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Éric Pérez: libro paisaje
D

e tiempo atrás veo lo que hace este pintor sin aureola (la expresión no es mía, está tomada de Cuauhtémoc Medina, pero en otro contexto). Lo más reciente observado fue en la edición 17 de la Bienal Tamayo, aunque no obtuvo ahora mención alguna. Sin embargo, aclaro que lo que me atrajo de primera mano respecto del libro Paisaje fue la forma en la que lo recibí.

Encontré en mi cubículo un sobre amarillo en el interior protegido con plástico burbuja, mi nombre y dependencia universitaria manuscritos con tinta, muchos sellos de la administración de correos Coyoacán y una hilera de seis timbres con el consiguiente precio consignado, nueve pesos.

Volteándolo, al examinar el envés, vi que se depositó en la oficina postal varios días atrás y que además del enorme sello de recibido, estaba ligeramente abierto por un costado, con objeto, creo, de constatar su contenido dada la índole de la textura del sobre (un poco blando) y la adherencia de una etiqueta azul R, correo registrado, pienso que dado lo atípico del envío y los recientes sucesos ocurridos en las vecindades se hacen prudentes todo tipo de medidas precautorias.

Al mismo tiempo recibí una gran bolsa abierta, en material transparente, que contenía 20 publicaciones tipo catálogo cuadernillo, procedentes del Museo Arte Contemporáneo (Muac) y recibidas apenas el día anterior, la mayor parte se refieren a exposiciones cuya vigencia está transcurriendo, además de otras ya pasadas. Eso me hace pensar que el futuro de este tipo de impresiones es impredecible, pues aunque muchos somos adictos a la publicación impresa y seguimos adquiriendo libros inmisericordemente, la elección personal es parte del disfrute.

Solemos recibir decenas de publicaciones entre libros y folletos procedentes de diversas instancias. Lo recibido del Muac es muy pertinente en relación con lo que está exhibido ahora, mas resulta reiterativo respecto de lo que ya sucedió, dado que la posesión de la publicación se reitera. Y si, como sucede a muchos, toda publicación merece respeto, lo que acontece en estos casos y en otros es que uno se convierte en distribuidor, una adecuada distribución universitaria resolvería el problema.

La índole del sistema que se eligió para enviar el libro Paisaje aceleró su revisión y no se diga su lectura, ¿eso implica una nostalgia por el correo, un romance retro? Así es: se añora lo que producía placer y ya no sucede.

El libro se titula Landschaft/Hudson, es extremamente apaisado, pero en cuanto a peso específico y formato puede hojearse y sostenerse perfectamente en las manos; lo digo porque me he visto ante libros que pesan unos siete kilos, en cuyo caso no sólo para leerlos sino incluso para hojearlos, se necesita un atril, como si fueran libros de coro.

Este libro empieza sin indicación previa alguna, de entrada con fotografías de óleos sobre paisajes, la mayoría a doble página. Eso es lo que la edición propone y, ni modo, hay que respetarla, así que fui hojeando aunque con creciente ansiedad, ya que esperaba encontrar un texto, que por fin apareció en la página 99, justo después de la imagen de un castillo aparentemente algo ruinoso, que tal vez fue medio visualizado y después configurado quizá a través de recuerdos de narraciones como El perro de los Baskerville (aunque ciertamente aquí no hay ningún perro) o bien El castillo de Otranto.

Allí empieza el texto, cuyo autor es el propio pintor. Está escrito en forma sencilla, sin intenciones poéticas ni teóricas. La meta es explicar cómo se generaron las imágenes y el modo como se decidió pintarlas. Eric no usó bastidores, sino un rollo de lino que se cortó a una altura de 30 centímetros, desplegada a lo largo de las paredes de su estudio donde efectuó la preparación de la tela con los ingredientes tradicionales, cola de conejo, capa de gesso, además del fondeado, no betún en este caso, sino premonitorio a una paleta paisajística, que parece bañada en una luz de atardecer.

El pintor fue generando sus visiones a partir del trayecto en un tren desde donde vislumbraba regiones de la Selva Negra en Alemania. No dice haber tomado fotos, pero quizá sí lo hizo. Tiempo después, a partir de un trayecto por las laderas del río Hudson evocó aquel ambiente, además de que recordó también que este río fue inspiración de una pléyade de pintores estadunidenses en el siglo XIX, que hasta llegaron a integrar una escuela. No pretendió, hasta donde puede vislumbrarse, pintar estilo siglo XIX, pero posee el suficiente dominio del oficio y el gusto ad hoc para recrear atmósferas, contrastes, luces, densidades o ligerezas no tanto miméticas sino evocativas y hasta románticas. Y las impresiones de las fotografías por parte de Artes Gráficas Panorama, realizadas por tres fotógrafos, están cerca de lo impecable.

El libro que en sí mismo propone un seccionamiento del rollo pictórico en diferentes escenas, es decir, en cuadros. ¿Qué viene ahora? Generalmente la exposición antecede al libro o al catálogo y ahora podría invertirse el proceder. La edición es de La Caja de Cerillos. Una exposición de cámara, ¿no resultaría conceptual?