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Villa - Zapata concordancias y disonancias Intelectuales, académicos e historiadores participaron en la mesa Villa y Zapata: Convergencias y Divergencias. En este texto presentamos unas estampas de este panel, donde la cita de extractos epistolares, anécdotas y pasajes históricos bien documentados mostraron los muchos encuentros y pocos desencuentros entre esas dos figuras de la Revolución, de sus ejércitos, de sus luchas y de sus causas.
Pedro Salmerón, doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), profesor del ITAM y autor de una larga lista de libros publicados, entre ellos La División del Norte: La principal convergencia política es que tanto el villismo como el zapatismo desarrollaron en la práctica, en sus terrenos, una revolución social que alteró profundamente el modelo de propiedad privada y puso la riqueza al servicio de la sociedad, de los pueblos, y en el caso del villismo también de la guerra, y la principal convergencia militar es que hubo una estrategia militar que ambos ejércitos siguieron. Es muy claro el carácter revolucionario de las confiscaciones villistas en Chihuahua y en la Laguna, el incipiente reparto agrario en hidalgo y la administración revolucionaria en los bienes intervenidos el villismo. En cuanto a los zapatistas, los libros que han trabajado el tema muestran que desde que tuvieron el control de Morelos y regiones aledañas instrumentaron una reforma agraria integral, y que se impulsaron también la fundación de un banco rural y el establecimiento de escuelas técnicas agrícolas y se abrieron oficinas para el reparto de tierras fuera de Morelos. Hay estudios que hablan de cómo este reparto fue mucho más allá de los viejos títulos de propiedad, en función de las necesidades de los pueblos, y los ingenios y las destilerías fueron confiscados y puestos bajo administración de revolucionarios y centralizados en siete centrales azucareras. Esto fue una transformación social, una auténtica revolución social. Ello no obstante que tanto en Chihuahua, Durango y la Laguna como en Morelos, Guerrero y Puebla, esas medidas fueron echadas atrás después de las derrota militar de los ejércitos populares. Acabo de terminar un libro, sobre la guerra civil de 1915, y allí he confirmado algo: en contra de lo que nos han dicho, sí hay una estrategia militar de alcance nacional elaborada por el alto mando militar de los ejércitos de la Convención (de Aguascalientes) y me refiero a dos personajes: Villa y Zapata. Ellos diseñaron una estrategia que llevan a la práctica, en la cual Villa asume el mando supremo y Zapata actúa como el jefe de uno de los cuatro sectores en que se divide militarmente a la República. Una carta de Villa a Zapata de enero de 1915 dice: “En cuanto a los trabajos que dice usted han estado haciendo nuestros enemigos para dividirnos, ya tenía conocimiento de ello, por eso no debe preocuparnos, porque las fuerzas de usted y las mías se han unido en fraternal abrazo y ellas tienen que volver al país la tranquilidad y la calma castigando a los políticos intrigantes”. Francisco Pineda Gómez, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), autor de varios libros sobre la Revolución, como Ejército Libertador 1915: Una diferencia entre la revolución del norte y la del sur es que el objetivo explícito del primer levantamiento del norte, el 20 de noviembre de 1910, fue el reclamo por el fraude electoral de 1910 que impidió la llegada de (Francisco I.) Madero a la Presidencia. En el sur, lo que se planteó en 1911 fue otro problema, que obedecía a otras condiciones, la lucha de los pueblos en contra de las haciendas, es decir del régimen colonial de propiedad agraria, de usurpación territorial que impuso Hernán Cortés en Morelos. Zapata lo expresa con claridad en una carta a Gildardo Magaña: “¿Cómo se hizo la conquista de México?, ¿cómo se apropiaron de las tierras los conquistadores? Por medio de las armas. ¿Cómo se han transferido las propiedades agrarias usurpadas? Por medio de las armas. Pues por medio de las armas vamos a hacer que esas tierras vuelvan a sus legítimos dueños y se restituya la propiedad de los pueblos”. Esa carta sintetiza la aspiración social de largo aliento, en la historia de larga duración y no en la coyuntura del fraude electoral de 1910. Algo más que distingue al proceso maderista con la revolución social es el asunto de los recursos materiales. Madero hizo la revolución con financiamiento bancario y luego se lo cobró al gobierno. A la caída de Porfirio Díaz, resultó un escándalo que la familia Madero le cobrara al erario nacional 642 mil 195 pesos (más o menos siete millones de dólares actuales) para restituir lo que había invertido en la revolución. El desglose era: gastos varios (viáticos, propaganda, etcétera), más de 50 por ciento, y 48 por ciento correspondiente a armas y municiones. Los zapatistas se fueron a la revolución con lo que tenían, con escopetas, pistolas de chimenea, machetes, gente incluso desarmada para conseguir los elementos materiales durante la lucha, y eso marcó el carácter de la revolución social y su estrategia militar: estaban obligados a tomar las haciendas para adquirir caballos, víveres, maíz y armas que estaban en las haciendas o en los grandes comercios. Sus carencias y pobreza los obligó a multiplicar las acciones armadas en contra de los grandes propietarios. El movimiento zapatista adquirió una magnitud impensable en nuestra época actual, y en esa experiencia sucedió lo extraordinario, lo que no estamos acostumbrados a ver, que es la unificación de los levantamientos multitudinarios locales, con distintos agravios, con distintas reivindicaciones, en un solo gran movimiento revolucionario, que fue el zapatismo. Eso fue lo que constituyó al Ejército Libertador, y entre los distintos jefes que había de Puebla, Guerrero y Oaxaca se pusieron de acuerdo para designar a Zapata como general en jefe. La lucha revolucionaria se potenció por la acertada elección de una dirección revolucionaria radical, firme, incorruptible, y la unificación de los levantamientos multitudinarios. Otro elemento de distinción se refiere a la cuestión agraria. En el Plan de San Luis, Madero planteó resolver los problemas agrarios, pero ve esto como un acto mercantil de compra venta y lo hizo no antes de la caída de Porfirio Díaz, sino cuando él estaba ya en el gobierno. Entonces consideró que la solución en la cuenca de México sería desecar el Lago de Texcoco y vender las tierras para convertirlas en un vergel a mil pesos la hectárea. Considerando que un jornalero ganaba 25 pesos diarios, él y su familiar no debían gastar nada ni siquiera en comida durante 64 años para adquirir cinco hectáreas. Madero no buscaba una política agraria destinada a resolver las necesidades de los campesinos, quería resolver el financiamiento del Estado, pues calculaba que por la vía de las ventas de la tierra del Lago de Texcoco obtendría el Estado 20 millones de pesos. Paco Ignacio Taibo II, escritor, intelectual, activista y periodista, experto en novela policiaca y en la historia de las revoluciones mexicanas y autor de múltiples libros como Si Villa viviera, con López anduviera: La batalla de Zacatecas: El villismo fue un proceso político militar de muy lenta elaboración y empezó en el enfrentamiento a Victoriano Huerta. Antes lo que hubo fue maderismo y hay un coronel villista de origen bandolero, que políticamente lo único que trae es venganza y odio de clase, sin mayor elaboración, y con un conocimiento ”notable” del país. Cuando Villa visita por primera vez Teotihuacán pregunta al guía si los indios que hicieron esas pirámides tan chingonas todavía andaban por aquí. Le contestan “no, ya se fueron”, y él replica, “sí, ya se me hacía, porque los que andan por aquí se ven bien huevones, no se ven como para levantar pirámides”. Su visión del sur es absolutamente primaria. No conoce Veracruz, nunca llegó allí y tardará años en comer el primer tamal, según los cronistas del villismo, y eso porque Zapata se lo regala. No hay percepción indigenista en Villa y cuando conecta con yaquis y tarahumaras en el proceso de construcción de la División del Norte, no los ve como indígenas ni reconoce en ellos la calidad originaria; es un güero de rancho, requemado que sabe mucho más de Texas que lo que podría saber de los popolucas. Entonces identificar al villismo como maderismo son chingaderas para Villa. Lo que quería Madero era una reforma burguesa limitada en términos democráticos respecto del porfirismo y no daba para más. Y si hablamos de las discrepancias entre Villa y Madero tendríamos que establecer que el primer punto de contacto fue extraño: vio a Madero montando un caballo, pero con ayuda (Madero sí sabía montar pero traía una mano herida); para villa eso eran chingaderas de tercera. La primera definición de Villa para ése que era el jefe de la revolución fue: “es un catrín con sarapito”. El segundo contacto fue una invitación de Madero a Villa a cenar, y el primero era vegetariano; imagínense la reacción de Villa, comedor de todas las pinches vacas que pasaban y ladrón de ellas. Y lo más patético es que Madero le tira un rollo espiritista, algo que no encaja con Villa, que era un pragmático con tres pares de cojones y cuya relación con el pensamiento mágico era inexistente. Pero Madero lo conquista porque Villa tiene una capacidad para detectar a kilómetros a quien no es derecho, y Madero tenía la virtud de ser un demócrata limitado pero consecuente, dispuesto a morir por lo que él creía. Villa reconoce ese valor y se vuelve un incondicional acrítico de Madero, a tal grado que desarma a los magonistas en 1911, algo que el Villa de 1915 no hubiera hecho. Mientras, el zapatismo tiene una gestión muy desde abajo, muy consecuente y muy continua. La relación tierra-comunidades es transparente desde el primer instante de la revolución social. Neozapatismo posrevolucionarios: de la
La demanda de tierra y libertad que planteaban los zapatistas en la segunda década del siglo XX es la mismo que en nuestros días enarbolan muchas comunidades y movimientos sociales. Aunque tal vez hoy el enunciado sería “territorio y autonomía”. En la mesa sobre los herederos de Villa y Zapata de las Jornadas en Defensa de la Tierra, el Agua, la Vida y la Memoria: Beatriz Canabal, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (UAM-X). Habló acerca de los años posteriores al cardenismo –cuando se concretó la reforma agraria y se afectaron latifundios-; explicó: los intereses privados se consolidaron otra vez, “se protegió de nuevo y de diversas maneras la concentración de la tierra”, y las ofertas de tierras a los campesinas tenían fines clientelares por parte de las centrales priistas y el reparto agrario descendió al igual que la calidad de tierra entregada. “Hacia 1950 se registraban siete mil 335 predios mayores de mil hectáreas; para 1960, el 66 por ciento de los predios eran inferiores a cinco hectáreas y el 50 por ciento de la población económicamente activa en el campo se encontraba desposeída. Desde entonces, el reclamo por la tierra se sujetó a hacer cumplir la Constitución por la vía legal; pocas veces los campesinos buscaron otras vías para lograrlo, y cuando lo hicieron, fueron orillados por la cerrazón del aparato político burocrático”. Canabal hizo un recuento histórico de las movilizaciones, organizaciones y eventos que surgieron en las décadas y gobiernos siguientes, y que en gran medida tenían la lucha por la tierra como principal bandera. Por su lado, Arturo Anguiano, también de la UAM-X, recordó cómo el 12 de marzo de 2001 -86 años después de que entraran juntos a la capital Emiliano Zapata y Francisco Villa- llegó a esta ciudad el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), después de hacer un recorrido en caracol en la mitad del país y con un conteo de participantes de millones. Los nuevos zapatistas vinieron para exigir el cumplimento de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, que refrendan lo que planteaba Zapata, tierra, autonomía y autogobierno. Y luego de que el gobierno e instituciones se negaron a atender esa demanda indígena, “los zapatistas regresaron a sus comunidades y se dedicaron a poner en práctica lo que planteaban esos acuerdos”. Comentó que entonces muchos de los que habían apoyado al EZLN empezaron a hablar del “fracaso” sufrido: “los zapatistas ya no estuvieron en los medios, se empezaron a olvidar de ellos y cambiaron de tema. Porque así es nuestro país, pasan de moda los temas. Así, el proyecto del EZLN se quedó aparentemente cercado, acorralado. “Y sin embargo en los años que siguieron, a partir sobre todo de 2003, cuando crearon los Caracoles, las Juntas del Buen Gobierno, se fue desarrollando una política distinta, un proceso de autonomía, pero no sólo eso, también una serie de actividades que buscaban por fuera de las comunidades, trascendiendo su geografía. Empezaron a plantear un proyecto alternativo a nivel nacional e internacional, un proyecto de izquierda no institucional, o de izquierda de abajo y de allí surgió ‘la otra campaña’ que fue muy mal interpretada por mucha gente, pues pensaban que era contra un candidato específico. En realidad era otra cosa, era un proyecto que se hacía en paralelo a un proceso electoral que se realizaba y que para muchos de nosotros no tenía sentido pues no había opciones de fondo que se enfrentaran en el país”. El 12 de diciembre de 2012 hubo una reaparición impactante del EZLN, agregó Anguiano, donde más de 40 mil bases de apoyo estuvieron en los principales municipios de Chiapas haciendo presencia simbólica; lo más importante de todo esto es que el EZLN irrumpía. “Y la gente empezó a ver que no se habían muerto, que no habían desaparecido, sino al contrario, se habían renovado; muchos de los niños de los zapatistas, que no habían nacido en 1994, aparecieron también en esas grandes manifestaciones, que no tenían jefes ni dirigentes, sino una comunidad muy grande y variada”. El EZLN, dijo, hizo un experimento muy sui generis, la “escuelita”, mediante el cual abrieron sus puertas para dar a conocer incluso internacionalmente que habían logrado poner en práctica aquello que habían buscado, un proyecto que habían planteado junto con todos los pueblos indígenas de México, que era la autonomía, el autogobierno, una economía propia. “Si leen los cuatro libros que publicaron los zapatistas, escritos por las comunidades, pueden ver un proceso de resistencia que se fue tramando, organizando y extendiendo y que permitió desarrollar nuevas relaciones sociales internas, más igualitarias, y permitió crear una forma de gobierno realmente de la comunidad, que fueron justamente las Juntas de Buen Gobierno, los Caracoles, que agruparon regionalmente a diferentes municipios autónomos y crearon situaciones que van recuperando a la propia comunidad, a los pueblos, un espacio que había sido ya expropiado para todos nosotros; una política que casualmente se regresa al origen, en la cual los pueblos deciden sobre su vida, y sobre reglas comunitarias y democráticas. “Y plantean una auto-organización, un autogobierno que no sólo va definir el orden social que se puede tener en una comunidad, en un pueblo, sino que también va a realizar todos los trabajos que normalmente corresponden al Estado, de construir alternativas de educación –que es una de las cosas donde más han avanzado-, y crear toda una experiencia de salud, con promotores de los propios pueblos, que se fue construyendo con las comunidades y que recupera tradiciones ancestrales en combinación con toda la técnica moderna de la cual pudieron echar mano. Lo más importante es que se crea una economía, que algunos pueden llamar economía de la resistencia, otros la pueden llamar economía de sobrevivencia, puede decirse también que es economía de guerra, pues no ha dejado de haber guerra en ese espacio por parte de los gobiernos y de los partidos; han logrado sobrevivir en términos económicos y lo han hecho de forma impresionante. También han logrado asegurar el abasto alimentario de las comunidades, aprovechando la producción y exportación de productos como el café. Las tierras recuperadas, que no están en todos los Caracoles ni en todas las tierras zapatistas, son la base productiva del EZLN, junto con otras actividades como la artesanía”. Anguiano consideró que la experiencia zapatista, si bien implica una economía de subsistencia, es igualitaria y todos están comprometidos. “La experiencia tiene que ver con lo central, con quien organiza todo eso que son las propias comunidades, que se han dado sus órganos de gobierno, órganos que implican determinado tipo de acciones, de organización a nivel económico, político, social y cultural, pero que también implican atender el problema de la justicia de una forma ‘muy otra’”. Si bien la globalización ha propiciado muchos agravios –afirmó Ramón Vera, integrante de la organización GRAIN y editor del suplemento Ojarasca, de La Jornada-, también ha servido para observar todas esas luchas aparentemente aisladas con una lente panorámica e integral, y lograr un análisis cohesionado y organizado a tal grado que se genera una expectativa de que la transformación es posible. En su intervención, que situó en las amenazas que nos agobian en el presente, Ramón Vera relató haber participado dentro de un grupo promotor del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), el cual después de 120 reuniones (incluidas audiencias y preaudiencias) realizadas en tres años y con la participación de más de mil organizaciones y comunidades en unos 25 estados de la República, decidió acusar al gobierno mexicano de “desvío del poder”, esto es “que en vez de que el gobierno mande obedeciendo, para decirlo de forma zapatista, utiliza toda su estructura fundamental, jurídica, toda su estructura de política pública, todos sus recursos, todo su aparato represivo y todo su aparato de construcción y de sistema operativo para abrirle margen de maniobra a las corporaciones, grandes, medianas, chiquitas, en detrimento de la población en general. Y esas corporaciones son colindantes siempre con el crimen organizado, con el cual comparten los mismos objetivos: el enriquecimiento y la explotación”. Precisó que una de las audiencias del TPP estuvo relacionada con el maíz, y la discusión implicó el territorio, la posibilidad de la autonomía, de la soberanía alimentaria, de la defensa de la cultura y de las formas de reproducción campesina, “que es lo que los zapatistas plantearon hace un buen rato”. Señaló que la idea del desvío de poder “nos permite entender cómo funcionan los tratados de libre comercio: como herramientas que paulatinamente van modificando leyes y generando reformas y políticas a modo de entregar la soberanía nacional, con un desmantelamiento de todo aquello que defiende los ámbitos comunes y derechos colectivos (…) Ha habido un embate contra la subsistencia, contra la posibilidad de que la gente pueda producir sus propios alimentos, sin depender de las corporaciones”. Afirmó que hoy, cuando la reforma energética está tratando de erradicar la propiedad social porque le estorba, lo establecido originalmente en la Constitución de que las tierras, las aguas y los montes son propiedad social, representa un dique muy fuerte, no obstante los rompimientos y fragmentaciones que ha sufrido en las décadas recientes. “Todavía hay una fuerza cohesionadora de los ejidos y las comunidades y eso se nota muchísimo”, dijo. En este panel también participaron: Carlos Alberto Ríos, académico de la UACM, con la ponencia “La memoria rebelde. El (contra) poder del recuerdo neozapatista”. Ehécatl Dante Aguilar, académico de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, con “la experiencia zapatista como directriz para la generación revolucionaria de Morelos”.
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