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La burbuja financiera del fracking Francisco Cravioto Lagos Fundar, Centro de Análisis e Investigación [email protected]
Un proyecto de fracking debe garantizar un retorno significativo de utilidades con respecto a las inversiones de capital hechas por las empresas involucradas. Si los costos de producción superan las utilidades potenciales de un campo de hidrocarburos de lutitas determinado, la lógica capitalista parecería indicar que el mismo no sería explotado. Paradójicamente, la evidencia empírica contradice esta afirmación. De acuerdo con Deborah Rogers, analista financiera estadounidense, el 80 por ciento de los pozos de fracking perforados en Estados Unidos hasta 2012 presentaron costos de producción superiores a las utilidades percibidas. Aparentemente, sólo la cuenca de lutitas de Marcellus –localizada en los Apalaches- presenta una producción suficientemente alta para ser considerada rentable. Pozos exploratorios abiertos en México en los que se ha utilizado esta técnica arrojan datos consistentes, con tasas de declinación que rondan entre 29 y 52 por ciento –esto significa que, a un año de haber comenzado a operar, los pozos producen entre una tercera parte y la mitad de los hidrocarburos extraídos inicialmente-. Esta precipitada caída en la producción indica que la explotación de hidrocarburos en pozos de fracking tiende a ser efímera. Rogers establece que para 2012 la venta de gas proveniente de yacimientos perforados con la técnica de fractura hidráulica en todo Estados Unidos ascendió a 32 mil millones de dólares. Extrañamente, los costos de reinversión en pozos, con el propósito de sostener su productividad a partir de la perforación fracturas horizontales adicionales, representaron en el mismo año 42 mil millones de dólares. ¿Cómo puede operar una industria con déficits tan pronunciados? Es aquí donde las operaciones financieras vinculadas con la industria del fracking entran en juego, reportando ingresos a la economía estadounidense que ascienden a los 46 mil millones de dólares. ¿De qué operaciones estamos hablando? El modelo de negocios de proyectos de fracking involucra no a grandes empresas extractivas, sino a medianas creadas ad hoc para explotar un campo o play de lutitas determinado. Estas empresas pueden encontrarse conformadas con capital proveniente de grandes extractoras de hidrocarburos u otros capitales de origen diverso. Las empresas obtienen gran parte de sus ingresos a partir de jugar con las expectativas de mercados financieros con respecto a la posible riqueza encontrada en yacimientos bajo explotación. Presentan a los mercados financieros informes sobre la creciente producción de los campos de lutitas. Tomando en cuenta las altas tasas de declinación de los pozos, estas tendencias crecientes de producción las obtienen a partir de un aumento exponencial en la apertura de pozos, aprovechando la riqueza de la producción inicial de los mismos. Paradójicamente, la apertura desenfrenada de pozos ha conducido a esta industria a operar en contra de sus intereses de mercado en la economía real: se ha saturado la oferta de gas en Estados Unidos, colapsando el precio de este insumo, de aproximadamente ocho dólares por millón de btu (british termal unit) en 2008 a 3.5 dólares en 2012. Conforme aumentan las expectativas de valor de un campo determinado crece también el valor de las acciones de la empresa que lo está explotando. Conforme un campo comienza a saturarse y la declinación agregada de la producción de la empresa en cuestión se acerca, comienza entonces un juego de ruleta rusa entre inversionistas donde las acciones cambian frenéticamente de mano al tiempo que los inversionistas buscan aprovechar el pico de ganancias antes del inevitable declive. Los inversionistas que tengan en sus manos las acciones de la empresa en el momento del declive absorben las profundas pérdidas. Quienes venden en el momento adecuado, obtienen enormes ganancias. Por supuesto, siempre existe la alternativa de que una empresa se traslade a un campo sin explotar para continuar alimentando este modelo de especulación, pero ¿qué sucede cuando se da una saturación en los campos explorados? Tal vez este fenómeno explique por qué en años recientes el fracking se ha propagado a países de América Latina, Norte de África, Europa y Oceanía. Conociendo las tendencias históricas de los mercados financieros y la ceguera y ambición con que los mismos suelen empujar a la economía mundial al borde del precipicio con tal de obtener ganancias exorbitantes, es predecible que se continúe promoviendo el fracking en el mundo hasta que esta burbuja especulativa se colapse sobre sí misma. ¿Debe México sacrificar a su población y territorio para alimentar esta barbarie irracional?
El gasoducto Tuxpan-Atotonilco, Mayeli Sánchez Martínez PADA / Marea Creciente El pasado 26 de octubre se cumplió un año de la resistencia de un grupo de pobladores de la comunidad de Cuacuila en contra del trazo del Sistema de Transporte por Ducto de Gas Propano Comercial entre la Terminal de Tuxpan de Rodríguez Cano, Veracruz, y la Terminal de Atotonilco de Tula, Hidalgo (gasoducto Tuxpan-Atotonilco) a cargo de corporativo Gasoductos Mexicanos, SA de CV. En un acto celebrado en un centro deportivo al que también asistieron académicos, activistas, periodistas, estudiantes y organizaciones que se solidarizaron con esta resistencia, miembros de la agrupación Ciudadanos Indígenas en Defensa de sus Derechos (CIDD) recordaron cómo, al darse cuenta de la pretensión de construir la obra, habían salido a detenerla. A un año de esta lucha y con un amparo que ordena la “suspensión definitiva” de los trabajos de instalación del gasoducto, la construcción aún continúa. Cuacuila es una pequeña comunidad indígena en la Sierra Norte de Puebla. Su población, es de tres mil 50 habitantes y presenta un índice de marginación alto. Nunca fueron consultados sobre esta obra y nunca se les ha dado información. Al igual que en otros casos de imposición de megaproyectos, un día cualquiera comenzaron a llegar ingenieros y personas a rentar terrenos y maquinaria. Cuando el pueblo se dio cuenta, ya el trabajo estaba en marcha, con el entierro de ductos –en algunos tramos a menos de 200 metros de la comunidad- y quitando de su camino árboles, manantiales y milpa. El gasoducto Tuxpan-Atotonilco es una inmensa obra de 260 kilómetros de longitud. Atraviesa 26 municipios pertenecientes a cuatro estados de la República (Veracruz, Puebla Hidalgo y el Estado de México). Recorrerá desde la Terminal Portuaria de Almacenamiento y Distribución de Gas Licuado de Petróleo, ubicada en el puerto de Tuxpan, Veracruz, hasta las instalaciones de la Planta de Distribución y Almacenamiento de Gas Licuado del Petróleo (gas LP), en Atotonilco de Tula, Hidalgo. Adicionalmente, tendrá un disparo para instalar un ramal hacia las instalaciones de la refinería de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Tula, Hidalgo. La construcción de este gasoducto forma parte de la Estrategia nacional de energía, desarrollada por la Secretaría de Energía (Sener), que en 2010 dio a conocer las perspectivas del mercado para el gas natural de los siguientes 15 años. En esta publicación se destaca que el gas representa una forma de energía más limpia en comparación con otras, como el carbón. De acuerdo con la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) que presentó la compañía el 30 de septiembre de 2004 ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el trazo de la obra cruza el área natural protegida “Cuenca hidrológica del Río Necaxa”; la región terrestre prioritaria (RTP) 102 Bosques Mesófilos de la Sierra Madre Oriental (solo el 59 por ciento los bosques mesófilos originales preservan su vegetación); la RTP 76 Río Tecolutla, y en menor medida la RTP 69, correspondiente a Llanos de Apan. Los sitios arqueológicos localizados en las regiones contempladas por el proyecto suman 521, según la relación presentada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia adjunta a la MIA. En un ejercicio simple, de delimitación de un área de impacto a partir del Estudio de Riesgo Ambiental adjunto a la MIA, es posible ver que, en caso de un incidente grave, se verían afectados 21 sitios arqueológicos de forma directa. Cabe señalar que el proyecto no está contemplado en los programas de ordenamiento del territorio registrados para algunas de las regiones que atraviesa. El tiempo para la realización de la obra fue estimado en dos años, por lo cual la MIA debió tener una vigencia que no excediera este plazo para la construcción, independientemente de las etapas en las que estuviera contemplado el proceso de operación. No hemos encontrado evidencias de una solicitud de ampliación del plazo o de la existencia de una nueva MIA, y en el juicio de amparo, presentado ante el juez primero de distrito en el estado de Puebla, la compañía no demostró contar con una autorización posterior. Por tanto, la obra en este momento se está realizando en la ilegalidad. El gasoducto Tuxpan-Atotonilco nos coloca ante el par dicotómico: el Estado y las corporaciones confrontados con los entramados comunitarios para los cuales lo importante no son las utilidades mediadas a partir de una lógica de dinero, sino la reproducción de la existencia. Es claro que el capital requiere la expansión de sus mercados y ha logrado acelerar los procesos de extracción y uso de lo que debería ser considerado bienes comunes naturales, generando una gran diversidad de conflictos socio-ambientales. Ante este tipo de proyectos energéticos impuestos, si queremos vivir, somos los comunes que habitamos la Tierra quienes deberíamos decidir si esta es la opción de vida que elegimos para nosotros.
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