Opinión
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Isocronías

Luna de fuego azul

L

eticia Luna, poeta y editora, leyó hace una semana frente a la Procuraduría General de Justicia las siguientes y otras palabras: “Nos balacearon, nos golpearon/ quemaron nuestros cuerpos/ nuestras cenizas las tiraron al río San Juan//… confirman las mentiras de la tv/ por la mañana/ 43 días después/ 43 jóvenes desaparecidos por el gobierno// Me vestiré de negro 43 meses/ 43 años 43 siglos/ ¿Alguien ha visto a mi hijo?/ ¿Alguien vio el cadáver de mi hermano?” (Declaración de otoño). La referencia es clara, pero el motivo específico de esa acción pacífica –a la que acudieron alrededor de 40 lectores más– era la liberación, finalmente conseguida, de los 11 detenidos de la manifestación del 20 de noviembre.

Más que activista, Leticia Luna es una mujer sumamente activa, que ha llevado su poesía y la de otros a muchos países y como editora ha traído a México la voz de innumerables poetas. Uno de ellos, el nicaragüense Nicasio Urbina, cuya Poesía reunida fue presentada anoche. De ahí, Huellas en la nieve: Los copos de nieve caen durante toda la noche./ Al amanecer la tierra está cubierta de estrellas/ que bellas se extienden por todo el horizonte./ Abrigado, un hombre atraviesa el descampado./ Fatigosamente avanza hacia un destino impostergable./ La última colina lo esconde para siempre./ A mediodía el sol brilla esplendoroso/ y caldea un poco las hojas de los árboles./ Al atardecer toda la nieve ha desaparecido/ y algunas hojas de hierba se broncean tranquilas./ De las huellas de aquel hombre no ha quedado nada./ Todo lo que fue se ha derretido/ sus trabajos, sus esfuerzos, su caliente jadeo,/ todo se ha esfumado en la nada/ solo queda su recuerdo en mi memoria./ Yo también me esfumaré como la nieve/ y acaso solo quede este imperfecto poema.

Sobre el último volumen de Luna, dejémosle la palabra a Jorge Boccanera, quien ya andará por la FIL de Guadalajara y en el epílogo afirma: “Tengo para mí que Fuego azul (poemas 1999-2014), nos da una voz de alta temperatura emotiva, tan necesaria en un tiempo en que sobreabunda en la poesía un aire de comentario anodino, insustancial; esa vocación de indiferencia que ha instaurado una nueva modernidad cuya bandera es la apatía. En la contracara de la indolencia está la aventura creativa de Leticia Luna, su remar sobre silencios, alaridos, ruegos y susurros, hasta arribar a una orilla que es también un nombre convertido en ‘sangre/ del cuerpo/ del poema’.”