La doble agenda de la Iglesia católica
a crisis de las instituciones afecta a todas aquellas representaciones ciudadanas y políticas atrapadas en una vorágine que comenzó hace 30 años y tiene al país al borde de un cambio que se antoja preocupante por los indicios autoritarios y de endurecimiento del gobierno hacia las manifestaciones públicas de descontento.
Esta coyuntura tiene también a la Iglesia católica en el trance de un cambio forzado por las circunstancias, que halla su mejor expresión en el manejo de su agenda pastoral, profundamente imbricada en la política y la sociedad veracruzanas, con pliegues y recovecos que le permiten navegar en aguas procelosas sin mayores complicaciones
De una actitud extremadamente cautelosa, pasiva si se quiere, frente al conflicto social y la urgencia humanitaria que representan la inseguridad, las cuestiones ambientales y, sobre todo, los abusos contra los migrantes –cuya denuncia parecía propiedad de un reducido núcleo de clérigos, entre ellos Julián Verónica–, la jerarquía veracruzana, en especial la encabezada por el arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, sacó recientemente el discurso de la crítica y comenzó a demandar a las autoridades soluciones reales más que retóricas, sumándose a la condena por los acontecimientos en Atzoyinapa.
En el juego político en el que indudablemente participan las denominaciones religiosas, a Hipólito Reyes le respondió Guillermo Trujillo Álvarez, presidente de la Red Ministerial Evangélica del estado, quien señaló una presunta violación a la ley cuando el prelado, tras acudir como invitado especial a la comparecencia del secretario de Gobierno, Erick Lagos Hernández, la semana pasada, dijo que el funcionario podría ser buen candidato a diputado federal. A la vuelta de la página pastoral mística esta, con tinta invisible, la entusiasta participación electoral.
Trujillo Alvarez no vio la declaración sólo como un destape, sino como una muestra de simpatía a las pretensiones de Lagos Hernández para convertirse en aspirante a la gubernatura; por ello conminó al arzobispo a hacer a un lado su corazoncito político
y mejor regañe o exhorte a los funcionarios a que hagan un mejor trabajo
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