Investigadora del Civestav pretende asegurar la salud de la especie, endémica de Yucatán
Con el proyecto la especialista ganó una Beca para las Mujeres en la Ciencia
Identificará mediante microscopía electrónica las larvas que afectan el desarrollo del animal marino
Jueves 6 de noviembre de 2014, p. 2
Al mojo de ajo, a la diabla, al carbón o combinado con otros mariscos, el pulpo es uno de los alimentos de origen marino más presentes en la oferta culinaria de algunos estados con playa del país, como Yucatán, donde el pulpo rojo (octopus maya) genera más de 15 mil empleos directos y una derrama económica anual de 314 millones de pesos aproximadamente, según la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Al conocer los datos económicos y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el bienestar corporal de las personas se liga directamente a la salud animal y a la producción
, Sheila Castellanos Martínez, investigadora del Departamento de Recursos del Mar en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), en Mérida, centró sus estudios en el pulpo maya desde hace más de un año.
Con su proyecto, relacionado con esta especie endémica de Yucatán, la investigadora se convirtió en una de las ganadoras de las Becas para las Mujeres en la Ciencia L’Oréal-Unesco-AMC 2014, cuyos recursos aplicará a la investigación con la que busca contribuir en materia de abasto alimentario, al asegurar la salud de esta especie o, en su caso, identificar parásitos potencialmente peligrosos asociados a la ingesta de este pulpo.
Contra enfermedades
La especialista enfoca su investigación a la posibilidad de que el pulpo maya puede ser portador del agente causante de la anisakiasis (enfermedad frecuente en todo el mundo, causada por la ingestión de pescado o pulpo infectado con larvas de parásitos del género anisakis). En ese caso y ante cualquier otra enfermedad parasitaria deberán tomarse las medidas necesarias para resolver este problema, ya que esta especie es un recurso importante desde el punto de vista biológico, económico y social.
Otros parásitos que se pretende erradicar en la investigación que realiza Sheila son algunos gusanos parásitos (cestodos, trematodos), así como del coccidio, causante de coccidiosis en cefalópodos (pulpos, calamares, sepias y nautilos), que genera problemas de crecimiento a estos animales. Se ha estudiado en el pulpo común (octopus vulgaris) que el coccidio infecta la mucosa del tracto digestivo y conforme crece el parásito perfora este tejido.
En el cultivo del pulpo el padecimiento es grave, porque por más alimento que se le proporcione el molusco no crece ni engorda como debiera, porque no puede asimilar los nutrientes.
Por lo anterior, el objetivo de la investigadora es determinar la presencia de parásitos en el octopus maya, que pueden representar un riesgo para la salud pública, así como para el desarrollo exitoso de su cultivo en México.
De acuerdo con Sheila Castellanos, la información generada sentará las bases para desarrollar herramientas de diagnóstico de dichos patógenos con aplicación en el cultivo de cualquier especie de moluscos marinos de cabeza grande y boca rodeada de brazos largos y provistos de ventosas, como los que poseen el pulpo o el calamar.
“Lo que pretendo saber es si el octopus maya porta o no algún parásito que cause alguna enfermedad en humanos, como la anisakiasis, porque la enfermedad como tal la desarrollan las personas o bien el portador final, que son las aves o mamíferos marinos. En los humanos puede presentarse si se consume algún producto del mar como pescado a medio cocinar o preparados, como ceviche”, explicó.
Para estudiar los parásitos que enferman al pulpo en cuestión, Castellanos Martínez capturará los animales, hará la extracción de los parásitos y realizará la caracterización morfológica para identificarlos.
Después, amplificará algunos genes según el parásito de que se trate para complementar la identificación de los mismos.
El objetivo que busca la investigadora es complementar las técnicas tradicionales, que consisten en extraer el parásito, observarlo por microscopía óptica convencional, estudiar sus características y, si no se consigue identificar la especie, recurrir a la microscopía electrónica, que resulta muy útil para los coccidios que tienen caracteres muy pequeños y no se logran ver con la primera técnica.
Sheila Castellanos destacó que estudiar los parásitos del pulpo representa un problema, porque usan al molusco sólo como un medio, como en el caso de anisakis u otros nematodos, para llegar a su huésped final, que son peces, delfines, ballenas o aves marinas.
Los parásitos en el pulpo muchas veces están en fase larvaria, y las larvas tienen la peculiaridad de no mostrar ciertos caracteres taxonómicos, características que se necesitan obligadamente para saber qué especie es.
Por lo anterior, dijo, “necesitaré amplificar genes de cada grupo de parásitos; con eso espero obtener, al compararlos con las bases de datos públicas, su identidad en fases larvarias y poder decir que el octopus maya es portador de parásitos potencialmente peligrosos para el consumo humano”.