¿Nuevo conflicto congelado
?
iete meses después de comenzar, y con más de 4 mil muertos por ambos lados, el enfrentamiento armado en el este de Ucrania adquiere rasgos de conflicto congelado
, como se ha dado en llamar a las controversias territoriales que surgieron al desintegrarse la Unión Soviética, derivaron en guerras y, 23 años más tarde, siguen irresueltas.
Con sus antecedentes y diferencias, coinciden en tener estas constantes: ninguno de estos conflictos se solucionó de modo pacífico; los Estados en que están incrustados pierden de facto soberanía sobre las regiones que proclaman su intención de separarse; en ningún caso la mediación de la comunidad internacional propició un arreglo político; no se produjo la repatriación de las personas desplazadas; subsisten sólo por el apoyo financiero y militar de Rusia y no cuentan con reconocimiento internacional como Estados independientes con asiento en la ONU.
Se consideran conflictos congelados
Transnistria en Moldavia, Nagorno-Karabaj en Azerbaiyán, Abjasia y Osetia del Norte en Georgia. A ellos pueden sumarse las zonas, colindantes con Rusia, dominadas por los separatistas en las autoproclamadas República Popular de Donietsk (RPD) y República Popular de Lugansk (RPL) por cuanto las elecciones que realizaron el domingo anterior pusieron en entredicho la frágil tregua pactada en Minsk.
En el supuesto de que se reanuden los combates –escenario cada vez más probable, toda vez que el gobierno de Ucrania inició ya el procedimiento para derogar el estatus especial que había concedido a las regiones rebeldes– no podrían vencer ni unos ni otros.
Porque en la medida en que el ejército ucranio comience a imponerse a las milicias separatistas, es previsible que Rusia aumente su ayuda en armamento y en voluntarios con comillas y sin ellas para restablecer el equilibrio. Si, por el contrario, los secesionistas empiezan a ensanchar los territorios bajo su control, habría sanciones adicionales contra Rusia, que si bien nunca la forzarán a dar marcha atrás sin obtener que se acepte que Crimea ya no forma parte de Ucrania, seguirían golpeando duramente su economía, lo que tampoco desea.
El proyecto de Nuevarrusia no resultó viable –la RPD y la RPL representan sólo una mínima parte de las ocho regiones del sur y el este de Ucrania– y dentro de los milicianos hay grupos que no reconocen el liderazgo de los hombres impuestos por los operadores del Kremlin y se supeditan a Rusia sólo por conveniencia.
A menudo combaten entre sí y con los batallones financiados por los magnates locales, que persiguen sus propios fines. Por tanto, no pocos seguirían levantados en armas incluso en el hipotético caso de que Moscú pactara con Kiev retirar su apoyo a los líderes separatistas a cambio de que no se cuestione más la anexión de Crimea.
Cuando haya disposición de hacer concesiones recíprocas, sólo Ucrania y Rusia pueden negociar un arreglo político que evite un nuevo conflicto congelado
en el espacio postsoviético.