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Se clausuró el DH Fest con La guerra de Manuela Jankovic, de la cineasta Diana Cardozo

El cine de derechos humanos no es gris, triste ni de derrotas

¿Para qué proyectamos 100 películas si nadie las va a ver?; mejor pasemos 15 o 20 y que se llenen las salas, considera en entrevista Flavio Florencio, director del encuentro

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En el fotograma, la actriz Karina Gidi, quien protagoniza la película La guerra de Manuela Jankovic
 
Periódico La Jornada
Martes 7 de octubre de 2014, p. 9

La gente está empezando a advertir que un festival de cine sobre derechos humanos no es gris, triste o de derrotas, sino que es una celebración. Reunirse para ver una película es una celebración en sí, porque también hay que reconocer y festejar los avances en derechos humanos, señaló Flavio Florencio, director de el Festival Internacional de Cine y Foro de Derechos Humanos de México (DH Fest).

En encuentro se clausuró el pasado domingo con la proyección de la película La guerra de Manuela Jankovic, de Diana Cardozo.

En entrevista, Florencio expresó que tras cinco días de proyecciones el balance fue positivo, “pues esta actividad logró colocarse con los actos especiales y con la programación como un festival importante de derehos humanos.

“Asistieron mil 600 personas, un buen número. Ayudó mucho la presencia de Zenani, hija de Nelson Mandela, quien asistió a la función de Mandela: Long Walk to Freedom, de Justin Chadwick (Reino Unido-Sudáfrica, 2013).

Queda la idea de que un festival sobre derechos humanos puede atraer gente al cine. Esta temática solía provocar resistencias y la vencimos.

Evidentemente, la información en los noticieros suele ser sólo sobre lo negativo y hasta tergiversada. Ahora hay mucha información en torno de qué es lo bueno y qué sirve, pero no se procesa; un festival como este es una plataforma para un cine con mensaje.

Ahora su propósito está en difundir más este cinematografía entre los jóvenes. Nuestra selección es muy pequeña y estricta. Queremos que cada película sea algo especial. Otros festivales apuestan a la cantidad de obras; nosotros no. ¿Para qué programamos 100 películas si no las va a ver nadie? Mejor tengamos 15 o 20 y que se llenen las salas. En otros casos se debe a que la cantidad da dinero, pero nosotros somos todo lo contrario: somos un festival boutique. Más pequeño, pero cada película es una función especial.

El público vio la película de clausura, La guerra de Manuela Jankovic, con la presencia en la sala de la directora y el elenco. La historia es sobre Manuela, una cocinera que vive con su abuela, una inmigrante serbia que llegó a México huyendo de la Segunda Guerra Mundial. A miles de kilómetros se desata el conflicto de los Balcanes y la locura se instala alrededor de estas mujeres, que reproducen su propia contienda en este rincón del mundo.

Al final de la proyección el impacto provocó un silencio que fue seguido por aplausos.

En entrevista, Diana Cardozo expuso que Manuela “es una chica mexicana que nació en México; es hija de inmigrantes eslabos, serbio-croatas. Su abuela huyó de la Segunda Guerra Mundial con la hija. La historia se desarrolla en 1991, cuando estalla la guerra de los Balcanes. Este conflicto repercute en ellas.

“Más allá de todo esto, la película habla de las consecuencias de la guerra en la vida íntima, de una generación a otra. Una guerra no acaba cuando se acaba.

“Esta obra es para mí muy pertinente, sobre todo en México, donde hay una guerra no declarada contra el narcotráfico. En el caso de la guerra de esta historia las consecuencias repercutirán en varias generaciones. En México, si no acabamos con esta guerra, se convertirá en un problema de nunca acabar.

“Manuela carga la guerra, la heredó. El texto es dramático y busco conmover. Quiero que mi película se quede adentro, que no haya quien salga del cine y no piense en esta razón última de la historia: la guerra en el presente y la resaca, por varias generaciones. Tenemos que pensar que una guerra, la que sea, tiene consecuencias a largo plazo. Es necesario recomponer el tejido social, para curarnos del espanto que estamos viviendo.

Invocaciones íntimas

“Hay secuencias abstractas en la cinta. Salen 2 mil 800 cucurachas a cuadro: hay otra escena con el ojo de un pollo; aparece un caballo con los ojos muy raros. Los caballos tienen los ojos de costado. El personaje central va derrapando y va a cumplir su destino.

“Trato de invocar lo más íntimo de la vida. No es una película de bombazos, sino de cómo impacta la guerra en la mente y en el alma. Es nuestra obligación hablar de todo esto, porque somos trabajadores de la cultura. Con mis herramientas debo llegar al espectador, y después preguntar. Hay que tocar estos temas para darles la vuelta.

Los victimarios en las guerras son gente de nuestra comunidad, de esta sociedad. Manuela reproduce la guerra, porque ella y su abuela no tienen salida. En el pequeño departamento donde viven se reproduce la guerra de los Balcanes. Manuela es un personaje muy intenso. Es como una mujer-niña. La abuela la cría con todos los miedos. Hay muchas guerras, pero en todas hay horror. En todas resalta la fragilidad humana. Nunca ha habido paz en el mundo, pero cuando nos toca de cerca trasciende. Mi película dura una hora y media, es el tiempo que le pido a cada persona.

La función del pasado domingo fue un prestreno; la premier en México será en diciembre próximo. “Hay un cine que no me gusta porque no te deja pensar. Te agarra de la mano y te dice cómo hacerlo. Mi película propone, sugiere. Quiero que el espectador vuelva a pensar en la guerra. En una hora y media quiero contar una historia que se quede adentro.

“Es una película mexicana, pero me han dicho que no lo parece. En la guerra no hay respeto a los derechos humanos, a ninguno. Me preocupa que los jóvenes de México estén viviendo toda esta guerra contra el narco. Hay que darle la vuelta y pensar en las consecuencias. El país se está transformando en un cementerio de jóvenes; es una tragedia total. La sociedad civil organizada es la que ocasiona los cambios. Nunca vienen de arriba.”