María del Rosario Ávalos fue ejecutada por una patrulla militar en 1973
Martes 23 de diciembre de 2014, p. 14
Santiago, 22 de diciembre.
Ernesto Yoliztly Lejderman Ávalos, hijo de la única mexicana ejecutada durante la dictadura militar chilena (1973-1990), María del Rosario Ávalos Castañeda, reiteró su interés por la reapertura del caso para juzgar a todos los culpables.
Pedimos la reapertura del caso para que se investigue a todos los culpables del asesinato de mis padres, un crimen de lesa humanidad que tiene que tener una sanción que corresponda a los hechos. Además, el Estado chileno tiene que reconocer estos crímenes como de lesa humanidad
, dijo en entrevista con Notimex.
María del Rosario Ávalos Castañeda, mexicana de 24 años al momento de su muerte, estudió sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México y trabajó de bibliotecaria en esa misma casa de estudios. En 1970 contrajo matrimonio en el Distrito Federal con Bernardo Mario Lejderman Konujowska, argentino de 30 años al momento de fallecer.
La pareja argentino-mexicana llegó a Chile en 1971, atraída por el proceso político que se vivía en este país sudamericano con el gobierno del presidente socialista Salvador Allende, quien fue derrocado por los militares el 11 de septiembre de 1973. Se establecieron en la norteña ciudad de Vicuña, tras el nacimiento de Ernesto Yoliztly, en junio de 1971 en Santiago.
María del Rosario y Bernardo fueron asesinados por una patrulla militar el 8 de diciembre de 1973 en la región de Coquimbo, distante unos 500 kilómetros al norte de Santiago, ante la presencia del pequeño Ernesto Yoliztly, quien sólo tenía dos años y medio de edad.
La pareja se encontraba oculta con su hijo en unas cuevas ubicadas en los cerros de la localidad de Gualliguaica con la intención de cruzar la cordillera de los Andes rumbo a Argentina, pero un campesino confesó bajo torturas su ubicación y una patrulla del Ejército llegó al lugar para matarlos.
Ernesto Yoliztly, de nacionalidad mexicana y quien reside en Buenos Aires, pudo reconstruir en 1990 la historia de la muerte de sus padres con la ayuda de ese campesino, Luis Ramírez, quien no sólo debió entregar la ubicación de la pareja, sino también enterró en el lugar a la ciudadana mexicana tras ser acribillada por los militares.
En 1990 este campesino me miró a los ojos y me contó todo tal como fue. Me contó que se vio obligado a conducir a los militares tras ser torturado, pero nunca se imaginó que los iban a matar. Él, que ya falleció, era un hombre de bien, actuó como pudo y sobrevivió porque no lo mataron, pese a que fue el único testigo civil del crimen de mis padres
, enfatizó.