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uy buenas noches. Hoy he decidido dirigirme a todos los mexicanos porque ustedes tienen el derecho de conocer la verdad; yo no tengo nada que esconder como ciudadana; aun sin ser servidora pública me siento con la responsabilidad de explicarles paso a paso todo lo relacionado con la casa que ha sido cuestionada por algunos medios de comunicación.
Con estas palabras la esposa del presidente de México inició su alocución televisada con el objeto de demostrar la honorabilidad de su familia. Varias horas después el propio Enrique Peña Nieto hizo público su patrimonio. Sumadas las fortunas, pues el artículo 44 de la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos exige que todo funcionario deberá agregar a su declaración “…los que reciban o de los que dispongan su cónyuge, concubina o concubinario y sus dependientes económicos directos…”, apareció una nueva dimensión para el cuestionamiento del poder actual. La figura del Presidente, y de toda la élite que lo acompaña, continuó desmoronándose al mismo ritmo en que la temperatura de las protestas ciudadanas se ha ido acercando peligrosamente al punto de ebullición. Esto ha sido comentado no sólo “…por algunos medios de comunicación”, sino por The New York Times, CNN, Financial Times, El País, NTN24, Telesur, el papa Francisco, el director del Banco Mundial, ganadores de los Grammys, el Parlamento de Alemania y el presidente de Uruguay. Las dos comparecencias públicas han operado como un catalizador que acelera ese proceso.
¿Con qué autoridad moral puede dirigirse EPN a una sociedad donde existen, subsisten y resisten 61 millones de pobres que carecen de un sueldo suficiente para adquirir la canasta básica? ¿Cómo explicar a los 9 millones de trabajadores (y a sus dependientes) que ganan menos de tres salarios mínimos (6 mil pesos) mensuales que su sueldo de 300 mil pesos es moralmente adecuado? ¿Y a los 2.1 millones que él mismo mandó a la pobreza en sus dos años de gobierno? ¿Podrá un mexicano de clase media, cuyas tarjetas de crédito son cada día más difíciles de pagar, entender que su Presidente posee cuatro casas, un departamento, dos terrenos, joyas, oro, inversiones bancarias, menajes de casa y otros lujos por más de 50 millones de pesos? ¿Y quienes carecen de una casa propia o los decenas de millones que viven hacinados en las colmenas de 38 metros cuadrados (casas de interés social
) verán con buenos ojos las residencias y el apartamento en Miami que posee la primera dama
, valuados en millones de dólares? En el mar de las miserias, limitaciones, inseguridades, amenazas y riesgos, ese que habita la mayoría de los mexicanos, la inconciencia de la pareja presidencial hizo gala, desde la burbuja que habita y que cambia de colores, de sus excesos materiales.
Las apariciones públicas de EPN y su esposa no sólo fueron desafortunadas, torpes, evasivas y, sobre todo, completamente ajenas a la realidad y a lo que en ella ocurre, sino que fueron dos inmensos actos de degradación moral. Como van los acontecimientos, pues todo indica que en el Senado se iniciará un proceso de investigación sobre el patrimonio presidencial y el conflicto de intereses desatado, las dos alocuciones no solamente no lograrán dejar en pie la honorabilidad familiar, sino que han puesto al descubierto dos actos obscenos.
El Presidente de México no solamente tiene un pasado sospechoso, no lee, habla muy mal el inglés, fue catapultado por Televisa, sino que –¡oh sorpresa!– es un multimillonario locuaz, sin ningún pudor ante las múltiples tragedias por la supervivencia de sus gobernados. Lo mismo puede decirse de la primera dama, que en 2010 declaró ante Hacienda ingresos por 131 millones 690 mil pesos, por lo cual pagó de impuestos 39 millones 278 mil pesos. La actriz de telenovelas, mediocre, inculta y apolítica, es una ciudadana desmesuradamente rica, dedicada a asegurar “…un patrimonio para mis hijas” (https://www.youtube.com/watch?v=nKLavSJ7Yk8 ).
No se ve cómo EPN podrá gobernar cuatro años más, con una imagen que repta ya por los suelos (o los sub-suelos). La sociedad mexicana ha despertado, y aun aquellos que no quieren o no pueden reconocer la terrible realidad en que vivimos o cuya perspicacia cerebral sólo les permite quedarse en el mundo de las apariencias, se ven sacudidos por las circunstancias. Creyendo reivindicarse ante los mexicanos, el Presidente y su esposa se hicieron aún más impopulares. Su riqueza material reveló su miseria humana. La renuncia es inminente.