i México cuenta ahora con un promedio de 80 festivales de cine al año –lo cual ya es un exceso–, otros países la tienen más difícil. El caso en cuestión es Ecuador. Hace algunos años se celebraba en Quito el llamado Cero Latitud, pero desapareció por las causas usuales por las que desaparecen los festivales. Esperemos que eso no ocurra con el Festival de Cine La Orquídea de Cuenca, cuya cuarta edición concluyó ayer viernes.
Fundado bajo la iniciativa del enjundioso prefecto de la provincia de Azuay, Paúl Carrasco, el festival ha sido dirigido esta vez por la debutante Daniela Creamer, una experimentada periodista –ha sido colaboradora de este diario durante el festival de Cannes– que ha sabido resolver las complicaciones logísticas de un evento con voluntad de crecer. Compuesto de cuatro secciones competitivas –Largometraje Internacional, Ópera Prima Iberoamericana, Cortometrajes Ecuatorianos y Documentales Ecuatorianos–, el festival ha dado cuenta del crecimiento de la producción cinematográfica en este país que, con excepción de las películas de Sebastián Cordero, había permanecido poco activa e ignota en el extranjero. El año pasado, en cambio, se alcanzó la cifra récord de 20 cintas producidas.
Además, tuvo por primera vez a un país invitado: España. El programa ha incluido una retrospectiva selecta de la carrera del realizador Fernando Trueba, presente durante todo el festival. La delegación ha sido completada por David Trueba, hermano de aquel y director de Vivir es fácil con los ojos cerrados, la película inaugural. También ha estado presente Álex de la Iglesia, quien, además de presentar Las brujas de Zugarramurdi, pronunció una erudita conferencia magistral que desmintió lo gamberro que puede ser su cine. Y para desempeñar el papel de divas estuvieron también las actrices Victoria Abril y Carmen Maura. Además de Ariadna Gil y Carolina Bang (esposa de De la Iglesia). Otras conferencias interesantes fueron dictadas por los simpáticos hermanos Trueba.
En afortunada demostración de que un festival de cine puede acomodar otras manifestaciones artísticas, el martes por la noche se llevó a cabo un concierto del barcelonés Miguel Poveda, extraordinario representante de la nueva música flamenca.
Un detalle importante es que el Festival La Orquídea es gratuito. Por tanto, fue reconfortante comprobar cómo las diferentes sedes tenían funciones llenas, de un público interesado en conocer un tipo de cine, ajeno al hollywoodense, que muy probablemente no volverá a exhibirse en sus salas.
Quien esto escribe ha sido invitado como miembro del jurado en la categoría de largometraje internacional. Por tanto, no puedo especificar mis comentarios sobre las 11 películas participantes. Baste decir que la selección, aunque desigual, no se fue por el camino fácil de recurrir a los caballitos de batalla del año.
Por unanimidad, se decidió que la búlgara Urok (La lección), de los cineastas Kristina Grozeva y Petar Valchanov, era la merecedora al premio Orquídea. (Esperemos que la Cineteca Nacional la incluya pronto en algunos de sus programas). Mientras que el premio para mejor director fue para el australiano de origen holandés Rolf de Heer, por su película Charlie’s Country; con una mención especial para la etiope Difret, de Zeresenay Mehari.
Por otra parte, el jurado de la competencia de Ópera Prima Iberoamericana le otorgó el premio Orquídea a la mexicana Güeros, de Alonso Ruizpalacios, refrendando su exitoso paso por festivales internacionales y nacionales. Sin duda, ha sido el debut más aclamado del año.
Aún no terminaba el festival cuando Creamer y su equipo ya estaban planeando la edición del próximo año. Por lo pronto, se decidió que el país invitado en 2015 será México.
Twitter: @walyder