l edificio que hoy ocupa es un magnífico ejemplo del famoso modernismo catalán, pero la verdad es que se usa muy poco, ya que pasa cerrado la mayor parte del tiempo. Un limitado horario de oficina parece ser suficiente para que el consulado general de México en Barcelona le tape el ojo al macho.
Además sus directivos están muy lejos de tener bien puesta la camiseta del país que supuestamente representan y del que cobran un salario de sobra desproporcionado a la jornada laboral.
Con tal restricción, por caso, la biblioteca llamada Salvador Moreno, que con tanto empeño se forjó en el pasado consular no es ahora más que una acumulación de libros que nadie consulta. Cierto es que la representación de referencia ha tenido tiempos mucho mejores, como fue la época en que estaba al frente de ella el ahora embajador Jaime García Amaral, cuando incluso se organizaban ciclos de conferencias y otras actividades diversas por las tardes.
Tampoco se trata de que sus altos funcionarios estén pegados muchas horas frente a su escritorio. La chamba puede ser mucha y productiva en otros frentes cuando se tiene vocación de servicio. En los últimos tiempos ni de las acciones básicas, como celebrar y promover el conocimiento de las efemérides nacionales parecen ser del interés de la casa.
Hace mucho que no se sabe nada del consulado mexicano, comentan ciudadanos de ese país interesados en mantener en alto la bandera mexicana y hasta de colaborar desinteresadamente con las iniciativas oficiales e, incluso, emprender algunas por su cuenta.
Además de diversas referencias recibidas por el suscrito, también puede dar fe directa de dos omisiones y desaires que no carecen de importancia.
Dos importantes acontecimientos íntimamente relacionados con México no fueron dignos de la más mínima atención de la cónsul ni de damas y caballeros que la acompañan.
El pasado 13 de junio, en la Universidad de Gerona, una de las más importantes de Cataluña, se hizo una ceremonia de homenaje a México y al general Lázaro Cárdenas del Río, en agradecimiento por su solidaridad con la República Española y la enorme ayuda prestada a los refugiados. Una elegante placa fue develada por el rector y el alcalde de dicha capital de provincia. Previamente una conferencia destacó la gesta mexicana. Pues bien, con una excusa fútil, el consulado brilló por su ausencia. Ningún representante oficial de nuestro gobierno.
El pasado 18 de octubre, el gobierno autónomo catalán organizó una serie muy bonita de actos en la mera frontera con Francia, para conmemorar el exilio de 1939. Obviamente los recuerdos de México proliferaron y hasta fue invitado un orador mexicano. También estuvo ahí, entre otros, el cónsul de Chile. El gobierno mexicano tampoco tuvo acto de presencia.
Tal parece que el personal consular se avergüenza de una de las gestas más heroicas de la diplomacia mexicana, con muy pocos parangones en la historia universal… El papel desempeñado entre 1939 y 1942 por aquellos diplomáticos que eran mexicanos de verdad, que le da además la oportunidad a nuestro país de lucirse en las circunstancias presentes, contrasta sobremanera con el desdén de los actuales funcionarios de Barcelona.
Suponemos que, mientras la soldada no falte, lo demás los tiene sin cuidado.
* Miembro de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de Nueva Galicia por dentro y por fuera, entre otros libros.