o sólo por parte de siquiatras, sicólogos o aspirantes a dichas profesiones, sino por curiosidad, vale la pena no dejar de lado en la exposición dedicada a Octavio Paz el cuadro que se encuentra en la sala Paul Westheim, anexa al restaurante y que puede fácilmente pasar desapercibido. Esa sección suele ser omitida por los visitantes y es una de las mejores. El autor al que me refiero es un artista asesino, y el poeta, que pudo conocer el cuadro casualmente en una exhibición londinense; le dedicó unos párrafos sustanciosos, ahora felizmente comentados por Anthony Stanton para el libro catálogo cuya presentación y circulación es inminente.
No fue Octavio Paz descubridor de Dadd, el pormenorizado capítulo que le dedica John MacGregor está basado en acuciosa investigación llevada a cabo por años en archivos del Hospital Bethlem. Sucedió lo que sigue: el 28 de agosto de 1843, Dadd asesinó a su padre a cuchilladas sin ser provocado
mientras paseaba con él en Cobham Park. De inmediato se trasladó a Francia con pasaporte falsificado y llegó a Clermont, donde intentó nuevo homicidio, fue detenido y repatriado. Alexander Sutherland, médico alienista
del St. Luke Hospital lo declaró entonces irreponsable de sus actos
. Permaneció como criminal y como paciente enfermo mental primero en Bethlem y luego en Broadmoor. No pintaba ya, en un cierto momento retomó la pintura y tardó 13 años a lapsos en la realización del cuadro que tenemos ahora a la vista.
Su reputación como pintor de Fairy subjects es del siglo XIX. Burne Jones, en algunos de sus cuadros, como La reina del aire, ofrece analogías, sobre todo vegetales, con Dadd, sin embargo y pese a los trabajos que de éste se conservan en el acervo del hospital, sólo el cuadro adquirido por la Tate Britain ha atraído investigaciones serias.
¿Es una obra maestra? En el contexto de la pintura victoriana, que tuvo como protagonistas a varios de los prerrafaelitas, no lo es, pero sí en la trayectoria de su autor.
No ofrece un solo rasgo de locura ni de manierismos sicóticos formales y eso se puede calibrar en la misma sala, compaginándolo con las reiteraciones a línea de la delicada pieza Tren con plumas, del mexicano Martín Ramírez –quien fue también estudiado por Paz–. La pieza de Ramírez guarda alguna analogía meramente formal con El nadador ciego (1934), de Max Ernst, que se encuentra en la Sala Nacional en el contexto del surrealismo. La diferencia está en que la estereotipia de Martín Ramírez permeó prácticamente la totalidad de su producción. Max Ernst inteligentemente estudió el arte de los enfermos mentales, pero aun en ese rubro su producción no es estereotípica.
Creo erróneo considerar que Richard Dadd es pre-surrealista, pues a diferencia del conde de Lautremont (Isidore Ducasse) ni siquiera fue uno de los manes
del surrealismo. No lo fue dado el casi total desconocimiento de su obra hasta el momento en que un siquiatra historiador del arte empezó a recopilar y analizar estos casos en el libro titulado The Discovery of the Art of The Insane, que resulta complemento muy pertinente para quien estudia estas manifestaciones expresivas que, dígase lo que se quiera, están dentro del contexto de la historia del arte y allí está el puente que Octavio Paz tira desde su ventana de Cambridge cuando escribe las narraciones poéticas que integran El Mono gramático, donde incluye su visión de Dadd. La primera edición en francés apareció en 1972 en la colección Senderos de la creación.
La pintura comentada es maniacamente detallista, como suelen serlo las vegetaciones de Burne Jones. Es incontable el número de personajes que aparecen, algunos pueden incluso estar inspirados en Sueño de una noche de verano, todos, gnomos, elfos, reinas, o freaks caen dentro del contexto de Fairy subjects. De aquí el título del cuadro: The Fairy Feller’s Master Stroke.
El problema con la traducción es que feller quiere decir leñador, pero Fairy feller’s quiere decir fellow, compañero o colega de las hadas. ¿El propio Dadd puso título a su cuadro?, supongamos que sí. El master stroke consiste en que el principal protagonista a mayor escala y único personaje realmente activo
, visto de espaldas, blande un hacha de doble filo, espera una señal para dar el golpe y si la pintura tuviese secuencia partiría en dos una formación semejante a fruto oscuro que ha sido vista como avellana.
La avellana tiene ciertas propiedades mágicas según algunas creencias, pero es pequeña, de color algo más claro y veteado, puede asemejarse a un ojo, más que a una cabeza, no importa, admitamos que la transposición cabeza, como forma oblonga que va a ser partida, es un residuo transfigurado del propio autor del cuadro para ¿confesar?, ¿explicar su crimen puesto que es hijo de Osiris?
¿Es de todos modos un cuadro catártico-testimonial? Se dice que no fue terminado, no es así, con todo y la técnica microscópica, el pintor lo dejó porque ya no tuvo espacio dónde incluir algo. Eso es lo que se ve en el cuadro.