¿La muerte tiene permiso?
l parecer, la pena de muerte ha sido establecida de facto en México: Ejército, policía y narco se permiten, impunemente, desaparecer y matar jóvenes sospechosos de soñar públicamente con otros mundos; lindas mujeres inermes o niños gorriones que viven en la calle… También forma parte de este horror el cinismo lacerante de los políticos y la incapacidad de nuestra indignación para cambiar esta realidad. Además de mi corazón, lo mejor que tengo hoy para ofrecer es la expresión poética de la angustia de una joven mexicana, quien desde el extranjero se pregunta por los muchachos normalistas de Ayotzinapa:
¿Adónde se va la gente desaparecida? /¿Se la traga la tierra? /¿Se la lleva el cielo? /¿La succiona el espacio? /¿O será que los desaparecidos se duermen en el mar /o será que se doblan para guardarse en un cajón?
¿Qué es lo que saben, que nosotros los aparecidos no podemos escuchar? /¿Qué saben ellos que nosotros no? /¿Dónde se ocultan y qué susurran en ese lugar? /¿Adónde va la gente que desaparece? /¿Se vuelve humo?/ ¿Arena? /¿Aves migratorias? /¿Paredes ansiosas? /¿Viento que pasa? /¿O simplemente están de broma todos juntos, acumulando tiempo para ganar un premio?: a la sorpresa más grande, a la mentira más cruel /un reconocimiento a la ocurrencia más tremenda, al trabajo en equipo mejor organizado.
¿O será que están durmiendo /que se les ha congelado para el futuro /o acaso están en un laberinto del cual aún no han logrado salir /o en una torre, esperando a que les crezca el cabello? /¿Estarán dentro de una ballena llorando? /Llorando, llorando mucho / o puede ser que al final han perdido la memoria /que un día caminando olvidaron quiénes eran y no consiguieron volver a casa. /Puede entonces que sigan por ahí /que a cada pisada fueron inventando otra historia /viviendo otra vida /construida desde el no recuerdo.
¿O será que los que hemos desaparecido somos nosotros? /Y hundidos en el mundo estamos perdidos /y nos decimos unos a los otros cosas para asegurarnos de nuestra existencia /despojados del universo /desdibujados de cualquier mapa /deshabitados de ojos que nos miren /metidos todos en un agujero invisible /nosotros, los aparecidos, /los que preguntamos y nos lamentamos por ellos /los que agonizamos de ausencias /los que mataríamos a palos a la soledad /mientras ellos, sin que lo sepamos, nos buscan incansables en todos los sitios: en las cafeterías que no vamos /en los hoteles que no conocemos /en las playas a las que nunca iremos /en los libros que no leeremos /en la vida, su vida /donde nosotros hemos desaparecido. (Acoyani Guzmán. Madrid, octubre de 2014)