os toros de Xajay no fueron los toritos mansos mensos que aparecen en la mayoría de las corridas. Suaves los dos primeros, el cuarto y el quinto presentaron las dificultades de su encaste y desarrollaron sentido que desbordaba a los toreros: Aguilar y Rivera. La manía de pasar los toros con un pinchazo como rutina, impidió captar que los toros se iban pa arriba
. Olvidaron los toreros –una vez más– que cargar la suerte es meterse en el terreno del toro y no perderlo dando pasitos entre pase y pase.
El toro de Xajay corrido en último lugar era para consagrarse. El marco a la faena que requería Arturo Saldívar. De encastada nobleza iba del ruedo de la México a la ganadería a Querétaro a visitar a la vaquilla que le dejó el espolonazo de la sangre, el rostro encendido, el corazón latiendo, y regresó en viaje de avioncito. Planeaba el burel y remataba con los pitones en el ruedo. Una tanda de redondos de Arturo… y nos impidió ver la claridad de la embestida: sólo toreo por alto y adornos acompañados de medios pases. Fue premiado con el arrastre lento.
El de Xajay representaba el esplendor y exhuberancia de la ganadería brava mexicana.
No se quedó atrás Mario Aguilar en su necesidad de triunfar montándose en un toro de dulce. En cambio Fermín Rivera sigue optando por el toreo clásico que va perfeccionando incluidos tres tandas de redondos al primero y a sudar tinta con el cuarto que se salió de los goznes. Además, llevaba un puntazo en la axila derecha que le suturaron en la enfermería y le rompió el ritmo a su torear. Ni hablar de corte de orejas de los toreros que no van acordes a lo sucedido.