Imaginación empresarial e imaginación taurina, las misteriosas contradicciones mexicanas
l poder conmina a creer, sólo falta que el desempeño de los poderosos acabe de convencer.
La de México se convirtió en una fiesta de toros marginal no tanto por incomprendida o rechazada, cuanto por desentenderse de las expectativas del público, de un desempeño profesional con ánimo de competencia, de la normativa taurina y de una ideología que antepusiera la bravura. Esta oferta de fiesta que dejó de apostar por la pasión y la grandeza, la motivación y el relevo estratégico de toreros, publicidad imaginativa y mercadotecnia estimulante e incluyente, desentendiéndose de la historia, la cultura y la sociedad, fue reducida por sus multimillonarios y autorregulados promotores a espectáculo sin encanto y a función de minorías.
¿Quiénes se benefician de que las cosas taurinas de México no cambien? ¿Los metidos a promotores? ¿La consolidación fiscal de sus consorcios? ¿La vanidad del protagonismo ocasional? ¿Los gremios? ¿El público? ¿La autoridad? ¿La crítica seudopositiva? ¿Suponer que importar figuras releva de motivar a nuestros toreros, planear y ponerlos a competir en serio? ¿Impensable alcanzar aquí estándares internacionales de formación y competitividad?
Entonces que la tauromaquia siga siendo patrimonio cultural y económico de España y que las relaciones asimétricas y las centenarias postraciones continúen a perpetuidad. Lo que ya no resulta tan obvio es que estos empresarios taurinos muestran un desempeño profesional espectacular en el resto de sus florecientes empresas y sin embargo, con relación a la fiesta brava, sea tan lamentable la metamorfosis sufrida por el duopolio taurino mexicano.
Alberto Bailleres González, propietario entre otras de la empresa Espectáculos Taurinos de México y de seis de las plazas más importantes de la República, excepto la Plaza México, ocupó en 2013, según la revista Forbes, el lugar 32 entre los 100 individuos más ricos del mundo, con una fortuna de más de 18 mil millones de dólares y el segundo puesto en México. Además de poseer varias ganaderías de bravo, incluso una en España, su mayor logro taurino ha sido la feria de Aguascalientes y apoderar al torero Morante de la Puebla.
Miguel Alemán Velasco, político y empresario, y su hijo Miguel Alemán Magnani, empresario, hijo y nieto respectivamente del ex presidente Miguel Alemán Valdés, apoyan hace 21 años a la empresa que maneja la Plaza México, sin que los resultados financieros y artísticos de ésta sean ni remotamente parecidos a su trayectoria política y a sus exitosos negocios. No aparecen en la revista Forbes, pero llevan con gran habilidad, entre otras, la línea aérea Interjet y a punto están de adquirir la empresa Oceanografía, protagonista del escándalo con Banamex y Pemex.
Por esas cosas raras de la vida, como dice el bolero, género que el duopolio televisivo decidió relegar de su programación dizque por motivos de rating, esa eficacia empresarial desaparece a la hora de promover, con inteligencia, sensibilidad, espíritu de servicio y una discreta inversión, la fiesta brava en nuestro país. Imposible imaginar a los Bailleres o a los Alemán operando sus consorcios con los criterios que aplican a sus empresas taurinas. ¡No duraban ni seis meses en la guerra de los negocios! Imaginemos, en cambio, si el espectáculo de toros se manejara con un poco del profesionalismo y rigor de resultados que emplean en sus otros negocios. La fiesta de toros sería otra cosa.
En fin, muy ricos, muy ricos, pero los mencionados y el resto de los empresarios sudamericanos, con menos millones pero aún más dependientes, hace décadas son incapaces de unirse y suscribir acuerdos para un trabajo coordinado y profesional que aproveche la infraestructura taurina, estimule e intercambie figuras en cierne, promueva la fiesta con imaginación y la haga repuntar en sus respectivos países. Instalados en un neoliberalismo taurino y en el falso libre mercado su modesto desempeño de espaldas al público sigue importando figuras en vez de crearlas para reflejo y orgullo de unos pueblos cada día más agraviados.
En contraste, la empresa de la plaza Vicente Segura, de Pachuca, e incluso la Nuevo Progreso, de Guadalajara, propiedad de Bailleres, ofrecen carteles más imaginativos que la Plaza México y la primera anuncia el día de hoy un mano a mano entre el pundonoroso torero vasco Iván Fandiño y el aguerrido hidrocálido Arturo Saldívar, con un impecable encierro de Torreón de Cañas, y la segunda, arranca su temporada el domingo 19 con un cartel que ya no repitió la empresa de la capital: Juan Pablo Sánchez, Arturo Saldívar y Diego Silveti, con reses de Arroyo Zarco, y para el domingo 26 el obligado mano a mano entre Zotoluco y Joselito Adame, con una corrida de Begoña, uno de los hierros de Bailleres.