18 de octubre de 2014     Número 85

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Raíces africanas del blues


Charley Patton

Josafat Cuevas

“Blues is life, and life is blues”
Willie Dixon

Es un hecho bastante conocido que los orígenes de gran parte de la música popular del siglo XX se remontan a las plantaciones de algodón, tabaco y azúcar de los estados sureños de la Unión Americana. Durante tres siglos (XVII, XVIII y XIX), los pobladores negros de África fueron llevados como esclavos para trabajar en ellos. Se calcula que en ese tiempo, entre 35 y 40 millones de personas fueron arrastradas a los barcos; se estima también que sólo 15 millones sobrevivieron la travesía: la mayoría moría por la desnutrición, enfermedades diversas e incluso por asfixia en las entrañas de las naves.

Las raíces de lo que más tarde se conocería como la música de blues son, por un lado, las “canciones de trabajo”, rítmicas guturalizaciones que los esclavos hacían mientras tiraban de la mula o pizcaban el algodón durante las interminables jornadas a que eran sometidos; por otro, canciones espirituales (gospels) que habían traído con ellos desde su tierra nativa. Eran plegarias a los dioses, cantadas en lengua bantú, yoruba y fon, principalmente. Aunque las lenguas fueron varias, de acuerdo con las diversas procedencias de la población negra, el término griots designó genéricamente a esos cantadores. Posteriormente surgió el verbo holler, gritar, aullar. Esos cantos a capela derivaron, con la posterior incorporación de diversos instrumentos, a la expresiones del blues, el jazz, el soul, y un poco después, del rock’ and roll. La incorporación de instrumentos y armonías europeas que se fundieron con los ritmos africanos fue posible por la gradual integración de la población negra a la vida en la Unión Americana, a pesar de -o quizá por ello mismo- la profunda discriminación de que fue objeto.

La estructura básica de los primeros cantos era la de voz principal, y respuesta del coro. Esa forma  permanece incluso en el fraseo característico de la guitarra, incorporada mucho después. A esos primeros cantos rítmicos se sumaba con frecuencia el acompañamiento de rudimentarios instrumentos de percusión, fabricados con troncos y pieles, huesos, etcétera. Una simple cuerda atada a un poste podía producir los sonidos bajos que proporcionaban la base para el canto.

Un instrumento decisivo en los orígenes musicales del blues fue el halam, especie de banjo primitivo fabricado con una calabaza seca a la que se añadía un brazo o mástil de madera y cuatro o cinco cuerdas de hilo de pescar. Gradualmente se fue sofisticando su fabricación: aro de metal, resonador de piel, mástil con trastes y llaves de afinación, etcétera. Pero su uso en la música de blues fue perdiéndose. Una razón no menor fue que empezó a ser muy utilizado por los blancos en sus espectáculos Minstrel, en los que con frecuencia había parodias y ridiculizaciones de las costumbres y modo de vida de la población negra. Es por entonces que se incorporan la guitarra, de procedencia europea, y las armónicas, de origen chino.

La enorme capacidad de improvisación y la falta de recursos hicieron que se incorporaran también la tabla de lavar ropa y otros objetos domésticos como instrumentos de percusión. La incorporación de la guitarra contribuyó enormemente al desarrollo melódico y armónico del blues. Charley Patton, Robert Johnson, Son House y una auténtica miríada de bluesmen de leyenda surgieron por doquier: Alabama, Georgia, Louisiana, Texas… el delta del Mississippi. Un personaje central de esta saga es W.C. Handy, quien mucho antes de los distintos “padres”, “reyes” y “padrinos del blues” que luego poblaron la escena, fue llamado precisamente así: “padre del blues”, por 1903. Tenía formación musical, tocaba la guitarra, pero sobre todo quizá fue el primero en percibir la potencialidad comercial del blues, y sus posibilidades expresivas más allá de las plantaciones. A pesar de que su lugar en la historia del blues no es como ejecutante o compositor, sino como difusor de este género, es de destacar la técnica del knife song usada por él: un cuchillo rasgaba las cuerdas de la guitarra, en vez del plectro o plumilla. También un cuello de botella (bottleneck). Esta técnica definitoria del sonido blues se conoce ahora como slide. Otros componentes de ese sonido son el uso constante de vibratos, notas sostenidas y bendings.

Además de los lamentos por las duras condiciones de trabajo, las miserables condiciones en las barracas de los campos y de las plegarias a los dioses, otra fuente inagotable del blues fue y ha sido la directa referencia erótica, sexual. A la tristeza, la plegaria, se suma el gozo de vivir: “blues is a felling”.

De cualquier modo, la raíz de tristeza del blues es su color definitorio. La población negra pasó de la esclavitud a las duras condiciones de la recesión y la gran depresión económica de los 30´s en la Unión Americana. El desempleo afectó a todos los ciudadanos, al margen de su origen étnico. Es la época de los “hobos”, vagabundos por necesidad, quienes, en ocasiones armados de guitarras, banjos y armónicas se trepaban a los trenes (cuyos rieles también habían sido construidos antes por esclavos negros) y salían de sus lugares de origen en busca de pan y trabajo. Muchos de ellos subieron también por el río Mississippi, hasta las ciudades del norte, Chicago y Detroit, en primer lugar. Así se difundió el blues por gran parte del territorio estadounidense. El etnomusicólogo Gehard Kubik encuentra una relación directa entre la técnica del cuchillo de que se ha hablado y algunas técnicas usadas por varias culturas del África central y occidental, de raíces islámicas. ¿Una señal más de la profunda, íntima relación del blues con los cantos andaluces? Todo un tema a investigar.

Cartas del lector

Estimada señora Carmen Lira Saade
Directora General de La Jornada
 
Estimados editores de La Jornada del Campo:
 
El Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. (CEAS) rechaza categóricamente y en todos sus términos las acusaciones vertidas en la nota publicada el 20 de septiembre de 2014 en La Jornada del Campo, firmada por Miguel Muñoz y Mauricio González, quienes pretenden dolosamente involucrar al CEAS con el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN). En la nota se acusa al CEAS de difundir “…las oportunidades de trabajo de consultoras que harán el trabajo de inteligencia sociocultural a las secretarías de Energía y de Gobernación”. En esa nota, por demás confusa, no se dan los nombres ni direcciones donde supuestamente son contratados los antropólogos y sociólogos. Con ello se pretende descalificar al único Colegio de Antropólogos que en México ha propuesto un Código de Ética para el ejercicio de la antropología en el país, propuesta que actualmente está siendo analizada y discutida en las más de 30 instituciones educativas formadoras de antropólogos.

El Código de Ética propuesto por el CEAS plantea el rechazo absoluto a todo tipo de acciones encubiertas por parte de antropólogos y el uso que del conocimiento antropológico que pudiera efectuar en contra de las comunidades, grupos, organizaciones y personas con quienes los antropólogos entran en relación.

Ciertamente el Colegio difunde a través de su órgano de difusión, el VOCEAS, temas de interés para sus socios, tales como información sobre eventos académicos, publicaciones y becas. A su correo llegan continuamente anuncios de ofertas de trabajo por parte de instituciones de reconocido prestigio, como la UIA, la UNAM, El Colegio de San Luis y otras. La publicación de una oferta de trabajo de una consultoría a través del VOCEAS, no significa que el CEAS esté involucrado en prácticas ocultas y no éticas como pretende la nota.

Llama la atención que se pretenda golpear por este medio a un colegio profesional que ha mantenido una actitud crítica frente a los problemas económicos, políticos y sociales que se viven en el país.
 
El CEAS siempre ha actuado de una manera transparente y ética. Siempre hemos tenido una postura política clara, independiente y crítica, la cual refrenda en su revista, sus comunicados y en sus presentaciones públicas. El 24 de septiembre, por ejemplo, en la ceremonia de inauguración del III Congreso Mexicano de Antropología Social y Etnología que se llevó a cabo en la ciudad de México, la presidenta del CEAS se refirió a la lucha que los antropólogos han llevado a cabo en contra del uso no ético de la profesión, por ejemplo, cuando se involucra a antropólogos en acciones militares. En México, la posición de la comunidad antropológica y del CEAS ha sido siempre muy clara: rechazar todo tipo de utilización no ética que se pretenda hacer de nuestra profesión.

Atentamente
POR EL CONSEJO DIRECTIVO DEL CEAS

Dra. Cristina Oehmichen, Dra. Laura Valladares de la Cruz,
Mtro. Ricardo Fagoaga, Dra. Citlali Quecha, Lic. Guadalupe Escamilla


Respuesta de los autores:

Ante la réplica del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. (CEAS), a nuestro artículo publicado en La Jornada del Campo No. 84, del 20 de septiembre de 2014, queremos ratificar lo que la propia réplica reconoce: que el CEAS difunde opciones laborales de consultoras que realizarán los manifiestos de impacto social que la Ley de Hidrocarburos considera en su Capítulo V, art. 119, donde se mandata la coordinación que debe haber entre la Secretaria de Energía y la de Gobernación y demás dependencias y entidades competentes. Es importante subrayar que esto resulta preocupante, pues tales estudios podrían contravenir el Código de Ética que el CEAS propone. Por supuesto, el artículo de ninguna forma cuestiona el prestigio del CEAS, espacio donde participan no pocos de nuestros profesores y compañeros de lucha.

Atentamente
Mauricio González y Miguel Muñoz

 
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