laboral, gobierno disciplinado a sus intereses. Si es preciso apelar al terrorismo, la tortura y la muerte, como ya se ve, sin duda se hará. El dictum es control con otros nombres. Alguna variante del antiguo orden y progreso o bien paz social, paz universitaria y paz laboral, las tres demandas que los empresarios regiomontanos le exigieron a un gobernador que antes fue regente de la ciudad de México. La sociedad nuevoleonesa, después de 35 años, no se repone aún de la estela que dejaron. Ese político no tuvo que irse a los extremos que han llegado los de ahora. Supo del pie que cojeaban las diversas fuerzas políticas; además, que la incultura de la corrupción y ciertas dosis de actos represivos eran suficientes para que todos quedaran sujetos por su cincho autoritario.

Me pregunto si los políticos que toman las decisiones básicas en nuestro país, aparte de oír zalemas, leen la prensa o se asoman a la información que circula en Internet. De hacerlo podrían percibir la existencia de una gran masa que se siente traicionada, desoída, despojada, robada, engañada, ultrajada, objeto de un gran desprecio, pero también encolerizada y dispuesta no sólo a manifestar verbalmente su repudio hacia ellos.

La sociedad no parece tener otra opción para defenderse de agresiones a su economía, al patrimonio común, a su propia integridad y a sus derechos fundamentales, que organizarse de manera distinta a como lo hace el Estado. Y eso implica decidirse a construir otro proyecto, otro modelo de país que pueda responder con autonomía a la globocolonización multidentada que la amenaza y destruye.