Por fin Cuba
incuenta años después del absurdo embargo que Estados Unidos impuso a Cuba, por el delito de ejercer el derecho soberano de definir su sistema de vida, se reconoce el error de esa decisión. Tal como señaló La Jornada en su editorial, debe reconocerse la valentía y determinación
exhibidas por el presidente Obama al emprender un deslinde claro e inequívoco con respecto a uno de los rasgos más agraviantes y vergonzosos de la política exterior de su país
.
Como era de esperarse, protestaron airadamente todos aquellos que durante años han medrado del rompimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Amén de diferencias ideológicas, no pocos legisladores, hombres de negocios e incluso medios de comunicación se han beneficiado del millonario presupuesto que el Congreso ha destinado para fomentar la discordia entre ambas naciones. La apertura de relaciones significa la pérdida de un modus vivendi basado en el ataque sistemático contra quienes han defendido a un país que, a pesar de las carencias, ha preservado logros de su revolución, entre ellos la educación y la salud, reconocidos mundialmente por su excelencia.
No se trata de exonerar al régimen cubano de sus excesos y errores, pero vale preguntar cómo y quiénes fueron los principales causantes de que la revolución se aliara con el socialismo soviético, cuando por los intereses de una camarilla los estadunidenses dieron la espalda al naciente régimen. Al igual que en Chile años después, esa camarilla boicoteó el derecho de los cubanos a elegir en forma soberana su régimen de gobierno. Fueron los que durante años usufructuaron la riqueza que por derecho perteneció a los isleños, y también los que promovieron la imagen del país como casino y prostíbulo, en la que el libertinaje era su principal atractivo. La dignidad recobrada cuando el régimen revolucionario cortó de tajo ese libertinaje no parece haber gustado a quienes durante años se solazaron y medraron de él.
El presidente Obama parafraseó lo que durante años ha sido una verdad monumental: es incongruente que durante años Estados Unidos haya tenido relaciones con China, varias veces más grande y agresiva contra los intereses estadunidenses y abiertamente más represora de los derechos humanos, y en cambio persistió en su ruptura con Cuba.
Hay que aplaudir la decisión del mandatario estadunidense y su valor por esta y otras decisiones tomadas recientemente para cumplir con sus promesas tantas veces pospuestas. Pero ese es otro cuento.