Rivera y Aguilar a oreja por cabeza, y dos a Saldívar, improcedentes
Ahora la bravura se prueba en la muleta y ya no en el caballo
Toreros con empeño, pero sin decir
Lunes 8 de diciembre de 2014, p. a47
En tiempos más definidos la bravura del toro de lidia en la plaza se probaba en el caballo; en tiempos de confusión generalizada e incongruencia aceptada, la suerte de varas es una vergüenza o mero procedimiento de trámite, precisamente para que la menguada bravura
de las reses alcance para la faena de muleta.
En la séptima corrida de la temporada grande en la Plaza México se anunciaron toros de Xajay, disparejos de presentación y de juego, tres recargando en el puyazo, dos de ellos permitiendo el lucimiento esforzado de sus lidiadores y uno más, al que apenas le abrieron un ojal, de extraordinaria nobleza, son y recorrido cuyos despojos fueron premiados con arrastre lento.
En la peor entrada del serial –una décima parte del aforo de la plazota, que es de 42 mil localidades–, pues no se anunció a ningún astro importado de los que cobran bien aunque tampoco lleven gente a los tendidos, hicieron el paseíllo el potosino Fermín Rivera (26 años de edad, nueve de alternativa y 18 corridas este año), y los hidrocálidos Mario Aguilar (23, cinco de matador y ocho tardes en lo que va de 2014) y Arturo Saldívar (25, cuatro y 18), quienes además de su disposición y reiterada vergüenza torera, siguen exhibiendo escasa evolución, más que en su técnica en su respectiva expresión, limitados a aprovechar embestidas en vez de revertir, con una interioridad más elocuente, agresiones de fuera y de dentro.
Al potencial torero de Fermín Rivera lo persigue una notable falta de entendederas y de asesoría. A su primero, bien puesto, lo recibió con bellos lances y media y en alarde de imaginación hizo lo mismo en el quite. Se dobló con suavidad más para fijar que para someter y realizó una decorosa faena por los dos lados, prevaleciendo la sosería de ambos. En un parpadeo recibió un puntazo en la axila derecha, cerró con manoletinas, cobró tres cuartos de espada muy traseros y recibió una oreja del nivel habitual en el Cecetla o Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje.
Con su segundo, pobre de cara, quitó por chicuelinas, revolera y brionesa, y dio muletazos sin templar a uno que llegó con fuerza y acabó deslucido. Dejó otra trasera y escuchó un aviso.
Mario Aguilar, con cabeza, clase y cojones, pasó a su primero con caja, pero sin cara, tras de que ocasionara un tumbo, para realizar una faena entre altibajos, pues el sitio se obtiene toreando, no haciendo antesalas. Tardó en tomarle la distancia y consiguió series con ambas manos, dejó una estocada entera, yéndose por derecho y en lo alto para recibir una oreja. Con su segundo, de mal estilo, inexplicablemente se dobló al final y no al principio y escuchó un aviso.
Arturo Saldívar, uno de esos toreros cuyo potencial es inversamente proporcional a su administración, ya no es anunciado con los ases de importación, pues suele írseles por delante. Con su primero, deslucido, al que recibió con dos largas cambiadas en tablas, se vio seguro y solvente. Estuvo pesado con la espada y escuchó un aviso.
Lo mejor de la tarde vino con el cierraplaza, de noble embestida, largo recorrido y gran transmisión, ya que Saldívar tuvo la precaución de pasarlo en varas con un ojal de trámite. Una de las deficiencias de esta figura en cierne es que a los toros mexicanos los torea como si fueran españoles: dos o tres suertes y el remate, ceñidos, templados y bellos, pero insuficientes para encender al tendido.
Plantado en los medios, Arturo inició su faena con un pase de costado con la zurda, un cambiado y un pase de las flores, evidenciando la enorme calidad del astado, fijo, claro y con son, y aunque por ambos lados Saldívar se colocó muy bien en cada tanda, éstas adolecieron de estructura y ligazón en series de tres pases, siempre superiormente rematados con el de pecho, no de axila. Hubo dosantinas y ceñidas bernadinas, dejó tres cuartos traseros y el juez supuso que la petición era de dos orejas, provocando pitos en el tendido. En fin, que estos jóvenes merecen otro trato, al lado de figurines importados, no compitiendo entre sí.