Sábado 25 de octubre de 2014, p. a16
El maestro Cecil Beaton registró con su cámara Rollerflex el mejor documento fotográfico de La Diva.
Ella mira fijamente a la cámara con sus ojos brillantes de ópalo y ámbar. Su meñique derecho se dobla coqueto sobre su pómulo, mientras el anular derecho corona el oro macizo de su anillo en una bola de cristal de color idéntico al lipstick: rojo sangre. Sangre pura.
Pura. Así se llama la novedad discográfica que mueve el entusiasmo de los melómanos estos días.
Por supuesto que María Callas, La Diva es la cantante más escuchada, conocida, aclamada, aplaudida y venerada de la historia.
¿Por qué comprar ahora otra vez los discos de La Diva?
Por la misma razón por la que estamos comprando, nuevamente, los mismos discos de Pink Floyd, Led Zeppelin, The Beatles, George Harrison...: porque fueron sometidos a un proceso de remasterización que nos permite apreciar matices inauditos: aún no oídos.
Una caja monumental contiene las 26 óperas y los 13 recitales solos que grabó La Diva. El empaque: deslizable, con su booklet dentro del cual se imprime el diseño de arte original. Un cd-bonus contiene los libretos de cada ópera.
Los nuevos transfers fueron realizados en los legendarios estudios Abbey Road, con la técnica que alcanza los 24 bit por cada 96 kHz.
Habrá quienes extrañen el entrañable gis (el sonido rasposo que causaba el roce de la aguja del tocadiscos contra los surcos del acetato) de los discos originales de acetato, estática que ha sido conservada en muchas conversiones de esos viejos discos a la versión disco compacto.
Lo cierto es que uno se estremece como si estuviera en el teatro, frente a La Diva.
Ella, y solamente ella, alcanza niveles de paroxismo emocional, al borde del pathos pero siempre en el límite de lo musical. No solamente sus increíbles agudos, ni sus impresionantes Do de pecho: es la gran dramaturgia que anima a una persona capaz de una tristeza tan profunda como la que captó el fotógrafo Cecil Beaton con su cámara Rollerflex, en esos ojos, como diría Tablada, casi oro, casi ámbar, casi luz.
Pura, la grabación remasterizada que nos ocupa, recupera 18 pasajes operísticos donde La Diva nos deja estupefactos.
Pura, hay que decirlo, es la versión sintetizada de la gran caja con las 26 óperas, entre las cuales figuran las que forjaron la leyenda en escena: Lucia de Lammermoor, Aída, Tosca, La Boheme, Norma, Carmen...
Los tracks 1, 2, 3, 6, 8, 15 y 18 son los favoritos del Disquero, en especial el 8, donde La Diva alcanza lo sublime.
Al escuchar el track 15, Una voce poco fa, de la ópera El barbero de Sevilla, de Rossini, uno no puede sino pensar en ese prodigio de película titulada El rey del barrio y en particular el episodio donde Vitola entona precisamente esa aria, que invito a que disfruten, en el siguiente link: http://goo.gl/pcbEwO.
En la versión de María Callas, el alegre relajo que desató en sus óperas el Gordo Rossini se eleva en sublimidad. El mensaje es tan profundo que uno puede observar, en una pantalla imaginaria, el momento del nacimiento de La Diva: quiere la leyenda que la recién parida madre aparte la mirada al ver el cuerpecito ensangrentado salir de su vientre y emitir su primer grito; apartó la vista porque la madre esperaba un varón, no esa bebita frágil que temblaba en el rabillo de su ojo izquierdo.
No esa mujer enamorada que nunca alcanzó el amor de quien ella amaba: Aristóteles Onassis y cuando éste murió, ella entró en una depresión tan profunda que se encerró en su departamento de París, donde fue hallado su cuerpo físico la mañana del 17 de septiembre de 1977 flotando en la tina de su baño. Sola y su alma. Sola en la ciudad luz. Sola y un frasco vacío de barbitúricos al lado de la tina. Sola entre una multitud de ángeles.
Quiere la leyenda que su muerte haya sido natural.
Lo que no es leyenda es el estremecimiento que uno experimenta al escuchar su poderosa, brava, bronca, increíblemente espectacular y portentosa voz.
Por eso es La Diva.