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El 6 de diciembre de 2014, en el Monumento a la Revolución, se realizó un gran acto conjunto con el que numerosas organizaciones civiles y sociales conmemoraron los cien años de que Villa y Zapata tomaron la capital y dieron su apoyo a los padres y compañeros de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. Ahí, los convocantes, en voz de María Luisa Albores, de la Cooperativa Tosepan Titataniske, y de Doña Trini, del frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, dieron un mensaje a la ciudadanía que reproducimos en sus partes sustantivas.
Mexicanas y mexicanos: En su lucha por regenerar a México, hace un siglo los ejércitos de Villa y Zapata tomaron con las armas esta capital. Hoy nosotros la retomamos simbólicamente porque la herencia de Villa y Zapata ha sido traicionada. Y la retomamos también porque las mexicanas y los mexicanos nos merecemos un México mejor. Un México donde no se entregue a los extranjeros nuestra riqueza natural; donde no haya presidentes corruptos que conceden megaproyectos a cambio de casas en Las Lomas; donde los campesinos conserven la propiedad de la tierra y puedan alimentarnos a todos; un México donde los trabajadores tengan empleo seguro y salario justo; donde no se mate a las mujeres y donde éstas tengan derechos que se respeten; un México donde los pueblos indios no sean relegados sino reconocidos como originarios; donde todos tengamos trabajo digno, ingreso suficiente, vivienda adecuada, educación de calidad, alimentos sanos, derecho a la salud, acceso a la justicia, tranquilidad y seguridad… Y sobre todo un México donde no maten, no torturen, no desaparezcan a nuestros hermanos y nuestras hermanas, a nuestros hijos y nuestras hijas; un México donde no haya crímenes como el de Iguala y donde no golpeen y encarcelen a los que protestan por esos crímenes; un México de vida y no un México de muerte. Y, para empezar, un México sin Peña Nieto. El regreso del PRI a la Presidencia de la República continúa y profundiza la política antinacional y antipopular de las últimas décadas. Y sobre todo profundiza el despojo. Nos lo quieren quitar todo: los recursos naturales que son del pueblo, pero también el derecho al trabajo y el derecho a la tierra conquistados gracias a la Revolución. Desde hace 30 años las leyes se modifican para facilitar el despojo. Primero los cambios al artículo 27 constitucional, luego la Ley Minera, después la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora la reforma energética. Igualmente dañinas fueron las reformas laboral, educativa y fiscal, y la ley de medios de comunicación. La amenaza más reciente es el intento del PRI, PAN y PVEM de reactivar una iniciativa de ley dizque para garantizar el “derecho a la movilidad”, que acotaría los derechos constitucionales de manifestación, reunión y protesta social. Restricción que la derecha pretende impulsar precisamente cuando se multiplican en todo el país las manifestaciones de protesta. Pero no vamos a permitir que cercenen nuestros derechos ni que nos despojen. Porque con el saqueo crece también la resistencia. Nunca en toda nuestra historia la defensa de las libertades, del territorio, del trabajo, del patrimonio y de la vida había convocado a tantas mexicanas y mexicanos. Después de múltiples encuentros e intercambios, pensamos que son ocho los ejes estratégicos que pueden unificar nuestra lucha:
Mexicanas, mexicanos: Vivimos tiempos de definición. El crimen de Iguala nos puso ante una encrucijada: o estamos con los muertos, los desaparecidos, sus familias y sus compañeros o estamos con quienes por sus actos o sus omisiones son responsables del crimen; o estamos con las víctimas o estamos con los victimarios; o estamos con la vida o estamos con la muerte. México es un país de jóvenes en el que se mata a los jóvenes. La “guerra del narco” iniciada por Calderón y continuada por Peña Nieto es un juvenicidio del que el Estado mexicano debe responder. Y el gobierno federal es el principal responsable. Pero la administración de Peña Nieto no está haciendo más que provocar y confundir. El decálogo anunciado hace una semana es demagógico. Demagógico y peligroso. Además de iniciativas recicladas y retórica hueca, hay en el anuncio presidencial una amenaza a la autonomía municipal y un intento de reeditar el Plan Puebla Panamá de Vicente Fox. Veamos. Cuando los cárteles han infiltrado todos los niveles de gobierno y no sólo las alcaldías, una reforma constitucional que permitiera intervenir o disolver supuestos narco-ayuntamientos sería un golpe al municipio libre y un regreso al centralismo autoritario y a los jefes políticos de los tiempos de Porfirio Díaz. Por otra parte, la estigmatización de Guerrero, Oaxaca y Chiapas por ser fuente de conflictos es ofensiva y discriminatoria. Mientras que la pretensión de sacarlos del atraso mediante corredores industriales y megaproyecto es un mini Plan Puebla Panamá que sólo conviene a las grandes corporaciones interesadas en saquear los recursos del sur y el sureste. Después de la compra de la elección presidencial y de la imposición de las reformas estructurales, en 2013 vivimos tiempos de pasmo ciudadano. En 2014 ese pasmo terminó. El crimen de Iguala fue demasiado y el pueblo está despertando La consigna central es ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Y hay que gritarla una y otra vez… Pero junto a este agravio que nos toca a todos, porque en este país todos somos Ayotzinapa pues todos somos víctimas, hay otros reclamos. Y es que mientras que en América Latina la mayor parte de los pueblos y gobiernos se va librando del neoliberalismo, los que dizque gobiernan nuestro país siguen aferrados a un modelo que fracasó no sólo por su costo social y ambiental, sino también por su incapacidad de dinamizar la economía. En los dos años de Peña Nieto la economía colapsó. Y peor que la economía está la seguridad. México es un tiradero de muertos con nombre y de muertos anónimos en más de 400 fosas clandestinas. En nuestro país todos los días son día de muertos. Y la responsabilidad es de un gobierno ilegítimo, corrupto, inepto, omiso y amenazante que si no puede con el paquete –y hasta ahora no ha podido- debe renunciar… Llamamos a levantar cuatro exigencias inmediatas:
Los próximos días serán decisivos. Como pocas veces en nuestra historia, una causa unifica a prácticamente todos los mexicanos. Y nos unifica contra el gobierno, que a sus estrategias antinacionales y antipopulares, suma corrupción, torpeza y frivolidad. Por estos días conmemoramos cien años de la Convención de Aguascalientes y de la toma de la capital por Villa y Zapata. Pero sobre todo conmemoramos el pacto de los dos líderes en Xochimilco. Los rancheros mestizos del norte árido y los comuneros indígenas del pródigo sur venían de rumbos distintos y pensaban diferente. Pero los intereses del pueblo pesaron más y sin cancelar sus diferencias la División del Norte y el Ejercito Liberador del Sur se pusieron de acuerdo. Hoy cuando el país necesita con urgencia propuestas y acciones unitarias ¿Seremos capaces de ponernos de acuerdo? ¿Estaremos a la altura de Villa y Zapata? Nosotros pensamos que sí. Por esto estamos aquí. ¡JUSTICIA, TRABAJO, TIERRA Y LIBERTAD! A cien años… Enrique Pérez Suárez Coordinador de Comunicación de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC)
A mi madre. Campesinos, indígenas obreros, maestros, estudiantes y ciudadanos de a pie volvieron a salir a las calles y tomaron simbólicamente la Ciudad de México, tal como lo hicieron Villa y Zapata en su lucha por liberar a México. Desde temprana hora, este 6 de diciembre los diversos contingentes se fueron congregando en el Ángel de la Independencia, para participar en la movilización convocada por diversas organizaciones campesinas, sindicales, magisteriales, sociales y estudiantiles en el marco de la conmemoración de los cien años de la entrada de los ejércitos revolucionarios de Francisco Villa y Emiliano Zapata y como una jornada más de la acción global por Ayotzinapa. La movilización fue encabezada por los padres de familia de los 43 jóvenes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” desde aquel fatídico 26 de septiembre. Poco más de dos meses han pasado desde su desaparición y la exigencia de “vivos se los llevaron, vivos los queremos” se escuchó más fuerte que nunca. Alrededor de las 16:30 horas, inició la gran caminata desde el Ángel de la Independencia al Monumento de la Revolución. Del uno al 43 contaba la gente, para terminar con un grito ensordecedor de “¡justicia!”. Pancartas que exigían la “presentación con vida de los 43 jóvenes”; “Fuera Peña”; “Fue el Estado” y “mientras nosotros sembramos alimentos y vida, el Estado siembra muerte y despojo”. “Nos lo quieren quitar todo: los recursos naturales que son del pueblo, pero también el derecho al trabajo y el derecho a la tierra conquistados gracias a la Revolución. Nos arrebatan los lugares donde habitamos y donde laboramos. Nos arrebatan el patrimonio familiar y el comunitario. Nos arrebatan nuestros derechos individuales y colectivos. Nos arrebatan nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas”, leían a dos voces el pronunciamiento María Luisa Albores, de la organización Tosepan Titaniske, de Cuetzalan, Puebla, y doña Trini, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), durante el mitin ante los ojos y oídos de la gente concentrada en el Monumento a la Revolución. Mientras el viento arreciaba, los contingentes continuaban su andar hacia la Plaza de la Revolución con la rabia por delante reclamando “justicia, trabajo, tierra y libertad”. El frío se apoderaba de la plaza, pero el mensaje era contundente y claro ante la pretensión del Estado de arrebatarnos todo. El unísono de las voces de dos guerreras, dirigentas campesinas arrebataba el ruido de la multitud para asegurar que “…no vamos a permitir que cercenen nuestros derechos ni que nos despojen (…) Porque con el saqueo crece también la resistencia. Nunca en toda nuestra historia la defensa de las libertades, del territorio, del trabajo, del patrimonio y de la vida había convocado a tantas mexicanas y mexicanos”. Obreros, campesinos, indígenas, empleados, estudiantes, maestros, comerciantes, artistas, pequeños empresarios, gente del campo y gente de la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, indígenas y mestizos, agricultores y colonos, pobres, clases medias y hasta algunos acomodados y ricos que también ven amenazados sus negocios. Todos se movilizan cuando su trabajo, su tierra, su patrimonio, su dignidad, su vida están en riesgo. Y desde la tribuna popular, agregan que después de muchos años, de muchos encuentros e intercambios, proponen ocho ejes estratégicos para intentar unificar la lucha de todos: (Ver página 8) La mayoría de la gente que participó en la movilización ya se encuentra en la plancha del Monumento a la Revolución. Hacen comunidad, buscan a sus “compas”; a sus familiares; charlan entre sí, gritan desaforados las consignas una y otra vez, ondean las banderas negras de México en señal de luto; la indignación y la rabia se dejan escuchar. Las exigencias inmediatas que plantean doña Trini y María Luisa son:
Una carretada de aplausos se escucha, y reiteran que “como pocas veces en nuestra historia una causa unifica prácticamente a todos los mexicanos. Y nos unifica no con el gobierno sino contra el gobierno. Un gobierno que a sus estrategias antinacionales y antipopulares, suma su corrupción, sus torpezas, sus frivolidades…”. Y a pesar del intenso frío no hay lugar para la desesperanza, por hoy más que nunca se reitera que “nuestra causa es la causa de la vida, (…) la paz, (…) la justicia, (…) la libertad. Y para llevarla adelante necesitamos evitar provocaciones para que el movimiento siga creciendo, para que se sigan sumando mexicanas y mexicanos hartos de tanta sangre, de tanta corrupción, de tanta impunidad”. Y recordaron que “por estos días conmemoramos cien años de la Convención de Aguascalientes y de la toma de la capital por los ejércitos de Villa y Zapata. Pero sobre todo conmemoramos un acuerdo de unidad, el que pactaron los dos líderes en Xochimilco. Los rancheros mestizos del norte árido y los comuneros indígenas del pródigo sur venían de rumbos distintos y pensaban diferente. Pero los intereses del pueblo pesaron más y sin cancelar sus diferencias la División del Norte y el Ejercito Liberador del Sur se pusieron de acuerdo”. Se preguntaron: “hoy cuando el país necesita con urgencia propuestas y acciones unitarias ¿Seremos capaces de ponernos de acuerdo? ¿Estaremos a la altura de Villa y Zapata?” “Nosotros pensamos que sí. Por esto estamos aquí”, concluyeron ante una multitud indignada y harta, pero hoy, como hace cien años, con los sueños y las esperanzas intactas…
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