Fue distinguido con el premio iberoamericano Carlos Pellicer por su libro Las edades felices
Es probable que sea inútil en términos de cambiar al país, parar una guerra o hacer que aparezcan los culpables de la matanza de estudiantes en Iguala, pero puede contribuir, dice el autor a La Jornada
Miércoles 22 de octubre de 2014, p. 4
Leer al poeta Margarito Cuéllar (San Luis Potosí, 1956), a cualquier edad, desde cualquier rincón en que la lengua española imponga su austero frenesí y su rudeza delicadísima, con aves o sin aves en lontananza, es una fiesta del lenguaje en la que se levantan arquitecturas efímeras de palabras hermosas en honor a la vida
, afirma el filólogo y ensayista español Luis Alberto de Cuenca en el prólogo del libro Las edades felices.
Editado por Hiperión, el volumen obtuvo el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2014.
Poemario directo y duro
Se trata de un poemario directo, a veces muy duro, no quejumbroso, pero en ocasiones con una poesía demasiado cruda, lo cual tiene que ver con los tiempos del propio libro, pues fue escrito durante los años posteriores a mi divorcio, una época de exilio y ruptura
, explica Cuéllar en entrevista con La Jornada.
Uno de los poemas incluidos se titula Carta de un sicario al señor de los cielos
, en el que se lee: No me cierres la puerta ni me hables del infierno:/ ése ya lo vivimos tus hijos en la tierra
.
El libro se publicó en 2013, pero fue escrito durante los cinco años anteriores.
Margarito Cuéllar considera que debido al desencanto que permea los tiempos actuales, “muchos poetas se han alejado un poco de la participación política, y a mayor juventud mayor desapego. Pero los poetas de la generación de los 50 estamos marcados por ciertas luchas de liberación en Latinoamérica y el mundo que hubo en los años 70.
“La poesía de hoy, sin embargo, está alejada de los movimientos sociales, con excepciones muy contadas, como la excelente obra de Carmen Boullosa, que capta esta atmósfera y retrata la situación de la patria, de 2011 a la fecha; algunos poemas de María Rivera, y yo mismo hago algunos textos con esa temática, pues pienso que muchas cosas en el país se deben transformar.
Es muy probable que la poesía sea inútil en términos de cambiar al país o detener una guerra o hacer que en estos momentos aparezcan los culpables de la matanza de estudiantes en Iguala, pero puede contribuir. Claro, no sola. La poesía necesita de aliados para lograr sus propósitos.
Para un poeta, continúa el entrevistado, los alcances de la poesía no son pocos ni limitados. Pero es una labor penosa, porque uno quisiera que las cosas no estuvieran ocurriendo así, pero la misma impotencia hace que no se detenga nuestro trabajo
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Desde su óptica de editor, labor en la que también se desempeña en Monterrey, Nuevo León, donde reside, Cuéllar considera que en México, a diferencia de colegas de otras latitudes, los poetas han dado el salto, sin miedo, a nuevas formas líricas, lo cual significa que hoy tenemos una poesía muy transparente, muy directa y a la vez profunda, como la que escriben Vicente Quirarte, Eduardo Langagne o Marco Antonio Campos; una poesía muy sólida, con cruces filosóficos, como la de Eduardo Lizalde; o una poesía que trasgrede el lenguaje, que investiga y busca como la de Francisco Hernández, quien va más allá de crear atmósferas, que inventa y recrea ambientes de personajes, de artistas, de suicidas, o Coral Bracho, que pasa de una poesía muy abstracta en sus primeros libros, a una poesía muy sintética, muy ordenada, rítmica, son sólo algunos ejemplos de toda la riqueza que aporta la poesía mexicana
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Margarito Cuéllar señala que en estos tiempos los jóvenes poetas son atemporales y transregionales, “espero que consideren que su mejor amigo es el bote de basura, porque a veces los escritores somos muy complacientes con nosotros mismos. A los 20 años creemos que ya lo tenemos todo porque tenemos la potencia de la edad, pero esa energía se agota si no se le alimenta.
“Al tener cerca el bote de basura se plantea una lucha consigo mismo. Ese es el gran reto. Hay que tener respeto al trabajo y humildad, pero que no sea falsa, sino una que nos ponga los pies en la tierra y nos haga ver que nuestro trabajo sólo es uno más de la enorme cantidad de poemas que se escriben en una ciudad, en un país y en el mundo.
Sobre todo, hay que seguir teniendo esperanza en la palabra, porque ésta nos va a hacer mejores, nos va a nutrir. Paradójicamente, la palabra de los poetas a veces es una esperanza desde el desencanto mismo. Pero nos mantenemos en pie de lucha. José Emilio Pacheco tenía razón: el texto es un mensaje que lanzamos al mar en una botella, sin saber en qué isla alguien la encontrará, va a leer el mensaje y se sentirá identificado. Puede ser mañana o en un año o cuando ya no estemos. Esa es la fuerza que da el trabajar con el misterio de la palabra.
Poesía y enfermedad
Margarito Cuéllar acaba de concluir Poemas del fin del mundo, textos sobre poesía y enfermedad, otra edad de mi poesía, proveniente de esa otra escuela que implica la rudeza de superar una enfermedad y tratar de quedarnos de este lado del mundo, además de explicar que la vida es lo único que poseemos y está totalmente compenetrada con la poesía
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El poeta es autor también de Que el mar abra sus puertas para que entren los pájaros (1982), Tambores para empezar la fiesta (1992), y Poemas para protegerse del sol (2003), entre otros. En 2003 recibió el premio de poesía convocado por Radio Francia Internacional y la radio HJCK de Colombia.