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Ver día anteriorLunes 27 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Positivos falsos y defensores de opereta

Animales sí, personas desaparecidas, no

L

os taurinos positivos ven el vaso medio lleno, aunque sea de simulaciones, autorregulaciones e imposiciones, como diría el soso ripioso. De la verdad defienden lo que aparezca, sin razonar ni cuestionar la limitada oferta de los dueños del espectáculo, que no de la tradición taurina de México. Aceptan la realidad de la fiesta de toros sin chistar, y aplauden como focas amaestradas cuantas decisiones tomen de espaldas a la afición los capitostes del negocio.

Su postura es llevar la fiesta en paz, tranquilitos, sin hacer olas, en el papel, el blog, el micrófono o el pregón y sumarse, positivos como son, al carromato de lo que va quedando, no de reclamar la urgente necesidad de repararlo. Con su actitud contribuyen al desmantelamiento de un pasado taurino apasionante y competitivo a nivel internacional para privilegiar un presente uniforme y degradado, y todavía se dan el lujo de culpar a los antitaurinos de un modelo de negocio probadamente acabado. Afortunadamente pensadores de muy altos vuelos, como Noam Chomsky, califican a La Jornada como el periódico más independiente de la historia, precisamente por negarse a llevar la fiesta en paz, incluso en el manoseado tema de los toros.

En esta misma línea positivista, pero ahora del colonialismo sin recato, el próximo 12 de noviembre algunas figuras españolas se reunirán en la Plaza Santamaría, de Bogotá, a solidarizarse con unos modestos novilleros y a defender la fiesta de los toros en Colombia, es decir, sus puestos de trabajo en ese país, no a defender la fiesta de Colombia, o sea los puestos de trabajo que no ha sabido defender la torería colombiana ni los colonizados taurinos de por allá. Y en materia taurina decir Colombia es decir Venezuela, Ecuador y Perú. Hay que repetirlo: por aquellos Rincones, la fiesta sigue hecha Girones. Y aléguenle.

Decía la Rayuela del viernes pasado: Vergonzosa la actitud de diputadas y diputados doblando la cerviz ante las televisoras en el tema de protección a menores. Que nuestros legisladores doblen la cerviz ante cualquier instancia de poder es añeja costumbre que les significa jugosos dividendos, pues para eso se ganan elecciones en las democracias balines, no para defender los derechos más elementales de la población.

Lo que ofende aún más a la inteligencia es que estos humanistas de opereta metidos a senadores de vanguardia, con un ecologismo electorero agiten su banderita de compasivos animalistas para presentar una iniciativa a la que bautizaron como Ley General de Trato Digno y Respetuoso de (sic que se olvidó de poner a) los Animales. Sólo que estos fogosos protectores de cuadrúpedos, aves, peces y reptiles, no de personas, han apoyado las candidaturas y llevado al poder a presidentes y gobernadores probadamente taurinos o incluso criadores de toros de lidia, por lo que su escasa autoridad moral, no se diga cultural, pone en ridículo tamaños desplantes.

Alambristas de la política, les resulta más cómodo prohibir que legislar y vigilar la observancia de leyes y reglamentos existentes. Si en México el negocio taurino es manejado por un duopolio intocable, mejor invocar la desaparición de una tradición que meter en cintura a quienes la han secuestrado y denigrado para sus particulares intereses. Siempre el rábano por las hojas e insistir en que la violencia y la crueldad hay que evitarla en los animales, no en las personas.

A estos hematófobos condicionados les repugna el derramamiento de sangre animal, no humana, pues hoy en México casi no hay muertes violentas por lo que se debe poner orden en lo verdaderamente prioritario, independientemente de sus consecuencias económicas y laborales: palenques sin gallos, circos sin animales, corridas sin toros, delfinarios sin delfines y calandrias sin caballos en la costera de Acapulco, cerquita de Ayotzinapa, donde desaparecen estudiantes sin que a ningún legislador, animalista o no, le quite el sueño.

Y tampoco les quita el sueño enterarse de que según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) la violencia en el mundo mata un niño cada cinco minutos, pero sólo una minoría pierde la vida en zonas de guerra, y que los niños expuestos a la violencia en el hogar muestran un deterioro en su funcionamiento socioemocional y en su rendimiento escolar. Pero sólo son niños, no gallos de pelea ni tigres amaestrados ni toros de lidia. Bueno.