Tan negro como el carbón
mor y restos humanos. En 1999, en una provincia al norte de China, un policía se retira del servicio luego de que su investigación sobre el asesinato del empleado de una lavandería fracasa lamentablemente. El caso estremecía por sus detalles siniestros: el cuerpo de la víctima había sido destazado y sus restos tirados en vagones de transporte de carbón y repartidos por diversas regiones de la comarca. Cuando el enigma está a punto de resolverse, una balacera sepulta las evidencias disponibles. A partir de ese fracaso, Zhang Zili (Liao Fan), el investigador judicial frustrado, naufraga en el alcohol y acepta un oscuro puesto en un servicio de seguridad.
Cinco años después, otros crímenes de índole semejante reavivan el caso abandonado. Zhan Zili se interesa en desentrañar el nuevo enigma y dar con el paradero de los responsables uniéndose a sus antiguos colegas judiciales. La sospecha principal recae sobre Wu Zhizhen (Gwei Lun Mei), viuda de la primera víctima y empleada de la lavandería. El único indicio es advertir como en torno a ella se multiplica el número de víctimas mortales. Wu es todo un prototipo de mujer fatal, aunque su perfil muy bajo dificulta la investigación y añade dosis de ambigüedad al conjunto de la trama.
El argumento rinde un tributo al cine negro hollywoodense, a películas del corte de Traidora y mortal (Out of The Past, de Jacques Tourneur, 1947) o El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, de Tay Garnett, 1946). La figura misteriosa de una mujer como epicentro de la fatalidad se combina aquí con el perfil de un detective melancólico y fatigado, al final reanimado por un caso de difícil resolución. Una trama al estilo de James M. Cain ambientada en el escenario post-industrial de China popular.
Sin los señalamientos abiertamente sociales y políticos de Un toque de pecado, de Jia Zhangké, la cinta recrea sin embargo intensas atmósferas oscuras que ponen de relieve las contradicciones de una sociedad en crisis. El también realizador de Zhìfú (T.I. Uniform, 2003) y Night train (2004), admite la pertinencia de abordar a través del cine negro las problemáticas sociales. En un país donde prevalece la censura mediática, la estrategia de cargar al cine genérico con alusiones a la corrupción delincuencial y la voracidad del capitalismo de Estado, es una apuesta interesante y arriesgada.
Sin ser el mejor thriller imaginable, la cinta conquistó por su originalidad y factura sobresaliente el Oso de Oro en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín, un claro reconocimiento que favorece su distribución internacional y frustra en parte cualquier posible intento oficial de censura.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 18 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1