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Raíces africanas del blues
Josafat Cuevas “Blues is life, and life is blues” Es un hecho bastante conocido que los orígenes de gran parte de la música popular del siglo XX se remontan a las plantaciones de algodón, tabaco y azúcar de los estados sureños de la Unión Americana. Durante tres siglos (XVII, XVIII y XIX), los pobladores negros de África fueron llevados como esclavos para trabajar en ellos. Se calcula que en ese tiempo, entre 35 y 40 millones de personas fueron arrastradas a los barcos; se estima también que sólo 15 millones sobrevivieron la travesía: la mayoría moría por la desnutrición, enfermedades diversas e incluso por asfixia en las entrañas de las naves. Las raíces de lo que más tarde se conocería como la música de blues son, por un lado, las “canciones de trabajo”, rítmicas guturalizaciones que los esclavos hacían mientras tiraban de la mula o pizcaban el algodón durante las interminables jornadas a que eran sometidos; por otro, canciones espirituales (gospels) que habían traído con ellos desde su tierra nativa. Eran plegarias a los dioses, cantadas en lengua bantú, yoruba y fon, principalmente. Aunque las lenguas fueron varias, de acuerdo con las diversas procedencias de la población negra, el término griots designó genéricamente a esos cantadores. Posteriormente surgió el verbo holler, gritar, aullar. Esos cantos a capela derivaron, con la posterior incorporación de diversos instrumentos, a la expresiones del blues, el jazz, el soul, y un poco después, del rock’ and roll. La incorporación de instrumentos y armonías europeas que se fundieron con los ritmos africanos fue posible por la gradual integración de la población negra a la vida en la Unión Americana, a pesar de -o quizá por ello mismo- la profunda discriminación de que fue objeto. La estructura básica de los primeros cantos era la de voz principal, y respuesta del coro. Esa forma permanece incluso en el fraseo característico de la guitarra, incorporada mucho después. A esos primeros cantos rítmicos se sumaba con frecuencia el acompañamiento de rudimentarios instrumentos de percusión, fabricados con troncos y pieles, huesos, etcétera. Una simple cuerda atada a un poste podía producir los sonidos bajos que proporcionaban la base para el canto. Un instrumento decisivo en los orígenes musicales del blues fue el halam, especie de banjo primitivo fabricado con una calabaza seca a la que se añadía un brazo o mástil de madera y cuatro o cinco cuerdas de hilo de pescar. Gradualmente se fue sofisticando su fabricación: aro de metal, resonador de piel, mástil con trastes y llaves de afinación, etcétera. Pero su uso en la música de blues fue perdiéndose. Una razón no menor fue que empezó a ser muy utilizado por los blancos en sus espectáculos Minstrel, en los que con frecuencia había parodias y ridiculizaciones de las costumbres y modo de vida de la población negra. Es por entonces que se incorporan la guitarra, de procedencia europea, y las armónicas, de origen chino. La enorme capacidad de improvisación y la falta de recursos hicieron que se incorporaran también la tabla de lavar ropa y otros objetos domésticos como instrumentos de percusión. La incorporación de la guitarra contribuyó enormemente al desarrollo melódico y armónico del blues. Charley Patton, Robert Johnson, Son House y una auténtica miríada de bluesmen de leyenda surgieron por doquier: Alabama, Georgia, Louisiana, Texas… el delta del Mississippi. Un personaje central de esta saga es W.C. Handy, quien mucho antes de los distintos “padres”, “reyes” y “padrinos del blues” que luego poblaron la escena, fue llamado precisamente así: “padre del blues”, por 1903. Tenía formación musical, tocaba la guitarra, pero sobre todo quizá fue el primero en percibir la potencialidad comercial del blues, y sus posibilidades expresivas más allá de las plantaciones. A pesar de que su lugar en la historia del blues no es como ejecutante o compositor, sino como difusor de este género, es de destacar la técnica del knife song usada por él: un cuchillo rasgaba las cuerdas de la guitarra, en vez del plectro o plumilla. También un cuello de botella (bottleneck). Esta técnica definitoria del sonido blues se conoce ahora como slide. Otros componentes de ese sonido son el uso constante de vibratos, notas sostenidas y bendings. Además de los lamentos por las duras condiciones de trabajo, las miserables condiciones en las barracas de los campos y de las plegarias a los dioses, otra fuente inagotable del blues fue y ha sido la directa referencia erótica, sexual. A la tristeza, la plegaria, se suma el gozo de vivir: “blues is a felling”. De cualquier modo, la raíz de tristeza del blues es su color definitorio. La población negra pasó de la esclavitud a las duras condiciones de la recesión y la gran depresión económica de los 30´s en la Unión Americana. El desempleo afectó a todos los ciudadanos, al margen de su origen étnico. Es la época de los “hobos”, vagabundos por necesidad, quienes, en ocasiones armados de guitarras, banjos y armónicas se trepaban a los trenes (cuyos rieles también habían sido construidos antes por esclavos negros) y salían de sus lugares de origen en busca de pan y trabajo. Muchos de ellos subieron también por el río Mississippi, hasta las ciudades del norte, Chicago y Detroit, en primer lugar. Así se difundió el blues por gran parte del territorio estadounidense. El etnomusicólogo Gehard Kubik encuentra una relación directa entre la técnica del cuchillo de que se ha hablado y algunas técnicas usadas por varias culturas del África central y occidental, de raíces islámicas. ¿Una señal más de la profunda, íntima relación del blues con los cantos andaluces? Todo un tema a investigar.
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